Lucía regresó de la capilla con la muñeca en sus manos, y al salir de la capilla, una extraña sensación la invadió. ¿Por qué había tomado la muñeca consigo? ¿Qué extraño impulso la había llevado a hacerlo?
Regresó a su habitación con la muñeca en sus manos, una figura de porcelana que la había inquietado. Sus ojos de vidrio parecían seguir sus movimientos con una expresión que ella no podía definir. La habitación estaba sumida en un silencio inquietante.
Con cuidado, Lucía colocó la muñeca en la cama. La luz filtrada por las cortinas dejaba al descubierto los detalles meticulosos de la muñeca: su cabello de porcelana cuidadosamente peinado, su vestido blanco inmaculado y su rostro impasible. Durante años, la muñeca había estado en la capilla, oculta y olvidada.
La inquietud se apoderó de Lucía mientras la observaba. ¿Por qué había decidido llevarla consigo? ¿Qué fuerza la había impulsado a traerla de la capilla? Las preguntas rondaban su mente como murmullos siniestros.
Después de un rato de observarla, se alejó de la muñeca y salió de la habitación. Cerró la puerta tras de sí y se dirigió a la cocina, donde intentó preparar una taza de té para calmar sus nervios. Mientras esperaba que el agua hirviera, no pudo evitar cuestionarse su relación con esta muñeca.
En la cocina, Lucía se sintió incómoda. Después de todo lo que había descubierto, no podía evitar cuestionar su presencia. La relación que tenía con la muñeca era compleja y turbia, y el hecho de que esta fuera el anfitrión del espíritu maligno la llenaba de desconfianza.
Cuando finalmente regresó a la habitación, sintió una opresión en el pecho. La muñeca yacía en la cama, exactamente donde la había dejado. Lucía la miró con recelo, preguntándose qué papel desempeñaba esa figura inerte en su vida.
Pero entonces, ocurrió algo que la dejó sin aliento. La muñeca, en su quietud aparente, parpadeó. Sus ojos de porcelana se movieron, siguiendo a Lucía. La pequeña boquita de la muñeca se entreabrió y un murmullo escapó de sus labios. –Una nueva hermana–.
El corazón de Lucía se aceleró. No podía creer lo que estaba viendo y escuchando. La muñeca había hablado, como si estuviera consciente de su presencia y de su inquietud. La habitación se llenó de un aire inquietante y opresivo mientras Lucía y la muñeca se observaban mutuamente.
–¿Qué quieres decir con una nueva hermana?– murmuró Lucía, con un nudo en la garganta. La respuesta no llegó, y la muñeca pareció volver a su inmovilidad, como si nunca hubiera despertado.
Lucía dejó la habitación, sintiendo que había ingresado en un territorio desconocido y retorcido. La intriga y el temor se entrelazaron en su mente mientras se preguntaba qué significaba esta extraña conexión con la muñeca y qué papel jugaría en los eventos que estaban por venir.