El Pasaje Maldito

Capítulo 41: Refugio en la Oscuridad


 Lucía, llena de miedo y con el corazón palpitando con fuerza, salió de la habitación de sus padres buscando desesperadamente ayuda. Sin embargo, al llegar al pasillo, el aire parecía pesado, casi sofocante, y un silencio sepulcral envolvía las demás viviendas del conventillo.

 Golpeó las puertas, gritó pidiendo ayuda, pero no obtuvo respuesta. El lugar estaba extrañamente vacío, como si nadie habitara allí. La ansiedad se apoderó de ella mientras el terror se intensificaba con cada puerta cerrada, sin una voz amigable que respondiera a su llamado.

 El desespero la llevó a dirigirse hacia la iglesia, buscando refugio en su interior sagrado. El camino hacia allí era un recorrido por un pasaje fantasmal, cada paso resonando en el silencio inquietante que se había apoderado del conventillo.

 A medida que se acercaba a la entrada de la iglesia, un sentimiento de alivio intentó abrirse paso entre su miedo. Sin embargo, al empujar la puerta de madera, se encontró con el escalofriante eco de un lugar vacío, la iglesia, al igual que el conventillo, parecía abandonada.

 La sensación de soledad y desamparo la invadió por completo. Se aferró al umbral de la iglesia, temerosa de entrar en ese santuario que ahora parecía haber perdido su protección. El aire parecía espeso, lleno de un aura que no podía explicar.

 La oscuridad del lugar le producía escalofríos. Intentó llamar la atención, gritar pidiendo auxilio, pero su voz se perdía en el silencio abrumador que rodeaba el recinto. A pesar del miedo que sentía, la iglesia seguía siendo su mejor opción para resguardarse de lo desconocido que ahora habitaba el conventillo. Con paso vacilante, finalmente cruzó el umbral, adentrándose en la penumbra de la iglesia en busca de algún indicio de seguridad.

 Lucía se encontraba sola en la oscuridad de la iglesia, buscando un refugio. Al entrar en una de las habitaciones laterales, un escalofrío le recorrió la espalda. La tenue luz de las velas parpadeaban y creando sombras danzantes en las paredes antiguas, dándole un aire misterioso al lugar.

 Mientras se acomodaba en una esquina, se quedó quieta, intentando recuperar la calma. Pero pronto, escuchó susurros, suaves y casi inaudibles, llamándola "hermana". Un escalofrío recorrió su cuerpo, y su corazón latía con fuerza en su pecho.

 Las voces, apenas audibles, parecían susurrar en los rincones de la habitación, como ecos lejanos. Algunas risas infantiles resonaban en el aire, evocando recuerdos de tiempos más felices. Lucía se aferró a la cruz que llevaba consigo y cerró los ojos, rezando para que la sensación de incomodidad se disipara.

 La habitación parecía tranquila, pero la atmósfera seguía cargada de una presencia inexplicable. Lucía dudaba si eran sus propios temores o si realmente había algo más en aquel lugar. Las sombras parecían cobrar vida, jugando con su mente y su percepción de la realidad.

 Pensando en encontrar consuelo, intentó recordar las palabras del Padre Manuel sobre el poder de la fe y la esperanza en momentos de oscuridad. Respiró profundamente y se repitió a sí misma que debía mantener la calma, sin importar lo que pudiera estar pasando a su alrededor.

 La habitación estaba envuelta en un aura enigmática, las voces y risas seguían llamándola "hermana", pero Lucía se aferraba a la luz de la fe que aún brillaba en su corazón.
 



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En el texto hay: misterio, terror, muñecas

Editado: 10.12.2023

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