Lucía luchaba por mantener la compostura mientras observaba a la muñeca, cuyos ojos de cristal parecían contener tristeza. La sensación de encierro se intensificaba envolviéndola en un aura de desesperación.
Entre la confusión y el miedo, Lucía buscaba desesperadamente una salida. Las voces que la llamaban hermana resonaban cada vez más fuerte, penetrando su mente como agujas afiladas. Trataba de alejar esos sonidos, de encontrar una explicación lógica para la situación en la que se encontraba, pero la realidad retorcida de la iglesia desafiaba toda explicación racional.
Elena, con una calma inquietante, extendió su mano hacia Lucía, ofreciéndole la rosa marchita. Sintiendo una extraña conexión con la muñeca, se vio obligada a tomar la flor entre sus manos temblorosas. En el instante en que el contacto se produjo, un destello de imágenes fugaces inundó su mente.
Vio escenas de un pasado lejano: una habitación iluminada por velas, figuras borrosas que se movían en la penumbra, risas infantiles y una sensación de calidez. Y en el centro de todo, cuatro muñecas, cada una con su propia esencia y presencia única. La conexión entre ellas era profunda, arraigada en algo más allá de la comprensión de Lucía.
La visión se desvaneció tan rápido como había aparecido, dejando a Lucía desorientada y aturdida. La voz de Elena rompió el silencio sepulcral de la iglesia una vez más.
Lucía luchaba por asimilar lo que había visto. La muñeca parecía poseer un conocimiento antiguo y un propósito más allá de lo que podía entender. ¿Cómo podía ser posible tener una conexión con estas muñecas?
Antes de que pudiera hacer una pregunta, un nuevo sonido retumbó en la iglesia. Esta vez, era un suave tintineo de campanillas. Una silueta se recortó en la entrada de la iglesia, proyectando una sombra imponente.
–Lucía es mía–, resonó la voz con determinación mientras se acercaba con paso firme. Sus ojos, oscuros y penetrantes, se posaron directamente en la muñeca Elena.
Elena, con una mezcla de tristeza y resolución en su mirada de porcelana, se preparó para enfrentar la llegada de su cuarta hermana. Lucía, confundida y atemorizada, observaba cómo se desarrollaba el encuentro entre las dos muñecas, sin comprender del todo el conflicto que se avecinaba.
El aire se llenó de una tensión palpable mientras la confrontación entre las muñecas parecía inminente. Lucía, atrapada en medio de este enigma sobrenatural, ansiaba comprender la verdad detrás de la inexplicable conexión que sentía con estas entidades de porcelana.