El Paso de la Muerte

Pesadilla

Los varones trataron de mantener en pie a Emma, pero estaba en muy malas condiciones, como la tormenta siguió, decidieron volver al bosque, ya que los árboles amortiguaban algo los efectos del viento, allí se encontraron a la otra pareja de novios en la nieve, los movieron, pero ya hacía rato que estaban sin vida, Alexander tomó la ropa y lo que podría servirles de sus cuerpos y los repartió entre ellos.

— Esto no está bien — se quejó la mujer, trató de llorar, pero el frío congelaba las lágrimas antes que salieran de sus ojos.

— ¿Y ahora les servirá? Necesitamos abrigarnos, si queremos salir con vida, debemos pensar en nosotros AHORA — dijo su novio.

Se ocultaron en una hondonada cuando pasaban los monstruos, por suerte para ellos no los vieron, aunque miraron para todos lados como si supieran que había alguien escondido por ese sector.

Unas horas después el clima se puso más benigno, los sobrevivientes fueron a revisar el campamento, pero todavía había un par de esas cosas quietas, a pesar del viento, miraban para todos lados, les dio la impresión que la nieve no los tocaba, era como si sus cuerpos (o ropa muy ajustada) repeliera el manto blanco que caía.

— ¿Qué haremos ahora? Parece que no se van — dijo desesperado Dylan.

— Vamos, por acá hay un camino cerca del río, es cosa de seguirlo, encontraremos donde escondernos para pasar la noche y mañana seguiremos — sugirió el guía.

— Si no hubiéramos seguido su atajo... — protestó el líder de lo que quedaba del grupo.

— ¿Y qué me hará? Ahora estamos todos en esto, y yo quiero sobrevivir — razonó el lugareño.

— Tiene razón, debemos seguir, y él es el único que conoce este lugar — trató de transar la jovencita.

Siguieron caminando, hasta que llegaron a un sector que no estaba cubierto totalmente de nieve, los cuatro se acomodaron y pasaron la noche lo más juntos posible. Al otro día apenas amainó un poco el clima siguieron moviéndose, ocultándose apenas sentían que los extraños andaban cerca, pero al empezar a anochecer, la tormenta empeoró, de nuevo las fuerzas los abandonaban.

Emma camino tratando de buscar una cueva, hasta que ya no puedo más y se acomodó cerca de una roca grande, se arrodilló y se abrazó a sí misma, en un momento sintió a uno de esos seres cerca, pero no le importó, empezó a caer en una exquisita sensación de calor, la antesala a la muerte por hipotermia.

Su novio, luego de un rato se dio cuenta que la muchacha ya no estaba con ellos. Cuando lograron encontrarla ya no tenía pulso.

— NO PUEDE SER, YO TE IBA A SALVAR, MI AMOR, TODO POR ESOS MALDITOS MONSTRUOS — la furia que sintió era inmensa — Alexander, ya no podemos escapar, vamos a atacarlos, si logro acabar con alguno podré morir tranquilo — dijo con frialdad.

— Debemos huir — sugirió el hombre del lugar.

— ¿Adonde? Nos tienen rodeados — reflexionó David.

Dylan y el guía vieron a su alrededor, se dieron cuenta que tenía razón, no podían salir de esa con vida, al menos si se llevaban algunos sería una buena venganza.

— ¿Qué quiere que hagamos? — preguntó el hombre mayor.

Arrancaron las ramas más gruesas y fuertes que pudieron y se escondieron, cuando uno de esos humanoides se acercó, solo, vieron que efectivamente volaba a unos centímetros sobre la nieve, al darles la espalda salieron rápidamente a golpearlo, pero el ser se dio vuelta, los apuntó con una mano, en ese momento sintieron como si una onda de sonidos los golpeará, cayeron inmediatamente moribundos por las heridas internas, sus órganos fueron molidos dentro de sus cuerpos.

El extraño hizo llegar una esfera naranja que iluminaba a los hombres agonizantes, lo que la luz tocaba era traslado a otro lugar, ellos ya no podían hablar, vieron que ahora estaban en camillas, era una sala blanca, con potentes focos en el techo, los mismos monstruos plomos tomaron muestras de su sangre, parte de sus tejidos, le pasaron un escaneo que registró todo en sus cuerpos, al rato cuando ya uno había muerto, de la misma forma que fueron llevados a ese lugar, volvieron a la nieve.

Luego que todo quedó sin señales de vida, en el campamento los humanoides tomaron alguna ropa o parte de lo que quedó del equipo de los jóvenes, lo único que se llevaron de los cuerpos que no subieron a la nave fue la lengua de Emma, que metieron en un contenedor, por casualidad uno se tomó una foto, pero sin mayor interés dejó caer la cámara, luego de unos días las esferas volvieron, y los extraños seres desaparecieron dentro de ellas, cuando se fueron, el lugar quedó solitario y silencioso.

Al principio nadie echó de menos a los excursionistas, ya que para la fecha de bajada no se cumplía, pero cuando ya había pasados 10 días de que deberían haber vuelto, los familiares de los jóvenes se contactaron con la embajada norteamericana del lugar para saber qué pasó con ellos, los organismos de alta montaña formaron grupos de búsqueda que siguió el camino que habían indicado que usarían, pero luego de ver que a partir de un sector no había señales de que estuvieron, volvieron y llegaron al lugar donde descansaron por última vez, vieron que todo era muy extraño, la tienda fue rota desde adentro, al seguir los rastros encontraron a los que trataron de escapar en el árbol, luego al que quedó en el camino con la rama en la mano, que había querido usar como si fuera una espada, los últimos cuatro no aparecieron. Tuvieron que transcurrir meses, hasta que con el deshielo aparecieron los restantes, la mujer sin lengua, y los tres que murieron sin heridas visibles. Estos últimos tenían un tono extraño de piel, cuando sus ropas fueron sometidas a más exámenes en la ciudad, se descubrió que tenían un grado de radiactividad.

A esa altura ya los militares tomaron cartas en el asunto, recogieron todas las pertenencias de los jóvenes, y les hicieron las respectivas autopsias, para que pudieran ser repatriados en ataúdes sellados, con la indicación que no debían ser abiertos, por las condiciones en que fueron hallados.



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En el texto hay: misterio, miedo, muertes

Editado: 01.07.2020

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