El peligro acecha

14. Claveles amarillos

Caminé con pasos lentos atravesando el portal de mi casa. Sostenía entre mis brazos la planta que una persona, a la que aún desconocía su identidad, la había dejado en mi habitación.

Me detuve en el vestíbulo, observándola por un instante. ¿Quién podría haber sido? Hasta el momento no había tenido contacto casi con ninguno de mis amigos, a excepción de Emily, pero tampoco era como si hubiéramos hablado más que lo básico, por lo que mucho menos había tenido la oportunidad de preguntarle respecto a eso.

Me intrigaba saber quién había sido el responsable y conocer la razón de dicha flor.

Escuché a mis espaldas a mi madre y mi hermano entrar. Ella sostenía varios papeles y pastillas que debía tomar por la herida en mi cabeza, la cual me habían dicho que había sido una contusión por el golpe que me había dado al caer contra el asfalto. Cierta duda me había invadido al escuchar al médico decir eso, yo recordaba que aquella persona enmascarada me había golpeado el rostro y allí fue cuando había caído inconsciente, recordaba como dos personas nos habían asaltado en el estacionamiento, pero el asalto sólo había sido una escusa para algo más. Yo lo recordaba, recordaba absolutamente todo, cada palabra que había salido de ese sujeto se repetían en mi mente una y otra vez, como si hubiera una radio reproduciéndolas. Pero el reporte médico decía algo totalmente distinto a mis recuerdos, decía que yo me había desmayado de camino a mi auto y mi cabeza había dado con el asfalto por la supuesta falta de azúcar en mi organismo.

Por razones obvias, la pregunta que daba vueltas en mi mente era: ¿por qué? La cara de mi padre aparecía en mi mente como respuesta, era probable que él hubiera movido sus hilos, que por lo visto tenía muchos.

Mi hermano traía un bolso, el cual llevaba toda la ropa que había usado durante la semana entera que había estado en el hospital. Una semana que podía describir como la más reveladora y deprimente de toda mi vida.

No había cruzado muchas palabras con Brian desde que me había enterado de la hermosa empresa familiar, aunque a decir verdad tampoco era como si últimamente nos habíamos relacionado mucho. Respecto a mi padre, que para mí había pasado a ser John, no sabía nada, no había aparecido desde la historia. ¿Debería sorprenderme?

Esta última semana el reposo me había servido bastante para hacer un repaso de mi vida, añadiendo la nueva información de la que me había enterado y me sentí tan tonta, todo había ocurrido frente a mis narices, pero nunca había prestado atención, simplemente no me importaba. Sentí que había anulado miles de actitudes que había tenido mi padre durante años y que simplemente había reprimido de mi mente.

A decir verdad, no había cruzado palabras con nadie más que las cosas básicas, me sentía como si estuviera en un trance, como si estuviera viendo una película, como si estuviera viendo todo desde afuera. Me sentía un ente.

Elena continuó su camino, sin prestarme mucha atención, ya que su teléfono había comenzado a sonar anunciando una llamada entrante. Desapareció por la puerta que daba a la cocina, pero de todas formas su conversación se oía bastante bien y pude descifrar que era sobre su trabajo, por lo que no presté demasiada atención.

Brian se giró hacia mí algo incómodo.

— Llevaré esto a tu habitación. —Me dijo enseñándome el bolso, para luego darse la vuelta dirigiéndose a las escaleras.

Largué un suspiro y observé a mí alrededor, me mantenía de pie aún en el medio del vestíbulo de mi propia casa pero, a pesar de eso, algo se sentía raro. No tenía idea del por qué, pero no sentía mi casa como mía, sino más bien como si estuviera en un lugar temporalmente y pronto me iría. No me sentía cómoda, como hacía tan solo una semana atrás.

Quise convencerme de que tan solo era yo, tal vez siendo un poco paranoica. Tal vez sólo era cuestión de tiempo para que las cosas volvieran a la normalidad.

Las ganas de llorar me invadieron, pero lo evité plantando en mi rostro una sonrisa sin una pizca de humor, llena de sarcasmo. Ese pensamiento de que las cosas volvieran a la normalidad era tan sólo una ilusión, que iba acompañado un “ojalá”, aunque sabía muy bien que eso nunca pasaría. Las cosas nunca más volverían a ser como antes, y sabía que mi normalidad se convertiría en otra.

Me sentía bastante impotente, todo había cambiado y yo no había podido hacer absolutamente nada, tan sólo mirar. O por lo menos así lo veía yo, porque la realidad era que nada había cambiado, las cosas siempre habían sido de esa forma. La diferencia es que yo había vivido en una “realidad” de mentira, una realidad creada y simulada pura y exclusivamente para mí.  

Negué con la cabeza y comencé a caminar, subiendo lentamente las escaleras, a la vez que sostenía la maceta con mis dos manos y trataba de no tropezarme con ningún escalón.

Al atravesar la puerta de mi habitación, la sensación de extrañeza no hizo más que aumentar. El lugar estaba tal y como lo había dejado antes de salir ese día al shopping, razón por la que un escalofríos me invadió, provocando que mi cuerpo se estremeciera.

Solté un suspiro y me acerqué hasta el escritorio para poder dejar la maceta allí. Mordí mi labio inferior, a la vez que cambiaba el peso al otro pie, sin dejar de observarla.

Había algunos capullos que lentamente se iban abriendo y otros que ya se había convertido en hermosas flores amarillas. ¿Quién podría haber sido la persona que me lo había dejado en el hospital? Tenía intenciones de agradecerle por su lindo gesto.

— ¡Kim, a comer! —El grito de mi madre me sacó bruscamente de mis pensamientos.

Eché un último vistazo a esas flores amarillas tan perfectas que parecían hechas de papel, y giré rumbo a la cocina.

El almuerzo pasó acompañado de un silencio abrumador, ya no recordaba la última vez que lo había hecho junto a mi familia. Vivíamos nuestras vidas por separado desde que tenía unos 14 años y ninguno de nosotros estaba acostumbrado a pasar momentos en familia, por lo que cada uno de los tres había permanecido con la vista fija en su plato sin emitir una sola palabra.



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En el texto hay: humor, peligro, amor

Editado: 28.03.2021

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