Y aquí me encontraba, esperando a que la misteriosa Zelenka me hablara de negocios de los cuales no tenía ni idea de qué trataban. Lo más probable era que todo esto se tratara de mi padre y la agencia, pero aún así, yo sabía poco y nada de lo que hacían allí.
— Artur. —Lo llamó haciéndole una seña con la mano para que él se acercara, y cuando estuvo a solo unos pasos de nosotras, ella continuó: —Tráeme un vaso del mejor vino que encuentres en esta casa. —El gigante asintió y dio un paso hacia atrás en el intento de retirarse, pero volvió a llamarlo. —Ah, y Artur, saca a estos tres de mi vista, necesito hablar a solas con la niña. —Y señaló hacia los chicos.
Tres gigantes aparecieron, quienes caminaron hasta los chicos provocando que éstos comenzaran a moverse desesperadamente y que me llevara a reaccionar.
— ¡Espera! —Le grité a un moreno que estaba a punto de tomar a Derek, para luego girar hacia la mujer. — ¿Qué les harás? —Y pude notar que su cara cambió a decepción.
¿Decepción por qué? ¿Acaso esperaba que no tuviera ningún tipo de interés por mi hermano, como ella? Pues, aunque la relación con mi hermano definitivamente iba en picada, no podía simplemente dejarlo morir así. O más bien, no podía dejarlo morir.
— No les pasará nada, Kim. No te preocupes. —Me tranquilizó y sentí que también trató de ser amable.
¿Por qué la persona que tenía a mi hermano atado y golpeado intentaba ser amable conmigo? Esto era muy raro y también me hacía sentir extraña, no era que me gustara ver a mi hermano así, sino que había algo en aquella mujer que me provocaba querer estar de acuerdo con ella, aunque me dijera que los mataría o me mataría.
Entonces no hice nada más que asentir a lo que me decía, queriendo estar en la misma sintonía que ella. Y así fue como observé a esos enormes hombres llevarse a los tres chicos y traté de evitar por completo la mirada de Brian, ya que sentía como sus ojos estaban clavados en mí y que no se veían para nada contentos.
Todos desaparecieron por la entrada que daba al vestíbulo, dejándonos completamente solas, o al menos no había nadie en el living junto a nosotras, pero sí sabía que todos sus hombres estarían escuchando atentos a cualquier cosa que pudiera salir mal.
— ¡Artur, no te olvides de la copa! —Exclamó ella momentos después de que todos se fueran.
— Sí, señora. —Contestó el hombre, a la vez que aparecía nuevamente en donde nos encontrábamos con una botella de uno de los vinos de mi padre y dos copas.
Oh… dos copas. ¿Se suponía que debía aceptar el vino de John que me ofrecía esta señora? No me gustaba el vino, ¿quedaría como irrespetuosa si lo rechazaba? Sinceramente, no tenía idea y no quería tener que poner en riesgo mi vida… nuevamente.
Artur sirvió vino en ambas copas y nos las entregó, para luego dejar la botella sobre la mesa ratona que teníamos.
— Ahora déjennos solas. Quiero privacidad. —Ordenó y declaró, luego de dar su primer trago de vino.
Él asintió y se retiró, cerrando las puertas corredizas que nos separaban del vestíbulo. Ella siguió todo con su mirada, no le quitó el ojo de encima hasta que desapareció y luego soltó un suspiro, girándose hacia mí.
Me observó por un momento, para después mirar la copa que tenía en mis manos y levantar sus cejas.
— ¿Cuántos años tienes, Kim? —Preguntó con sus ojos analizándome minuciosamente.
¿Debería decirle mi edad? ¿Eso era lo correcto? Probablemente ella ya la sabría, como a mi nombre, cosa que en ningún momento nadie había mencionado. Tal vez ella ya conocía todo sobre mí y sería estúpido mentirle, tal vez era una prueba.
— Diecisiete. —Contesté, mirando el líquido carmesí que había en la copa e intentando no hacer ninguna clase de mueca por su terrible aroma.
Negó con la cabeza y me dio una sonrisa que no supe descifrar.
— No debes tomar alcohol entonces, niña. —No supe cómo reaccionar. Sí, el alcohol no era algo que me gustara mucho, mucho menos el vino, pero ¿por qué ella me decía estas cosas? —Además, se nota que no te gusta. Deja eso sobre la mesa, yo lo tomaré después. —Y, por supuesto, sin rechistar hice lo que me pidió.
Me encontraba algo perdida en toda esta situación, lo cierto era que no entendía qué estaba ocurriendo ni por qué ella me trataba tan bien. Me sentía como si hubiera entrado en algún universo paralelo en que las cosas eran demasiado extrañas. Aunque, definitivamente no me quejaba.
Y ella se dio cuenta de que no estaba entendiendo lo que ocurría, porque me dijo algo que me dejó sin palabras.
— Me haces acordar mucho a mi hija. —Su voz se sintió suave, se notaba que quería mucho a su hija.
Tal vez hacía mucho tiempo no la veía, o probablemente había descubierto a lo que se dedicaba su madre y no quería saber nada de ella, como me estaba pasando con mi padre.
— La mataron hace unos años. —Sentí la profunda tristeza con la que había dicho esas palabras, el profundo pesar que ella tenía dentro.
¿Por qué sacas teorías apresuradas y estúpidas, Kim?
Levanté mi vista para mirarla, y todo lo que había sentido al escuchar eso también era completamente visible. Oh, no. ¿Qué se suponía que debía decir en un momento así? No tenía idea, era increíblemente mala en este tipo de situaciones.
— Lo siento mucho. —Fue mi sabia respuesta a lo que acababa de decir.
Sus cejas se levantaron, como si se hubiera sorprendido y luego soltó una pequeña risa que no tenía ni una pizca de humor. Sus ojos quedaron perdidos en la nada, supuse que el recuerdo de aquél trágico momento la invadió.
— Tú no la mataste, así que no tienes nada de qué disculparte. —Contestó y, tras pasar unos segundos, movió la cabeza como si estuviera deshaciéndose de aquellos pensamientos y me miró, cambiando totalmente su expresión a la de antes. —Ahora, hablemos de negocios. —Ordenó, porque eso era una orden.