El pelo

68 - Volar sobre el mar sin abandonar la tierra

"Volar sobre el mar sin abandonar la tierra"
Aún no comprendo del todo eso y cómo se llegó a esa oración.
Pero tras un largo viaje en tren en un profundo silencio entre padre e hija, empiezo a ver con mis propios ojos el significado.
Ya en un extenso mar azul y un terrible frío. Empezamos hablar por primera vez desde que iniciamos el viaje.

—Satella, aquí estamos. En las orillas de un extenso mar de color esperando a recibir una parte nuestra y de mamá.
—Um... ¿Y ahora?
—El viento choca con nuestra espalda y es el momento de arrojar las cenizas, hija. Empieza tú, con este pequeño tarro. —Dijo mi padre amablemente.

Mi padre tenía un tarro más pequeño con las cenizas, creía que solo era uno. El decorado es muy bonito, pareciera que lo hizo él con sus manos.
Lo abrí y arrojé su contenido hacia el viento.
Me sentí de alguna forma extraña... 
Como si por un momento hubiese sentido a mi madre cerca. Es raro...
Papá ya empezó arrojar las cenizas. 
Pero cuando vi su rostro realmente sentí algo más que una despedida. Mi padre estaba llorando.
Sentí como si el propio extenso mar chocara contra mi y a la vez sentía como si fuese un abrazo de mi madre.
Mis lagrimas empezaron a caer con mi rostro estupefacto viendo a mi padre.

—Te había prometido de joven que volaríamos todos juntos sobre el mar. Tu pequeño sueño tan infantil resultó ser la inspiración que buscaba para empezar a dibujar fantasía. Al final nunca pude cumplir ese sueño tan abstracto que aún a veces me lo recordabas en mis peores días. Pero esto, espero que sea lo más cercano a tu deseo. Vamos todos juntos, tú, yo, Satella y un pequeño fragmento que nos hizo nuestro mejor recuerdo. Y qué mejor recuerdo que nuestra hija. Que tengas un buen viaje, cariño.

Las palabras de mi padre me hicieron muda por un momento y a sentir un mar de emociones. Esto ha sido realmente doloroso, de nuevo mi cuerpo empezó a fallar. Tenía sueño, frío y estaba cubierta de lágrimas. Mi padre cargó de mi y me llevó a un hotel a descansar.

—Descansa hija, mañana partimos.

Su voz tan débil y dolorosa encogía mucho mi corazón. Poco a poco me fui durmiendo. Me sentía abatida.


—Hija, despierta.
—Despierta...
—Hija...
—Satella

Al final, ha sido como si no hubiese dormido nada. He aparecido ya en la estación de la que partimos.
He dormido muchísimo y mi padre cargó conmigo hasta aquí.
Me siento mal por causarle tantas molestias, pero ya va siendo hora de ponerse en pie y terminar con esto.

—Ya... ya...
—Hemos llegado a la estación. ¡Has dormido muchísimo!
—Lo sé...

Al bajar del tren, parece que había un taxi cercano. Estaba todo bastante preparado. Mi padre se esforzó mucho para esto.

—Toma, un bocadillo. —Dijo mi padre.

Tomé el bocadillo que puso cerca de mi cara. No me lo esperaba.
Tenía bastante hambre, lo he ido comiendo de camino al cementerio en la que esperaba el ataúd de mi madre.
De nuevo se repitió un ambiente silencioso, hasta que llegamos.

Un gran jardín decorado de lápidas en las que habían algunas personas de todas las edades recordando a ese ser querido.
Llegó el día, un día inesperado en el que me tocaba a mi recordar a una de esas personas.

De frente, sin personas, sin nadie. Solo mi padre, yo y un viejo sacerdote.
Un gran ataúd de madera reluciente que contenía a una gran madre.

—¿Puedo verla? —Pregunté

Mi padre cerró los ojos, me ignoró. El sacerdote se acercó a mi.

—¿No recuerdas lo que te han dicho? —Preguntó el sacerdote con una delicada y fina voz.
—No, apenas recuerdo los detalles.
—Tu mamá se fue al cielo, pero apenas queda cuerpo de ella en este ataúd. —Lo dijo con intenciones para minimizar el daño.

Yo no soy tonta, mi madre puede que haya tenido un accidente horrible y su cuerpo se destrozara completamente. Quizá no tenga cabeza...
Tan solo pensarlo... Me dan ganas de vomitar.
Apreté los puños y ahora empiezo a imaginar que ella simplemente está durmiendo allí dentro. Mintiéndome.

La despedida fue breve y el sacerdote nos dejó para avisar al enterrador.
Me he quedado sola con mi padre y nadie más. 

—Y aquí lo que querías. Nunca abandonar la tierra. —Dijo mi padre con una sonrisa entristecida.
—Papá. ¿Por qué tantos esfuerzos para esto? —Pregunté sin delicadeza.
—Hija. Cuando ames a alguien con todo tu ser comprenderás porque se hace tanto por alguien que pierdes. Ella quería estar aquí en tierra y en aire. Pero sus deseos de estar en tierra fueron para nunca alejarse del suelo que pisas, Satella.
Tu madre te amaba a pesar de ser estricta a veces. Quizá fuera un capricho de ella, pero cuando quedó embarazada comenzó a desear lo mejor para ti. Su sueño infantil seguía con ella, pero por primera vez vi que surgía un nuevo sueño en ella. 
Ese sueño era querer estar siempre cerca de su preciosa hija. —Rompió a llorar tras las últimas palabras
—Papá...
—Ella siempre fue tan idiota en aspecto cariñoso. Se hacía la dura pero por dentro era un trozo de pan que nos amaba.
—Papá...—Repetí y cogí su helada y áspera mano.
—Aún recuerdo cuando la primera vez que hice un dibujo erótico y se avergonzó tanto que me pareció hasta dulce. 
—Pa...
—Esos dibujos las desquiciaban pero de alguna forma hacían sacar al exterior la razón por la que me enamoré de ella.
—...
—Ella era tan tímida. Aquí estamos pues ella no tenía apenas amistades. No tiene a nadie para que lloren su despedida. Pero tal y como es, estará más que satisfecha vernos aquí.

Mi padre lloraba desconsoladamente, sin cesar. Su voz temblaba y pareciera que hubiese guardado todas las lamentaciones hasta este día.
Yo no pude soportar esto y abracé a mi padre con todas mis fuerzas.
Cada palabra que decía me hacía sufrir más. Este gran dolor, apenas lloraba por que ya no tenía lágrimas. 

—Cuando empezaste a dibujar arte erótico conmigo. Ella admiraba mucho tus dibujos, terminó aceptándote con el tiempo. ¡Ja, ja! Era tan amable y tonta. 
—¡Papá! ¡Para ya! —Grité entre lágrimas
—Ella se reía mucho cuando no te gustaba la comida de pequeña. Se te veía siempre tan enfadada por ser bebé. Eras única Satella.
—¡Papá!
—Ayy... Ojalá siguiera aquí con nosotros. Se perderá ver crecer su mayor tesoro y envejecer su estúpido marido.

Yo y mi padre no podíamos más. Él seguía recordando y gritando los recuerdos con ella y conmigo.
Nunca podría haberme imaginado ese lado de mi padre. 
Y mucho menos imaginarme en el que por una vez de todas mis vidas...
Experimenté el verdadero dolor de perder a alguien, teniendo en mi cuerpo todas las emociones del universo.
El perder alguien siendo humano, se ha convertido en la peor experiencia que he tenido.

—Hasta siempre, mamá.



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En el texto hay: humor, drama, slice of life

Editado: 16.11.2019

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