Una tarde soleada, mientras paseaba por el parque, el joven Alex tropezó con un objeto suave y mullido en el suelo. Al levantarlo, descubrió que era un peluche de aspecto peculiar. Sin pensarlo dos veces, lo tomó consigo y decidió llevarlo a casa. Al llegar, le dio un nombre: Bonifacio. Lo colocó en su cama y continuó con sus quehaceres cotidianos, sin sospechar que su nueva adquisición estaba a punto de cambiar por completo su vida.