Mientras Alex dormía plácidamente esa noche, algo extraordinario sucedió. El peluche, que reposaba en la cama, comenzó a moverse lentamente. De repente, cobró vida, adquiriendo consciencia propia. Bonifacio miró a su alrededor, aturdido por la repentina transformación. Con asombro, descubrió que ahora poseía mente y voluntad propias. Comprendió que su destino estaba entrelazado con el de su nuevo dueño, Alex.