El Penitente

Capítulo Único

Un hombre descansaba al caer el día en Judea, durante el reinado de Herodes.

— Hola ¿Terminaste Tayib?

— Sí Senen, voy a casa, ha sido un día pesado — tomó sus cosas y las acomodó al hombro.

— Te acompañó — al rato el moreno preguntó con cierta malicia — ¿Irás a ver a mi hermana?

— Sí — el otro se sonrojó — por supuesto.

— ¿Cuándo formalizarán lo suyo? — preguntó sonriendo, a pesar de que sus padres no lo querían, a él le caía bien.

— Dana y yo quisiéramos hacerlo ahora mismo, pero sabes que tus padres no me quieren como su esposo, porque lo más seguro es que no sea de tu raza.

— Ánimo, todo irá bien para ustedes, Dios así lo quiera.

Tayib sabía que mientras no supiera quién era en realidad, los padres de la mujer que amaba siempre se opondrían. Físicamente era de piel clara, ojos café miel, pelo rizado claro, mucho más alto que sus amigos, fue encontrado hacía 15 años atrás, cuando aparentemente tenía unos 5, no había nadie vivo ni muerto a su lado. Hasta ese momento nunca se había enfermado, incluso mantiene su dentadura perfecta, cosa extraña para la época. Todos pensaban que podría ser romano, o tal vez britano.

Mientras conversaba con su amigo vio pasar una sombra oscura, desde siempre podía verlas, y a otras claras, las blancas siempre traían buenas noticias, nacimiento, alguien que se mejoraba de una grave enfermedad, pero las negras, en cambio, anunciaban muertes o tragedias. No le había dicho a nadie, sabe que si lo hacía lo considerarían un loco.

Ese año el Emperador Augusto mandó realizar un censo en todo el Imperio, pero el joven no sabía dónde inscribirse, ya que fue criado en varios hogares, y cada uno tenía su casa de origen en una ciudad distinta. En ese tiempo volvió de un largo viaje su amigo Yadid, y su esposa Hadassa.

— Dios sea contigo — dice feliz su amigo al ver al rubio.

— Y contigo amigo ¿Cómo estás?

— Muy bien, fuimos al Templo en Jerusalén, allí conocimos a Simeón, un Hombre Santo, bendijo a Hadassa, sabes que fueron tres años esperando y nada, ahora por fin está embarazada.

— Nunca había oído de él.

— Es un bendecido de Dios — aseguró con firmeza.

— ¿Crees que pueda decirme algo de mi pasado? — preguntó el otro esperanzado.

— Sí, creo que con el apoyo del Altísimo podrá ayudarte.

Por un tiempo estuvo indeciso, hasta que le contaron que había otro hombre estaba interesado en Dana, entonces decidió dejar todo e ir, si no sabía quién era , los padres de la joven siempre tendrán esa razón para no quererlo con su hija. Arregló todo y emprendió el peregrinaje.

Unos días después en medio del desierto lo asaltaron unos bandidos, quienes al no encontrar nada de valor, lo golpearon hasta que creyeron que estaba muerto. Por suerte para él un matrimonio pasó un momento después y lo ayudó. El esposo tenía unos 25 años y su mujer 18, estaba embarazada de poco más de 8 meses.

— Está vivo todavía — el hombre trató de tomar al rubio en hombros para llevarlo, pero no pudo.

— Deberá ir en el burro.

— Pero tú...

— Por caminar un rato no me pasará nada. Dios dice que hay que ayudar a los demás ¿Recuerdas? — le sonrió al otro comprensiva.

El varón, aunque reticente entendió que así los tres llegarían sin problemas a la siguiente posada.

Al atardecer el herido despertó, sintió que las sientes le palpitan, al tocarse descubrió que tenía un apretado vendaje alrededor de la cabeza, iba algo mareado por el vaivén del animal al caminar. Al tratar de alzarse casi se cayó.

— Tranquilo, ya casi llegamos a una hostería — escuchó la voz de un hombre, que sonaba calmada.

Algo confuso el joven rubio solo se abrazó al cuello del burro y trató de no pensar.

Esa noche por suerte llegaron a un refugio en el camino, las habitaciones eran abrigadas, y había comida caliente.

— Gracias, de verdad no sé cómo pagarles su amabilidad, me salvaron la vida.

— No es nada — respondió el esposo — Dios nos guió para ayudarle, vamos a censarnos ¿Adónde va usted?

— A Jerusalén, al Templo.

— Nosotros vamos a Bet Lejem, luego de lo que le pasó ¿Volverá a su aldea? Me imagino que le quitaron todo su dinero.

— No, por suerte escondí bien todo, no se llevaron nada importante.

— Será mejor que descanse un día más y luego siga. Nosotros debemos llegar lo antes posible, mi esposa pronto estará de parto.

— Espero volverlos a ver, Dios lo quiera. Gracias a usted y a su señora.

Ya descansado, Tayib se fue un poco más tarde que sus salvadores. Luego de unas horas de camino, escuchó que los mismos delincuentes que lo atacaron, estaban asaltando al matrimonio.

— Dame el burro — ordenó uno de los ladrones, con un cuchillo en la mano para intimidarlos.

— No, mi esposa no podrá llegar si se lo llevan, por Dios, tengan compasión.

— Jajaja... Tú solo no puedes detenernos — respondió el segundo delincuente, más mal encarado que el primero.

En eso Tayib corrió y se puso al lado del esposo, así ambos protegían a la embrazada.

— Ahora somos dos contra dos, me parece más justo.

Al ver que la situación no era buena para ellos, los ladrones se retiran amenazando y jurando venganza.

— Qué bueno que pude llegar a tiempo, amigo.

— Gracias, ahora nosotros estamos en deuda con usted — sonríe agradecido el futuro padre.

— Les parece que vayamos juntos, con tanta gente moviéndose los ladrones están en todos lados.

Ya los tres juntos, no tuvieron más inconvenientes en lo que quedaba de camino. Al llegar a Jerusalén, el joven rubio se despidió de sus compañeros de viaje.

— Ojalá nuestros caminos vuelvan a encontrarse, y que su bebé nazca bien, Dios así lo permita.

— Lo mismo digo, que Dios nos permita vernos otra vez.

En el Templo, luego de preguntar un par de veces, por fin Tayib logró encontrar a Simeón.



#13680 en Fantasía

En el texto hay: amor, muerte, duda

Editado: 12.06.2020

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