El Pequeño De La Luna

Esperanza.

Al día siguiente desperté un poco desorientada al no reconocer el lugar, por lo que rápidamente empecé a buscar a Alex a mi lado, al verlo dormir tranquilamente a mi lado un inmenso alivio recorrió mi cuerpo.

Acaricié gracilmente su cabello, me levanté de la cama y me metí al baño, dejando medio abierta la puerta por cualquier cosa.

Luego de hacer mis necesidades y bañarme salí envuelta en una toalla color crema, tomo un pantalón negro, una camiseta grande y me pongo mis zapatillas. Tomo a Alex en brazos y me dirijo al baño nuevamente.

-Despierta, bebé, es hora de empezar el día. -murmuro cerca de su oreja acariciando su cabello.

Él poco a poco abre sus preciosos ojitos y cuando su mirada capta todo lo que está a su alrededor me regala una hermosa sonrisa.

-Buenos días, mami. -él se acerca a mi rostro y deja un pequeño beso en mi mejilla, gesto que hace acelerar mi corazón y llenar mi pecho de calidez.

Una vez estamos dentro del baño empiezo a duchar a Alex y a jugar con él en el proceso.

Al salir le coloco un pequeño pantalón de mezclilla y una camisa a cuadros azul, unas pequeñas botitas color negro.

Lo veo y le sonrío.

De la maleta saco mi bolso y de éste saco un puré de manzana. Poco a poco le doy de comer a mi bebé.

Cuando ha terminado limpio su boca con unas toallitas húmedas que siempre ando cargando, lo alzo entre mis brazos, tomo mi bolso y lo cuelgo en mi hombro izquierdo, camino hasta la puerta principal y cierro tras de mí para salir de casa. Camino con Alex entre mis brazos hacia el pueblo, no queda muy lejos el pequeño pueblo más cercano.

Una de las razones por las cuales decidimos junto a Marie comprar la casa en la que ahora vivimos Alex y yo, es para evitar el estar rodeados de otras personas.

Luego de todo lo que sucedió con Erick no me quedan ganas de interactuar con otras personas, pero no por lo que me ocurrió voy a dejar que mi pequeño deje de interactuar con otras personas, no voy a privar a mi hijo de poder reír, correr, gritar, jugar con otros niños.

Quiero que él tenga lo que a mí se me fue arrebatado.

Cuando llegamos al pequeño pueblo me dirigí hacia el supermercado más cercano. Tomé una carretilla para echar todo lo que iba a necesitar.

A Alex lo senté en la carretilla y empecé a caminar.

-Mami, ¿podemos comprar pudín? -preguntó Alex señalando lo mencionado.

Hice un repaso rápido de todo el dinero con el que contábamos. Podía permitirlo.

Debo conseguir un empleo cuanto antes, el dinero no será eterno y debo suplir las necesidades de mi hijo.

Tomé un paquete de pudín de chocolate y lo puse en el carrito, seguimos comprando hasta que tuvimos lo esencial para poder estar tranquila durante una semana.

Me dirigí hacia la caja registradora cuando tenía todo lo necesario y bajé a Alex para dejarlo suavemente sobre sus pies.

Mientras pagaba Alex estaba aferrado a mi pierna.

Agarré todas las bolsas, unas 6 en total, con ambas manos.

-Alex, amor, no podré cargarte, necesito que tomes la orilla de mi camiseta muy fuerte, ¿si? -él, obedientemente, hizo lo que le pedí.

Empezamos a caminar cuando un chico alto, castaño, ojos verdes, piel un poco bronceada se detuvo frente a nosotros. Su respiración era agitada.

Sus ojos se detuvieron en los míos, un brillo de felicidad apareció en ellos. Inspeccionó cada uno de mis rasgos faciales, como si quisiera grabar mi rostro.

-¡Peter! -la chica que nos atendió ayer en el restaurante se puso tras de él.

¿Cuál es su nombre? ¡Úrsula! Como la de La Sirenita.

-Mami, tengo hambre. -el pequeño y suave tirón en mi camiseta hizo que despegara los ojos de esas personas y los clavara en mi hijo.

-Vamos, bebé, es hora de ir a casa. -cuando levanté la vista, la mirada del chico se había oscurecido, una sombra de tristeza los había cubierto.

Sin darle importancia retomé mi camino hacia nuestra nueva casa.

Por fin podía respirar sin tanto temor, por fin tenía esperanza.

Después de caminar la distancia que separaba mi casa del pueblo descargué las bolsas con cuidado sobre el porche de la casa, saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta. Alex entró tranquilamente.

Ambos nos dirigimos hacia la cocina en donde guardé cada producto comprado.

Abrí uno de los pudines y se lo di a mi bebé junto a una cuchara.

Besé su frente y me senté a su lado.

 

 



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En el texto hay: amor, hijos y familia, amanda

Editado: 17.03.2020

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