El Pequeño De La Luna

La mejor.

P.O.V. Peter.

¡Me echó de ahí como si fuese un perro callejero sin ningún motivo!

No recordaba mucho de lo que había pasado, solo recordaba sus hermosos ojos inundados en furia mientras aferraba a Alex entre sus brazos.

El idiota de Mark también parecía afectado, pero ¿por qué?

-No sirves para nada, perro estúpido. -un golpe en la parte trasera de mi cabeza me hizo enfurecer.

-¡Oye! ¿Quién te has creído? -un hombre alto y delgado apareció ante mí. Pálido. Vampiro- Erick...

-Hola, imbécil. -me tiré contra él para asestarle un golpe, pero una figura encapuchada apareció interponiéndose y dejándome en el suelo.

No entiendo qué es lo que pasaba.

»-Haz que duerma, necesitamos sacar a Amanda de ese lugar, esa zorra debe volver a donde pertenece.

-Lo sabía. Tiempo sin verte, Erick, Anthon. -la dulce voz de Amanda hace que dirijamos nuestras miradas a ella.

-¡Amanda, querida! Qué bueno que apareces, justo estaba por ir a mandar a este perro por ti. -ella me mira a mí y luego a Erick.

-Bien sabes que no volveré, así que vete de aquí y no molestes. Además, sabes que Peter jamás me haría daño. -una sonrisa burlona se extendió en su rostro- Tú mismo me enseñaste que un mate jamás dañará a su pareja, por muy embrujado que esté.

Ella a paso suave, pero firme se acerco a la figura con capucha la cual ella retiró.

»-No has cambiado nada, Anthon. -ella besó su mejilla.

La bestia que vive en mi interior rugía por salir y apartar a Amanda del lado de cualquier hombre que se le acercara.

-Es un gusto verte bien, Ama. -el hombre besó su frente.

Apoyaron sus frentes y se quedaron unos minutos en silencio.

Lo próximo que pude registrar fue como Amanda sacó una pequeña daga e hizo un corte en su muñeca.

-No me obligues a hacerlo, Erick. Sabes de lo que soy capaz. -la mirada roja y furiosa del pálido se clavó en los preciosos ojos miel de Amanda.

-Sabes tú también que volveré, ¿no es así? -el se acercó peligrosamente a ella, pero ella no parecía afectada por la amenaza.

-Estaré esperando. -murmura impasiblemente.

Alto... ¿Cómo supo que soy su mate?

Erick se fue de ahí en un abrir y cerrar de ojos.

»-Vamos, de seguro Alex ya despertó. -Amanda empezó a caminar de manera tranquila de regreso a la casa, seguida por el tal Anthon.

Aun no entiendo qué es lo que pasó, quiero recordar todo lo que pasó, pero me es difícil.

Cuando llegamos a la casa nos vamos hacia la sala de estar en donde Mark está jugando con Alex.

-Mira, papi, mami ya llegó. -el escucharle llamar así a Mark hizo que mi odio hacia ese pajarraco incrementara.

-Hola, mi amor, mira quién vino a saludar. -mi mate toma en brazos a su hijo y lo acerca a Anthon.

-Hola, pequeño, ¿has cumplido con tu promesa? -Alex extiende sus pequeños brazos para rodear el cuello de ese tipo.

Todos se sientan en los sillones, mientras yo me quedo de pie, en el marco de la puerta.

-Bien, ya sabemos que Erick sabe dónde estoy, debemos empezar con los entrenamientos y mis clases. -Amanda hablaba de manera firme, sin dar lugar a ninguna réplica, seguramente será una gran luna. Mi luna.

-¿Pod qué está ese señor aquí, tío? -a pesar de que quiso susurrarlo no lo logró, todos los presentes lo escuchamos.

-Alex -le llama su mamá- él está aquí porque es amigo de mamá y alguien le había hecho cosas malas para que él hiciera todo lo que hizo.

El pequeño niño se baja del regazo de Anthon y se acerca a mí, con sus manitos hace un gesto para que me acerque, lo cual hago.

-Señor, perdón por pensar mal de usted. -él toma mi dedo anular de la mano derecha entre su mano izquierda.- Podemos ser amigos, si quiere.

Una calidez invadió mi corazón mientras mi vista se empezaba a empañar debido a las lágrimas que amenazaban con salir.

-Será un gusto ser tu amigo, pequeño.

Coloco mi mano libre sobre la cabeza del niño y acaricio su suave cabello.

Será un gusto llamar “hijo” en un futuro no muy lejano a Alex.

Levanto mi mirada hasta Amanda, la cual mira enternecida a su hijo.

»-Amanda, ¿cómo supiste que soy tu mate? -mis mejillas se sonrojan un poco.

-Oh, respecto a eso, leí en una ocasión que los lobos pueden controlar el destello de sus ojos, excepto en una ocasión, que es cuando reconocen a su mate. -ella alza su mirada como si estuviese recordando algo- El día que te presentaste en mi casa tus ojos centellaron en color amarillo.

Yo la miro atentamente. Realmente, la diosa Luna no me pudo haber dado una mejor mate que ella.

 




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