El Pequeño De La Luna

Mi niña.

El chico levantó su mano en mi dirección, oculté, lo más que pude, el cuerpo inerte de Alex.

Aun respiraba. Eso me tranquilizaba en sobremanera.

-¿Quién eres? -mi mirada se alternaba entre Anthon y el chico nuevo.

Peter apareció atrás de mí, tomando el pequeño cuerpo de mi hijo, lo cual le agradecí.

-Eso debería preguntar yo. -su postura arrogante y confiada no me daba buena espina.

-Mi señora. -Adolf entró a la sala, como siempre, solo concentrándose en lo que me va a decir- Hemos descubierto que quien hechizó al heredero fue una bruja negra, la cual vive no muy lejos de aquí.

El escucharlo decir eso hizo que un poco de tensión se fuese de mi cuerpo.

-La quiero cuanto antes en este lugar.

Él asintió, se dio la vuelta y se detuvo abruptamente.

»-¿Sucede algo, señor Adolf? -mi mirada desconcertada estaba fija en el señor mayor.

-Señor Nilsson. -se arrodilló frente a él.

Sin deshacer la esfera que mantenía prisionero a Anthon me acerqué a ellos.

-Señor Adolf, ¿le conoces? -cuando él escuchó mi voz me miró como si hubiese dicho la tontería más grande.

-Mi señora, él es... -antes de que él pudiera terminar dos señores aparecieron al lado del chico.

La señora era cabello blanco, ojos dorados y piel muy blanca.

El señor era cabello castaño claro y ojos azules, piel un tanto trigueña.

-Disculpe, ¿quiénes son ustedes y qué hacen en mi territorio? -mi voz, a pesar de no usar un tono elevado, se escuchaba con autoridad.

-¿Tu territorio? -la voz de la señora salió llena de burla.

-Amanda, aquí está... -la voz de Mark se fue apagando cuando vio a quienes estaban en la puerta.

-Mark, ¿cómo has permitido que alguien como ella dirija este lugar? Sabíamos que te habías rendido con la búsqueda de nuestra hija, pero aun así. -el reproche en la voz de la señora era evidente.

Sacudí mi cabeza y me dirigí hacia Mark.

-¿Es ella? -señalo a la chica frente a él.

Mark solo asiente, pareciera que se ha quedado sin voz.

Tomé del cabello a la chica y alcé su rostro para que su mirada se encontrara con la mía.

-Hola, mi señora. -la burla era palpable en su voz.

-Devuélveme a mi hijo. -le ordené con los dientes apretados.

-No se podrá. -ella fingía estar dolida- No hasta que usted vuelva con mi señor.

Una patada en su estómago de mi parte la hizo toser fuertemente.

-No es una petición, idiota, es una orden. -ella empezó a tomar su cuello como si alguien la estuviese asfixiando.

-Es... Está... Está bien... -chasqueó los dedos y el llanto de Alex llegó a mis oídos.

-Mark, quiero que la asesines.-el rostro de Mark se ensombreció, pero aun así se acercó a nosotras y con solo mover ligeramente el cuello de la chica se escuchó un “crack” lo que nos indicaba que su vida había acabado.

-¡Mami! ¡Mami! -la voz desesperada de Alex me hizo correr hacia su lado.

-Aquí está mamá, mi vida, aquí está mamá. -lo abracé a mi cuerpo mientras acariciaba su cabeza.

El señor, que se había mantenido callado todo este tiempo se acercó a mí.

Peter se interpuso entre él y yo, pero el señor con una sola mirada lo apartó.

-¿Te llamas Amanda? -solo asentí- ¿Cuántos años tienes?

-Tengo 19 años, casi los 20

Los ojos del señor se inundaron de lágrimas.

-Mi niña... -su voz quebrada me alarmó.

En un dos por tres sus grandes y musculosos brazos estaban a mi alrededor.

Su tacto era cálido. Siempre imaginé cómo se sentiría ser abrazada por mi papá, creo que nunca me acerqué a esta sensación. 


 


 


 


 




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