El pequeño viaje del pequeño niño.

Capítulo 2.

Cuando oyó el chapuzón que dejó la niña, el pequeño se desesperó, pero al momento de caer al mar se dio cuenta de que ya no estaba de ese color azul resplandeciente que había admirado al llegar a ese extraño lugar y que no tenía agua salada sino que estaba hecho de…

¡Jugo de manzana! Sí, así como oíste, el mar era de jugo de manzana. Sin querer tragó un poco pero no tuvo una sensación desagradable, sino al contrario, cuando el jugo pasó por su boca sintió el delicioso líquido corriendo por su lengua y garganta.

Luego recordó a Clara Luna y la comenzó a buscar con la mirada. Después de algunos segundos la encontró encima de una gran roca que se encontraba en medio del mar —al parecer había aparecido de la nada, porque antes no estaba allí—, a unos pocos metros de él. Se disponía a nadar hacia su compañera de clase, pero el sonido de una voz melodiosa hizo que se detuviera. Cuando el pequeño niño volteó hacia el otro lado, vio a una hermosa sirena, que parecía más o menos de la edad de ambos chicos y que contaba con una gran melena de rizos rubios y unos bellos ojos de color azul cielo, encima de otra roca más pequeña.

—Pequeño niño —lo llamó la sirena—, ven hacia mí —canturreó con su voz hechicera.

El pequeño niño, hipnotizado, comenzó a nadar hacia la sirena.

—¡No vayas, Oliver! —Gritó Clara Luna con desesperación—. ¡Es una trampa, piensa comerte! ¡Ven hacia mí, no hacia ella!

Al oír el grito de la niña, Oliver salió un poco del trance en que la sirena lo tenía y se detuvo.

—¡Ven hacia mí! —Ordenó la sirena con una voz más dulce y encantadora que la que usó antes.

—¡No vayas!

—Ven hacia mí, yo te quiero más que a nadie — sonrió la sirena con encanto—. Ella no te quiere —se refirió a su compañera—, yo soy la única que te quiere.

—¡Eso es mentira! ¡No vayas con ella!

Oliver se sintió entre la espada y la pared, por un lado tenía a una encantadora sirena rubia que lo llamaba con una voz tan melodiosa que hizo que por un momento se olvidara de su amada compañerita y del otro lado la tenía a ella, la chica por la cual entró a ese extraño mundo porque quería darle sus presentes del día de San Valentín, presentes que estaban en su mochila, misma que había quedado olvidada quién sabía dónde —lo más probable era que se hubiera quedado en el barco pirata, pero eso ya no tiene importancia.

—Ven hacia mí. —Volvió a decir la sirena con su voz sublime.

—¡No! —Gritó Clara Luna más fuerte que antes—. ¡Por favor, no!

Oliver miró a la sirena y luego a la niña y se quedó pensativo; al final decidió nadar hacia la que siempre había sido dueña de su corazón. La sirena, al ver eso, dio un espantoso chillido, y cuando ambos niños voltearon a verla ya no era la atractiva sirena que vieron en un principio, sino ahora parecía un horrible monstruo con la piel verde, unas afiladas garras y unos dientes filosos.

La sirena se lanzó al mar y comenzó a nadar hacia el niño.

—¡Nada más rápido! —Le advirtió—. ¡Está nadando hacia ti!

El pequeño niño nadó más rápido —incluso, por no estar acostumbrado a nadar con tanta velocidad, llegó a tragar algunos sorbos del jugo de manzana— y pronto llegó con la hermosa niña y ésta le ayudó a subir a la roca. En el momento en que salió por completo del mar, el jugo de manzana se convirtió en… ¡Jugo de naranja! Entonces la sirena comenzó a gritar con horror.

—¡Noooo! ¡El jugo de naranja me quema! —Chilló con fuerza—. ¡Ayúdenme! —Imploró a ambos niños —. ¡Súbanme a la roca, por favor! No aguanto el jugo de naranja, y no podré llegar a la otra roca —señaló la roca en la que había estado antes—, entonces moriré con mucho dolor…

Oliver sintió lástima por ella y le tendió su mano para ayudarla a subir.

—¿Qué haces? —Le reclamó Clara Luna—. ¡Ella quería comerte! ¡No la ayudes!

—No podemos dejar que muera así —le comentó con voz suave.

—Pero… —Quiso reprocharle, pero Oliver no le prestó atención y ayudó a la sirena a subir por completo a la roca.

—¡Muchas gracias! —Le dijo la sirena con sinceridad. Ahora ya volvía a ser como en un principio, no como el horrible monstruo que quería atacarlo.

La hermosa niña la vio con desconfianza y colocó al pequeño niño detrás de ella.

—Él fue muy amable contigo, aunque tú querías comértelo —le reclamó—. Ahora le debes un favor.

La sirena se quedó pensativa.

—Está bien —dijo luego de unos segundos—. ¿Qué quieres que haga por ti? — Le preguntó al chico.

—Emm… bueno… —balbuceó el pequeño.

—Dinos cómo salir de aquí. —Se adelantó Clara Luna.

—El favor no es para ti, es para él —le reclamó la sirena—. ¿Tú quieres eso o quieres otra cosa? —Preguntó con amabilidad al pequeño.

—¿No sabes cómo salir de aquí? —Le preguntó Oliver, horrorizado, a su amiguita.

—No… Vale, no me veas con esa cara, he entrado aquí antes pero jamás había terminado en medio del mar, tenemos que regresar a la playa, pero no sé cómo —comentó apenada—. Lo siento.

—Sí quiero eso. —Se dirigió a la sirena—. Ayúdanos a salir de aquí.




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