Comenzaron a caminar y, llegando al lugar indicado, notaron que el cielo comenzó a ponerse gris.
—Oh no, va a llover — dijo Clara Luna preocupada.
—Te daría mi suéter para que te cubrieras con él, pero lo dejé en mi mochila —le mencionó Oliver.
— No te preocupes por mí —sonrió.
—Ptsss…
En ese momento escucharon un sonido extraño y se quedaron quietos. Asimismo comenzaron a caer unas pequeñas gotas de agua.
—Ptsss. —Volvieron a oír y comenzaron a voltear por todas partes—. Por aquí —dijo una voz tranquila y ellos se sorprendieron al ver ahí a un joven, escondido detrás de un árbol, que les hacía señas para que fueran con él.
Ambos se acercaron al joven con lentitud.
—Va a llover pronto, en este lugar los aguaceros son muy fuertes y quedarán empapados, así que les ofrezco un refugio en mi casa en lo que pasa la lluvia —les ofreció.
Ambos niños lo vieron con recelo, ya que no querían confiar en un desconocido de otro mundo.
—Además —continuó el joven—, mi hermanito nunca ha conocido otro niño, es muy tímido, así que sería grandioso que conociera unos nuevos amiguitos.
—Lo siento, pero nosotros no confiamos en extraños —le comentó Oliver, pero el joven solo sonrió.
—Está bien, pero si necesitan un refugio, mi casa está por acá. —El chico señaló una pequeña casita color gris que se encontraba cerca de allí mientras las gotas comenzaban a hacerse más gruesas y caían con rapidez—. Pueden llegar si quieren.
Los chicos le dieron las gracias y en cuanto el joven se fue, ambos decidieron colocarse debajo de un árbol, pero para su mala suerte, comenzaron a caer relámpagos.
—¡No podemos quedarnos aquí! —Exclamó Oliver con preocupación.
—Lo sé, tendremos que ir a buscar refugio en la casa del tipo ese.
Caminaron hacia la casita que les había señalado el joven y tocaron la puerta.
—Ya voy, ya voy. —Oyeron la voz del chico que se encontraron no hacía mucho. Pocos segundos después les abrió la puerta y sonrió—. Sabía que eran ustedes dos. Pasen. —Se hizo a un lado, dejando pasar a los niños.
Después de ofrecerles unas toallas para secarse y de invitarlos a sentarse en el sillón, el joven dijo que iba a presentarles a su hermanito para que lo conocieran y se dispuso a subir las escaleras, dejando solos a los dos niños en la sala.
Ellos empezaron a hablar en voz baja.
—Ojalá pase pronto la lluvia —deseó Clara Luna.
—Y los relámpagos —agregó Oliver.
—Creo que fue mala idea entrar en esta casa, no me da mucha confianza ese hombre —susurró Clara Luna
—Tienes razón.
—Además se ve muy viejo, ha de tener como veinte años.
—Sí, es cierto —siguió él—, pero no te preocupes, si intenta hacernos algo, yo lo distraigo y tú corres.
—Oh, no, no podría dejarte solo con él, que tal si te empuja y te lastima.
—No importa, tú tienes que escapar.
—Shhh, ahí viene —susurró.
En ese momento bajó el joven con un niño que tenía más o menos la edad de ellos, pero de una estatura más baja.
—Parece que sí quería que conociéramos a su hermanito —murmuró Oliver a Clara Luna.
Oliver y Clara Luna tuvieron más confianza en el muchacho, porque vieron que era verdad que tenía un hermanito y que el niño se escondía detrás del mayor abrazándolo por la cintura.
—Saluda —le dijo al pequeño. El joven se apartó de su hermanito y le dio un leve empujoncito hacia adelante. El niño alzo la mano sin decir una palabra—. Bueno, los dejo, niños, platiquen de algo mientras se pasa la lluvia.
El hermano grande subió a su habitación y dejó solos a los tres niños.
—Y… —Clara Luna comenzó a hablar—. ¿Cómo te llamas? —Preguntó al niño, pero él solo bajó la mirada y no le respondió. Ella creyó que el niño no la escuchó, así que volvió a formular la pregunta—. ¿Cómo te llamas?
—Te oí la primera vez… —susurró el niño.
—Oh… —Ella iba a responderle algo pero el chico la interrumpió
—No quiero decirte mi nombre.
—¿Y por qué no? —Ella frunció los labios.
—Porque no me gusta… En realidad me avergüenza —indicó con voz tímida.
—Vamos, amigo, no hay ningún nombre feo —comentó nuestro pequeño héroe—. Yo soy Oliver y ella es Clara Luna —la señaló—. Ahora dinos cuál es el tuyo.
El otro chico lo miró directo a los ojos.
—Hipotenusa —susurró mientras bajaba la cabeza.
—¿Eh?
—¡Hipotenusa! —respondió, ahora con tono brusco.
—¡Oh! —Exclamó Clara Luna.
—Lo ven, ¡es horrible! —Se quejó.
—Por supuesto que no —dijo ella—. Es muy peculiar, ¿sí o no, Oliver?
—Sí —contestó con rapidez.
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Editado: 30.06.2025