El pequeño viaje del pequeño niño.

Capítulo 6.

En ese preciso momento la puerta de una casita se abrió y los niños vieron a…

¡Dos seres no más grandes que la altura donde se encontraban sus rodillas! Tenían forma de huevito, con unos ojos que parecían un óvalo negro pintado y una boquita sonriente, ¡parecía que el dibujo de un niño de primero de primaria había cobrado vida! Los dos seres se acercaron a ellos.

Mira, son humanos —susurró uno.

—¡Qué raro! Creí que los humanos no existían y solo eran un invento de mamá para entretenernos con sus cuentos.

—¡Aww, qué cositas tan más tiernas! —Chilló Clara Luna, haciendo que los monitos voltearan a verla—. Me dan ganas de abrazarlos…

—Humanos, nosotros somos los gemelos Morlindo —señaló a su hermano—, y su servidor, Morfeo. —Se señaló.

—Yo soy el lindo —añadió Morlindo con voz delicada.

—Y yo soy el inteligente —presumió Morfeo.

Clara Luna los vio con atención y no encontró ninguna diferencia entre ellos.

—Pero los dos son iguales —comentó, haciendo que los gemelos se escandalizaran.

—¡Claro que no! —Respondieron al unísono.

—Pero se acaban de presentar como gemelos, es obvio que se van a parecer —dijo el pequeño niño confundido.

—Bueno, nos parecemos un poco —expuso Morfeo—, pero no somos iguales. —Miró a la niña hermosa con el entrecejo fruncido—. Acuérdate que yo soy el inteligente.

—Y yo soy el lindo.

—Lo siento. —Clara Luna se disculpó, pero no se molestó en disimular su diversión.

—No es divertido —reclamó Morfeo.

—Sí, sí lo es —contradijo la chica.

Morfeo fulminó a Clara Luna con la mirada.

—Emm… —Intervino Oliver—. Amigos —no sabía cómo referirse a ellos, así que optó por esa palabra—, nos tenemos que ir, queremos llegar a la playa lo más pronto posible.

—¿A la playa? ¿Para qué quieren ir a la playa? —Preguntó Morlindo con voz inocente.

—Porque ahí está el portal para llevarnos a nuestro mundo —respondió él.

—¿El mundo humano? —Volvió a preguntar Morlindo, viéndolos fijamente.

—Ajá.

—¿Me pueden llevar allí?

—Emm… No creo que sea posible, Morlindo —comentó Oliver medio apenado.

—¿Por qué no?

—Porque nosotros vamos a nuestro mundo y ya no vamos a regresar aquí, entonces tú no podrás regresar tampoco —explicó Oliver—. Así que adiós, gemelos.

Luego se dio la media vuelta y comenzó a caminar; Clara Luna lo siguió. Unos segundos después, Clara Luna le susurró a Oliver:

—Nos están siguiendo…

Oliver volteó de reojo y, en efecto, vio a los gemelitos detrás de ellos.

—¿Qué hacen? ¿Por qué nos siguen?

— Queremos ir al mundo humano —explicó Morfeo.

—¿Por?

—Porque quiero ir a hacer experimentos allá.

—Y yo quiero ver más humanos para decirle a mi mami que conocí muchos —dijo Morlindo con inocencia.

—¡No pueden ir! —Exclamó Clara Luna—. Ahora váyanse a su casa —les ordenó.

Los dos chicos comenzaron a alejarse pero los gemelos los volvieron a seguir.

—¿Ahora qué hacemos? —Le susurró Oliver.

—Hay que distraerlos o perderlos — contestó en el mismo tono.

Oliver se quedó un rato pensando.

—¡Ya sé! —Comentó finalmente—. ¿Quieren jugar a las escondidas? —Se dirigió a los gemelos.

—¿A las escondidas? ¿Qué es eso? ¿Un juego humano? —Preguntó Morfeo.

—Ajá.

—¡Yo quiero jugar! ¡Yo quiero jugar! —Exclamó Morlindo dando saltitos de emoción.

—¿Cómo se juega? —Preguntó el inteligente.

—Nosotros contamos hasta cincuenta con los ojos cerrados y ustedes se esconden, luego los tenemos que ir a buscar —explicó.

En lo que los niños fingían contar, los hermanos se fueron a esconder con rapidez.

—¡Qué ingenioso, Oliver! —Exclamó Clara Luna.

— Sí, en lo que ellos se esconden, nosotros nos vamos rápido…

Segundos después, los niños comenzaron a caminar hacia la salida del lugar, pero a unos metros de salir, encontraron a Morlindo mal escondido detrás de una roca. Ambos se hicieron como que no lo vieron e iban a seguir su camino, pero la voz de Morlindo los detuvo.

—¡Ay, ya me encontraron! —Salió de su escondite y corrió hacia ellos.

—En realidad no te habíamos visto, así que te damos chance de que te vuelvas a esconder —dijo Oliver, con la esperanza de que Morlindo aceptara y se fuera hacia otro lado.

—No, así ya no vale —aceptó—. Pero vamos a buscar a mi hermano. —Tomó a cada niño con una mano y los regresó hacia donde estaban.

Un ratito después, los tres encontraron a Morfeo detrás de un árbol. Morfeo se decepcionó de lo rápido que lo vieron.




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