Olivia llegó a casa, abrió la puerta principal y caminó hacia la sala. A punto de subir las escaleras una voz la sorprendió:
–Hija – dijo la señora – te estuvimos llamando ¿dónde has estado?
Olivia rodó los ojos un poco hacia un lado sintiendo la jaqueca, intentado recordar, la verdad es que se encontraba en el limbo.
–Estuve trabajando, muy ocupada, luego fui con algunos amigos y... supongo que perdí el móvil – confesó, arrugando el entrecejo por la resaca – no sé cómo ni dónde. Conseguiré otro pronto.
Su madre asintió en modo de entendimiento. Olivia sentía cómo si su cabeza fuese a explotar en algún momento.
–Tu jefe estuvo llamando, – le informó – dijo que necesitaba conversar contigo acerca de trabajo, ventas o algo así, no recuerdo muy bien. Será mejor que lo llames. – aconsejó antes de reconocer – Muy amable el señor – sonrió pícara.
Olivia asintió, sin prestarle atención al cumplido de su madre hacia su jefe, intentando recordar lo de la noche anterior, pero nada, no consiguió algo más que sentirse frustrada.
Las horas pasaron, su estómago estaba abastecido y ahora debía hablar con su jefe, hacía ya cuatro meses que la habían ascendido de sub-gerente a gerente de la agencia de seguros para la que trabajaba y eso significaba que sus deberes y responsabilidades habían aumentado. Pronto tendría todo lo apropiado para contraer matrimonio con Leila, su pareja.
–Leila – susurró. Quiso llamarla, pero reparó en que su móvil aún seguía perdido, entonces fue por el de la casa.
* * *
La tienda de artículos para niños desprendía un suave olor a perfume infantil, toda el área era fresca e iluminada, era el mundo del bebé.
–Entonces – dijo la empleada con entusiasmo casi a punto de comérselo con su mirada gris, como un cielo antes de la tormenta – ¿Cuál de las cunas le agrada más?
Dan había estado distraído palpando un par de osos de peluche.
–Disculpe, – respondió él con amabilidad – creo que es mejor esa más grande. – Señaló – Soy inexperto, nunca antes había comprado cosas para bebés – Se justificó – También llevaré estos, – entregó el par de peluches a la empleada que parecía derretirse con la actitud del caballero.
Dan rodó el carrito con cosas necesarias para el cuidado de un bebé, desde teteros en sus distintos tamaños, un canguro de tela, gomitas para morder, cucharillas de colores, leche y un manual para padres. También algunas sábanas con dibujos, ropas de talla pequeña y muchas almohadas con forma de animales.
La empleada pasó la tarjeta del abogado para pagar la cuenta y Dan se encontraba sumergido en sus propios asuntos, visualizando constantemente su teléfono móvil, eso impidió que le prestara mucha atención a la mujer que se esmeró en atenderle bien.
–Gracias – dijo él antes de salir.
–Si necesita ayuda con su bebé, yo puedo colaborar – se ofreció ella sinceramente – soy buena niñera.
Dan se detuvo, se volvió sobre sus pies para tener contacto visual y le sonrió.
–Lo tendré en cuenta – le respondió – sabré dónde encontrarla.