El pequeño Eddie

9

     Dan abrió la puerta de su apartamento, haciéndose a un lado para permitirle la entrada a la rubia.

–Bienvenida. – Le dijo con cortesía. 

–Gracias. – Respondió ésta al entrar – Es muy lindo tu hogar. – Admiró, viendo todo a su alrededor.

–Gracias. – Dijo él de vuelta. – Disculpa el desorden. – Dijo un poco apenado por los libros esparcidos sobre la mesa

–¿Es broma? – preguntó ella – Aquí hay más orden que en mi habitación, créeme.

     Dan se sintió más a gusto con ella al ver su carácter, frescura y comportamiento en general, era bastante humilde.

–No tengo mucha experiencia en éstas cosas. – Dijo él – Es mi primera vez con un niño.

–¿Y su madre?

     Dan contrajo su rostro en un gesto de verdadera frustración, se sentía acorralado.

–No está, – respondió con voz baja – y no estará.

     Ella asintió, aparentemente comprensiva.

–No importa tu falta de experiencia, no es un problema gigante; – le dijo ella con tono amable – tiene usted toda una vida para aprender.

     Dan sonrió, colocando con cuidado la canasta sobre la mesa a un lado de los libros.  

–Entonces ¿usted tiene experiencia con esto de los niños y cosas así?

–Sí, así es. – Asintió sin abandonar su gesto amable – Sé de niños y sus mañas.

–¿Tiene hijos? – preguntó, haciéndole una seña para que tomara asiento.

–No. – él fijó la vista en ella al escuchar la respuesta, con muchos signos de interrogación dando vueltas alrededor de su cabeza – Pero sí tengo un montón de sobrinos. – Completó ésta. Dan asintió al entender ahora.

–¿Qué pasará con su trabajo? – inquirió el hombre de ojos azules – Espero no causarle algún problema.

     Dan recordó que aquella mujer se había venido con él no más, después de avisar a las otras empleadas, sin pedir permiso. Eso le pareció bastante extraño.

–No es mi trabajo, – sacudió la cabeza ligeramente – la dueña del comercial es mi madrina, su hija es mi mejor amiga y encargada de las gestiones que se llevan a cabo allí. De modo que, me gusta colaborar. La ayudo con los clientes.

Dan asintió en modo de entendimiento.

–Espero que también guste ayudarme con el pequeño Eddie. – Dijo poniéndose de pie y sacando algo del bolsillo trasero de su pantalón – También necesito mucha asesoría acerca de estas cosas, señorita Melany – sacó de su cartera algunos billetes y se los ofreció.

     Melany los tomó, aunque no se esperaba aquello, pero objetó.

–Es más dinero que el que se le paga normalmente a las niñeras por día. – Dijo regresando un par de billetes.

–Téngalos. – Dijo él sin querer recibirlos de vuelta – Ese es su pago por el día de hoy. Sólo quiero que mi bebé esté bien atendido, tengo una tarde y parte de la noche llena de trabajo.

–Le aseguro que atenderé a la criatura lo mejor posible, me encantan los niños.

     Dan se acercó a la cocina tranquilamente.

–Disculpe lo mal educado que he sido con usted, – abrió la nevera – no le ofrecí ni un vaso de agua.

–No se preocupe, – respondió ella haciendo un gesto con la mano – no ha sido muy necesario.

–Ya estamos sobre la hora del almuerzo. – Dijo él al sentir que su estómago se lo estaba recordando – ¿Le apetece comida rusa?

–Claro. – Asintió, poniéndose de pie con intenciones de colaborar en algo – Comida rusa, excelente. – Asintió, sonreída y ligeramente sonrojada.



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En el texto hay: miedo, sangre, suspenso

Editado: 01.03.2020

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