El pequeño Eddie

10

     Dan dejó al pequeño Eddie en buenas manos, no sería demasiado complicado cuidar de la criatura, puesto que casi no lloraba, de vez en cuando se quejaba y la mayoría del tiempo hacía ruidos con la boca. Ahora Dan se encontraba conduciendo hacia las afueras de la ciudad, debía resolver otro asunto pendiente. Ya el atardecer había tomado el protagonismo y unas nubes oscuras comenzaban a danzar en el cielo, eclipsando la luz del astro rey. La temperatura comenzaba a descender y el ambiente se tornó algo apagado, era evidente que se acercaba una tormenta; agradeció al cielo que Eddie tuviera al menos un techo bajo el cual estar en tiempos como éstos y sintió pesar por los niños que justo en esos momentos tendría que acampar bajo un puente.

     La briza hacía que las hojas secas de los árboles cayeran y otras se alejaran volando, para luego descender hasta tocar el suelo y no ser recordadas jamás, convirtiéndose en material biodegradable.

      Aceleró la velocidad y se encaminó hacia la pequeña casa que los padres de Olivia tenían para pasar los veranos y olvidarse de los químicos y demás contaminación a los cuales se exponían en la ciudad; estar allí era tener un verdadero contacto con la madre naturaleza, todo era de un verde olivo de superficie casi húmeda, suelo lleno de grama y hojas, grandes árboles que se mecían y emitían un rumor casi melancólico, como el último sonido de una pieza de órgano.

     Tomó el móvil de su propiedad en una mano y avisó que estaría en el lugar acordado en pocos momentos, informando que la hora y el lugar exacto se acercaba para finalizar todo este rollo que suponía un caso que estaba llevando sin fines de lucro.

* * *

     Leila llegó directamente a la propiedad entre pequeñas montañas, atravesando el camino de tierra y estacionándose justo en frente de la casa de madera de buena calidad, el suelo era una combinación de césped con hojas secas y otras verdes y la temperatura se había tornado más fresca, un poco fría, quizá era por la briza fuerte que comenzaba a golpear su cuerpo con suavidad pero insistencia. Leila acomodó su cabello desordenado por el viento y se cubrió con el abrigo que traía atado a su cintura, abrazándose en un acto inconsciente de sentirse protegida.

     Se alejó a pasos tranquilos del escarabajo color rosa que tenía como auto, miró a su alrededor, grabando cada detalle con la mirada y recordando ciertos momento junto a Olivia en ese lugar. Subió los escalones de la entrada, deslizando los dedos sobre la madera del pasamanos de las escaleras. Respiró el aire húmedo y frío del entorno, adentrándose al espacio que suponía ser el despejado porche, sillas y una mesa de madera, un jarrón con flores ya marchitas y señales de abandono, lo cual planeaba modificar apenas se mudara. Telarañas en las esquinas superiores e inferiores, la puerta principal bajo llave y el ruido del motor de un auto que se acercaba. Leila se dio la vuelta para ver quién se acercaba por la única carretera que había allí, pero la pared de la esquina se lo impidió, pues, tapaba la vista. No hizo caso, siguió caminando sobre el suelo de madera, observando detalles admirables en su entorno y esperando la llegada de Olivia, quién ya sabría, por el auto estacionado, que estaba allí, toda feliz y rebosante de esperanza.

     Leila bajó la mirada, sonriendo a penas, curvando sus labios en una fina línea al sentir pasos lentos tras ella

–Te amo, Olivia, – dijo – así fue, así es y así será. – Cerró los ojos un instante, suspirando, al sentirse plena. Todo lo que necesitaba era a ella.

     La persona a su espalda permanecía en completo silencio, lo que dio lugar a que Leila quisiera dar media vuelta sobre sus pies.



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En el texto hay: miedo, sangre, suspenso

Editado: 01.03.2020

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