Olivia miró el desastre con el que se encontró, ahogando un grito de horror, arrugando el entrecejo al ver el estado de las personas dentro de la habitación, Leila había perdido el color, tenía los labios y las uñas pálidas, pareció que toda la sangre la había dejado derramar sobre el suelo del lugar. Había sudor en su rostro y apenas tenía el valor de intentar decir algo, pero Olivia le adelantó con expresión de quién pilla un crimen:
–¿Qué has hecho?
–Sácame de aquí, – logró decir la pelirroja con un hilo de voz saliendo de sus blancos labios – ayúdame.
Definitivamente Olivia quería hacerlo, pero no sabía primero a quién, miró al niño luchando por su vida, igual que su madre. Pero eligió la segunda opción. Corrió hacia Leila a paso veloz y con cuidado colocó un brazo bajo las rodillas y el otro bajo la espalda para alzarla con cuidado y llevarla al hospital más cercano que hubiera. Olivia era una mujer de aspecto bastante afeminado, pero con la fuerza típica de quién lleva la mitad de su vida dentro de una academia de artes marciales.
Fin de Flash-back.
Leila alzó su barbilla lo suficiente para demostrar renuencia y orgullo.
–Estuve a punto de saciar mi morbo; – respondió, asintiendo ligeramente mientras le miraba fijamente a los ojos – sí estuve muy cerca de conseguirlo, pero...
–Te lo impidió el hecho de que llegué a tu habitación y encontré aún con vida a nuestro hijo, – la interrumpió, completando la frase – te lo impedí al llevar al niño a un hospital antes de ser demasiado tarde. Gracias a que hubo alguien que me avisó del embarazo que meses atrás fingiste como un aborto cuando te pregunté, alguien que me facilitó la información acerca de tu ubicación. – Pausó – Nunca tuve problemas con que me dejaras y te volvieras una lesbiana por completo, porque lo menos que me importó fue el estilo de vida que llevaras, créeme, lo que me llenó de cólera fue que otra persona me avisara de un embarazo que iba en marcha, en el cual el hijo es mío y el cual tú planeabas regalar a quién sabe quién.
Al escuchar aquello Leila rompió a reír por lo bajo, como una burla.
–Eres un soberano idiota – con aquella frase quiso decirle mucho, pero prefirió dejarlo hasta allí. Su expresión facial cambió en pocos segundos – Te odio – le gruñó.
–No tanto como yo a ti – bramó él como respuesta – ¿Qué has conseguido con todo ésto? – Quiso hacerla reflexionar acerca de los hechos – mira que lentamente vas quedando sola, no tienes a tus padres, yo te detesto, tu propio hijo seguramente te querrá a metros bajo tierra cuando sepa la versión real de los hechos y, tu preciada y adorada novia y "futura esposa" – hizo un gesto con los dedos de ambas manos – se largó, porque vio que era lo más correcto, mucho mejor que quedarse con una loca es hacerle ilusiones, mentirle y luego dejarla plantada al concluir en que es la decisión más justa.
Leila hizo una mueca de ferocidad con los labios cuando aquello entró por sus oídos, aquellas palabras eran como navajas en sus tímpanos. Como el grito de una caravana de demonios, como el sonido de dos metales raspándose entre sí. Entonces, para darle más diversión al juego, Dan sacó de su bolsillo delantero del pantalón un celular móvil, conocido para Leila.
–¿Conoces esto? – preguntó, sabiendo la respuesta – es el móvil de Olivia, todo este tiempo estuvo colaborando conmigo – la cara de Leila era de completa incredulidad – sorprendente ¿verdad? Que la persona en quién más confías te arroje a la hoguera.
–Eso no es cierto, – replicó Leila, sacudiendo la cabeza – Olivia nunca me haría algo así.
–Ah ¿No? – dijo rápidamente Dan, fulminándola con su azul mirada de odio y sacando unos papeles de la carpeta que posteriormente arrojó a un lado – ¿Entonces me puedes explicar por qué Olivia firmó el testimonio que ella misma dio en la denuncia que llevé a cabo en tu contra?