El pequeño Eddie

14

      Dan arrugó el entrecejo al ver aquello, no había pensado en que algo así podía suceder, pero de acuerdo con las experiencias que había tenido con ella, era de esperar cualquier actitud estúpida de su parte.

–¿Qué..? – reaccionó al instante – ¿qué coño haces? ¿Se puede saber qué es lo que pretendes?

–Voy a lastimarme – dijo ella con lágrimas en los ojos – no te daré el gusto de dejarme encerrar. No seguiré viviendo.

–Espera – le dijo – no lo hagas. ¿De verdad no vas a darte otra oportunidad?

     La cara de comprensión y voz de psicólogo la dejaron pasmada

–¿Oportunidad de qué? – preguntó ésta con un hilo de voz – No tengo a nadie, todos me han dejado, simplemente estoy sola – decía con una cascada de lágrimas rodando sobre sus mejillas mientras lentamente Dan se acercaba a ella – ¿Por qué simplemente no me matas? Quiero terminar con ésto de una vez.

     Dan se puso en cuclillas frente a ella, sobre aquel desastre de fotografías, papeles que contenían el acta de denuncia y hojas secas. La briza se hacía más fuerte y el ambiente ya se estaba poniendo para una tormenta, nubes negras y truenos. La sangre seguía derramándose de su brazo, al igual que las lágrimas de sus ojos. Dan pasó una mano sobre la cabeza de Leila, acariciando su rojo cabello como si lo hiciera con una niña asustada, entonces le tomó la barbilla cuidadosamente con una mano y así alzarla para que mirara sus ojos.

–Mátame – pidió ella en un susurro, mirando los azules ojos de él.

     Dan con delicadeza le quitó la navaja de sus manos. Leila era un lago de emociones extremas, pero eso no justificaba sus actos. El caballero frente a ella se dispuso a cortar un trozo de su camisa con la navaja, la rasgó y luego utilizó aquello para cubrir la herida en el brazo de la joven hasta detener el sangrado. Se aseguró de que Leila no tuviera algún otra arma escondida, porque esa actitud tan mansa a veces era una estrategia de los animales más letales. Se aseguró de guardar el arma en su bolsillo y decirle a la cara con voz tranquila:

–¿De verdad crees que te lo voy a dejar tan fácil? – preguntó mirándola a los ojos – No. Leila, la cárcel te espera sana, completamente sana y cuerda como para enfrentar una vida tras los barrotes, o al menos muchos años. 



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En el texto hay: miedo, sangre, suspenso

Editado: 01.03.2020

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