El pequeño Eddie

20

     Melany mira con cara de ternura y diversión el rostro casi demacrado de Dan, las ojeras dejaban en evidencia la falta de sueño, mientras en la cuna el niño, después de una noche de llantina ahora si tenía ganas de dormir y lo hacía deliberadamente.

–No preguntes – dijo Dan al imaginar lo que iba a decir la joven mujer – no quiero ni recordar que anoche no cerré un ojo.

    Melany rió por lo bajo, encogiéndose de hombros y rodando los ojos hacia un lado en gesto de inocencia 

–Podrías descansar el día de hoy – planteó Melany.

–Ni pensarlo – respondió éste fingiendo una sonrisa, sin poder con su cuerpo y con las ganas de comer que cargaba casi siempre a pesar de alimentarse perfectamente – el deber me llama, todo el día – volteó a mirar a Eddie, que tiraba los peluches a todas partes – y ahora la noche también – pausó – otra cosa – dijo, llamando la atención de ella – el refrigerador está surtido, no es necesario que sigas trayendo comida – señaló la cartera con un par de envases herméticos con el almuerzo y alguna merienda que había traído la rubia de ojos grises – yo desayunaré en el trabajo – miró a su alrededor, las ventanas estaban abiertas, música suave de fondo y las superficies limpias – creo que es todo por ahora. Ya me tengo que ir.

* * *

     El ambiente estaba frío debido al aire acondicionado que refrescaba el lugar, algunos abogados caminando de un lugar a otro, un par de policías y algunos civiles en sus asuntos; Dan esperaba impaciente la llegada de su turno; acomodó su corbata un poco y deslizó la mano sobre la superficie de su traje, asegurándose de que no tuviera alguna arruga. La carpeta en sus manos contenía toda la información necesaria que suponía las pruebas para la acusación que haría, el testigo estaba allí. Un ex vecino de Leila, aquel que le informó acerca del embarazo escondido.

–Ya es momento – le dijo un oficial uniformado, captando su atención al instante – la acusada está aquí, los testigos y el juez.

     Y sí que los médicos y las autoridades del país no perdían tiempo. Leila aún no había sido procesada, pero tenía un par de esposas en sus manos juntas sobre su vientre, se veía débil, más pálida de lo normal y ultra delgada. Cargaba una camisa negra y un jean de color azul, lucía como una joven universitaria con anemia. Los médicos habían extraído la bala, le limpiaron la zona, cocieron y colocaron una cura; la anestesia estaba surtiendo efecto, ya que la joven mujer estaba sobrellevando el dolor en la herida mayor de su cuerpo.

     Le lanzó una mirada venenosa a su ex novio y ahora acusador, enemigo y peor basura para ella. Dan la miró con serenidad, sin odio en sus ojos, sin expresión alguna. Pudo visualizar su mejilla lastimada, un hematoma en su barbilla, raspones en su mano y el labio inferior roto; la carrera que había dado mientras era perseguida no fue poca cosa y ahora estaba allí, con aspecto de quién está a punto de desmayarse, desganada y con destellos de resignación en su cara, aunque su mirada decía todo lo contrario.



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En el texto hay: miedo, sangre, suspenso

Editado: 01.03.2020

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