El Perfume

EPÍLOGO

Dos años después…

Una joven castaña se encontraba sentada en su pequeño escritorio revisando unos documentos en la computadora cuando el sonido del teléfono interrumpió su concentración.

—¡Buenos días, oficina administrativa del Parque Botánico Fantasy Park! —contestó con su tono amable de siempre.

—Hermosa, soy yo —escuchó la voz de Adrián al otro lado.

—¿Qué ocurre, cariño? ¿Tienes algún problema? —preguntó con calidez.

—No exactamente… aunque todo dependerá de ti —dijo él con un tono misterioso.

—No comprendo —respondió, intrigada.

—¿Tienes tiempo para almorzar conmigo?

—Yo siempre tengo tiempo para mi esposo —contestó, fingiendo ofensa.

—Lo sé, amor. Solo que últimamente el trabajo te tiene ocupada y casi no almorzamos juntos.

—Cierto… pero me has dejado curiosa, así que haré un espacio. Pásame a recoger en una hora, ¿sí?

—Perfecto —respondió él satisfecho.

Una hora después…

Adrián llegó puntual y juntos se dirigieron a un restaurante de comida tradicional. Mientras esperaban sus platos, Julieth no tardó en preguntar:

—Ahora sí, ¿me dirás por qué dijiste que “todo depende de mí”?

Adrián sonrió, juguetón.

—El negocio que concreté con mi padre es sobre la construcción de un hotel en Isla Encanto.

—¿Un hotel? ¿Y yo qué tengo que ver en eso? —preguntó, confundida.

—Mucho —dijo él con esa sonrisa que siempre la desarmaba.

—¿Mucho?

—Sí. Porque ese hotel lo diseñé pensando en ti.

—¿En mí? No bromees… —rió ella.

—Es verdad. El hotel está rodeado de naturaleza, y el aire allí es tan puro y perfumado como tú. Por eso se llamará: "El Perfume".

Julieth lo miró sorprendida, mientras Adrián continuaba:

—Cada habitación tendrá tu aroma. Quiero que quienes se hospeden allí sientan lo mismo que yo cuando percibo tu fragancia: paz, calidez y deseo.

—Agradezco que te hayas inspirado en mí, pero… ¿por qué dices que necesito participar?

—Porque los investigadores que elaboran las esencias necesitan conocer tu perfume natural. —Le tomó la mano con una sonrisa traviesa—. Así podrán recrearlo con precisión.

—¿Quieres que me estudien como si fuera un experimento científico? —exclamó alarmada.

—No, amor, nada de eso. Solo necesitan sentir tu perfume. Por favor, hazlo por mí.

Julieth suspiró y sonrió. —Está bien, pero tendrás que compensarme.

—Por supuesto. —Él sonrió de oreja a oreja—. Y tengo varias ideas sobre cómo hacerlo.

Días después…

El matrimonio Owen recibió en casa a un grupo de investigadores.

—Les presento a mi esposa, la inspiración de este proyecto —dijo Adrián, con orgullo.

—Debe sentirse afortunado, señor Owen. Tiene una esposa hermosa —comentó uno de los hombres.

—Y con una energía que se siente solo con estar cerca —añadió una mujer del grupo—. Su aroma transmite paz, pero también una dulzura envolvente.

Adrián sonreía feliz mientras Julieth, sonrojada, trataba de mantener la compostura.

Al despedirse de los investigadores, Adrián comentó:

—Tenían razón, ¿sabes? No sería mala idea que tú seas la imagen del hotel.

—Eso sí que no, Adrián. No soy modelo.

—No tendrás que desfilar. Solo mostrarás el hotel en las promociones —insistió él, rodeándola con los brazos.

—¿Y qué gano yo con eso? —preguntó fingiendo molestia.

—Que cada día te ame más —susurró, besándola en la mejilla.

—Eres un manipulador.

—Y tú… una hermosa hechicera.

Meses después…

Adrián observaba el hotel terminado junto a su padre.

—Sin duda es uno de nuestros mejores proyectos —dijo el señor Owen.

—Y aún no has visto las habitaciones —respondió Adrián.

Entraron a una de ellas y el aire se llenó con un aroma floral, fresco y suave.

—Es un perfume natural y sereno, pero también sensual —comentó su padre—. Transmite calma… y vida.

—Es el perfume de Julieth —respondió Adrián, con orgullo.

Mientras tanto…

En su oficina, Julieth revisaba su correo electrónico hasta que uno le llamó la atención. El remitente era Gerald S.

Abrió el correo con una mezcla de curiosidad y nostalgia.

El asunto decía: “Gracias por todo”




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