El perfume del Rey [rey 1]

Capítulo 3.

—Ellas son mis hijas, Liz y Emily Malhore.- Nos presenta papá.

—¿Liz es una abreviación de Elizabeth? — Pregunta el joven de ojos miel.

—No, es simplemente así. —Se limita a responder. Es evidente que no se siente cómoda y no es la única.

—Creo que es mejor que nos presentemos. Soy Cedric —extiende su mano hacia ella — Él es Percival. —Señala al mayor de los 3.

—Y a mi me pueden llamar Mercader. — Se adelanta el joven de ojos verdes.

—¿No cree que deberíamos saber su nombre si vamos a hacer negocios?

—Sabrán lo necesario y mi nombre ahora no es algo urgente.

Mamá sirve la cena para todos mientras la mirada del mercader recae sobre mi cada medio minuto.

—¿Puedo hacerle una pregunta? —Escucho hablar a mi hermana menor, quien se dirige al hombre que me observa.

—Por supuesto. —Acepta el sujeto, dedicándole una sonrisa.

—¿Mi hermana le recuerda a alguien?

—¿A qué se debe el cuestionamiento?

—No ha dejado de mirarla.

—Solo me acostumbro a que su rostro se me hará muy familiar si se llegará a cerrar el trato.

—Entonces debería empezar a explicarnos su propuesta. —Interviene mi padre.

—De acuerdo, no esta de más decir que soy un importante hombre de negocios en Lacrontte y he querido ampliar el horizonte en mis negocios invirtiendo en otras naciones y que mejor que comenzar con la perfumería mas famosa del reino de Mishnock.

—Como familia agradecemos las adulaciones, pero podría ser más especifico.

—Bien. El joven Cedric, quien es su compatriota me comentó sobre su fama y creí que con una buena inversión podríamos extender el negocio hasta Lacrontte.

—¿A su rey no le importa tener una perfumería propiedad de un plebeyo del reino enemigo?

—Su majestad Magnus —interviene Percival —. No se relaciona mucho con el pueblo, solo le interesa que cumplamos con sus leyes y en ninguna se prohíben las alianzas de negocios con Mishnock. Es más, me atrevería a decir que ni siquiera lo notará, él jamás sale de su palacio.

—Entonces hablemos de inversiones.

Consumo la comida intentando no prestar atención a la reunión pero casi me atraganto cuando revelan que la cifra será de 3 millones de tritens.

—¿En qué se gastará? —Cuestiona mi padre, visiblemente desconcertado por el número.

—En Lacrontte nos gusta el lujo así que será necesario, ustedes obtendrán el 30% de las ganancias acumuladas allá y si logramos abrir sucursales aquí, obtendrán el 40%

—Esperábamos el 50% —refuta mi padre.

—Estoy ofreciéndole más de lo justo. Dentro del resto debo costear el nuevo sitio, empleados y materiales.

—Creo que es una buena propuesta, Erick. — Habla mamá.

—Bien, lo pensaremos como familia.

—No deberían tardarse tanto —alega el mercader —. No imaginan lo difícil que fue venir hasta acá, los permisos que se necesitan para salir del reino dado el caos que hay en la frontera por la guerra se vuelven cada vez más difíciles de conseguir.

—Lo haremos. No tiene que preocuparse.

—No debería contarles esto, pero el futuro esta en mi reino. El ejercito se esta dotando de grandes armas que seguro usarán contra ustedes, por lo que deben tener algo que los respalde fuera de Mishnock si la economía de esta nación llega a caer y yo vengo a ser esa solución.

—Parece que intenta manipularnos.

—Solo les muestro la realidad. Las guerras destruyen la economía y si las cosas siguen así, nadie les prestará atención a sus perfumes, en cambio, los grandes acaudalados de Lacrontte no tendrán problema en gastar dinero en lujos.

—Ya le dije —responde padre, dispuesto a no ceder bajo presión —. Lo pensaremos y les daremos una respuesta pronto. Ahora por favor cenemos.

—Hay algo más —interrumpe Percival, captando la atención de todos —. El joven Cedric nos dijo que este es un negocio familiar.

Todas las miradas se dirigen al moreno de ojos brillantes, quien solo se encoje de hombros.

—Soy su voz en Mishnock —dice con naturalidad —. Debo mantenerlos informados.

—Así que —continúa el mayor de los 3 —. Necesitaría que una Malhore se fuese conmigo a Lacrontte para que me enseñe todos los secretos de la perfumería.

—Mi esposo perfectamente puede viajar y enseñarle lo necesario. —Alega mi madre.

—No me están entendiendo. Requiero a alguien permanentemente a mi lado y creo que la encontré —sus ojos se desvían hacia mi hermana, quien baja la cabeza intimidada —. La señorita Liz ha captado mi atención.

—Mis hijas no están buscando un compromiso.

—Pues deberían, los enfrentamientos cada vez se incrementan más y pronto las familias no podrán mantenerse y bueno, ustedes tienen 3 hijas. Los impuestos subirán para mantener la guerra, la economía se centrará en la supervivencia, en los implementos básicos y entonces no tendrán para pagar y mucho menos venderán lo suficiente para vivir. En cambio, si Liz esta casada con un hombre generoso como yo, ella podrá tener una vida privilegiada y aportar a su familia con mi dinero.

—Para eso es el trato ¿no? —cuestiona mi padre —. La sucursal en Lacrontte nos ayudará a sobrellevar la situación aquí.

—Parece que no está entendiendo el trasfondo de la propuesta. Si no hay compromiso, no habrá negocio. No crea que voy a dejar mi perfumería e imponer su monopolio solo por dinero. Necesito una estimulación superior.

—Me pregunto por qué tiene que viajar al reino enemigo a conseguir esposa. ¿Qué reputación tiene en Lacrontte?

—La mejor y pienso codearme con su hija para extender mi patrimonio y renombre.

—No estamos interesados.

—Padre —mi hermana levanta la voz —. Creo que deberíamos pensarlo y aceptar.

—No tenemos que dejarnos chantajear.

—Él tiene razón. La guerra cada vez se agudiza más, Lacrontte es más numeroso y todos sabemos que sanguinario. Yo podría asegurar el futuro para todos. Estoy dispuesta a hacerlo por mi familia.

—No te precipites, Liz. —Intervengo por primera vez en la noche.




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