El frío de la noche calaba hasta los huesos, pero Ed apenas lo notaba. Permanecía inmóvil, observando a la mujer que seguía allí. Real. De carne y hueso.
Los paramédicos se acercaron a ella en cuanto la vieron, envolviéndola en una manta térmica mientras intentaban entablar comunicación. Pero no obtuvieron respuesta. No hablaba, no reaccionaba, ni siquiera pestañeaba ante la luz de la linterna que pasaban frente a sus ojos.
Desde la ambulancia, con una gasa presionada contra su ceja abierta, Ed lo observaba todo en silencio. Cada detalle.
La sangre en su frente, el choque, la lluvia, la mujer. Todo era real. Y sin embargo, un escalofrío le recorrió la espalda con una sensación que no sabía cómo explicar.
Porque aunque ella estuviera allí, aunque respirara, aunque los paramédicos registraran su pulso en el monitor… él no podía sentirla.
—Presión baja, pero estable —murmuró uno de los paramédicos a su compañero.
—¿Responde a estímulos?
—No ha dicho una palabra desde que la encontramos. Puede ser un estado de shock severo. Mírale el cuello.
Ed vio cómo el paramédico bajaba un poco la manta térmica para exponer la garganta de la mujer. Ahí estaban las marcas.
Moretones oscuros, redondos, simétricos. Huellas de dedos. Como si alguien la hubiera sujetado con una fuerza brutal, lo suficiente como para asfixiarla.
—Parece un intento de estrangulamiento —dijo el otro paramédico con tono grave—. Esta chica ha pasado por algo jodido.
Ed tragó saliva. Fuera lo que fuese que le hubiera ocurrido, había sido reciente.
Uno de los policías se acercó a los paramédicos, echando un vistazo a la escena.
—¿Puede hablar? —preguntó.
—No responde a preguntas, pero físicamente está bien. Sin signos de trauma severo aparte de los hematomas.
El policía asintió y se agachó junto a la mujer.
—Señorita, ¿cuál es su nombre?
Nada.
El oficial suspiró y probó de nuevo, esta vez con voz más firme.
—¿Recuerda qué le pasó? ¿Quién la lastimó?
Los segundos pasaron en un silencio insoportable.
Entonces, la mujer levantó la mirada y giró la cabeza muy lentamente hacia Ed.
Sus ojos se clavaron en él.
Y aunque su expresión seguía siendo vacía, sin emoción alguna… Ed sintió que su pecho se oprimía.
Porque ella lo estaba mirando como si lo conociera.
El oficial mantuvo la mirada fija en la mujer unos segundos, esperando una respuesta que no llegó. Su rostro seguía inexpresivo, sus ojos clavados en Ed de una forma que le ponía los nervios de punta.
El policía chasqueó la lengua y se puso de pie, sacando su libreta del bolsillo.
—De acuerdo —dijo con tono profesional—. Si no puede hablar, la llevaremos al hospital para que la examinen con más calma.
Se giró hacia los paramédicos.
—¿Puede caminar?
Uno de ellos asintió.
—Sí, pero está en estado de shock. Mejor la subimos a la camilla.
Con cuidado, los paramédicos la ayudaron a incorporarse. Ella no opuso resistencia, pero tampoco colaboró activamente. Se dejó hacer, con la misma inexpresividad con la que había estado desde el inicio.
Mientras tanto, la oficial que había estado interrogando a Ed se acercó de nuevo.
—Señor Williams, necesitamos su versión de los hechos una vez más, con más detalles.
Ed se pasó la mano por la nuca, todavía sintiendo la tensión en su cuerpo.
—Ya se lo dije. Iba conduciendo cuando la vi en medio de la carretera. Giré el volante para evitar atropellarla y me estrellé. Salí del coche y la vi ahí, en el arcén, sin moverse. Estaba desnuda, con marcas en el cuerpo. Le di mi chaqueta y traté de hablarle, pero no respondió.
La oficial tomó nota rápidamente.
—¿Antes de verla en la carretera notó algo extraño? ¿Otro vehículo? ¿Personas en la zona?
Ed negó con la cabeza.
—Nada. Era un tramo completamente vacío.
—¿La reconoció? ¿Le resultaba familiar?
Ed frunció el ceño.
—No. Nunca la había visto antes.
La oficial hizo una pausa, observándolo fijamente, como si intentara medir si estaba siendo sincero.
—Recibimos la llamada de un conductor que pasó por aquí hace unos minutos. Dijo que vio su coche accidentado y pensó en detenerse, pero cuando miró bien, no vio a nadie. ¿Dónde estaba usted en ese momento?
Ed sintió un escalofrío. ¿Alguien pasó por allí y no la vio?
—Yo… estaba con ella, justo aquí —dijo, señalando el punto donde la mujer había estado de pie.
La oficial no dijo nada, pero apuntó la respuesta en su libreta.
—Bien. Vamos a necesitar que venga a la comisaría mañana para hacer una declaración formal. Es un procedimiento estándar en casos como este.
Ed asintió lentamente, aunque su mente seguía dando vueltas a lo que había pasado.
En ese momento, la otra patrulla que había estado inspeccionando la zona regresó. Uno de los policías bajó la ventanilla y se dirigió a su compañero.
—Hemos buscado en los alrededores, pero no encontramos ninguna pista sobre cómo llegó hasta aquí —dijo—. Ningún rastro de ropa, ni huellas en el barro, ni signos de otro vehículo detenido recientemente.
La oficial frunció el ceño y miró a la mujer, que ya estaba acostada en la camilla de la ambulancia, mirando al techo sin parpadear.
—¿Y los informes de personas desaparecidas?
—Nada que coincida con su descripción en la base de datos por ahora.
Ed sintió un peso frío en el estómago.
¿De dónde había salido esta mujer?
Uno de los paramédicos cerró la puerta trasera de la ambulancia y se dirigió a los policías.
—Nos la llevamos al hospital. Si hay algo más que necesiten, pueden preguntar allí.
La oficial asintió.
—Nosotros también nos retiramos. Vamos a necesitar el informe médico en cuanto esté listo.
Los motores de la ambulancia y la patrulla rugieron al unísono. Ed se quedó allí, bajo la luz intermitente de los faros de su coche destrozado, viendo cómo la ambulancia se alejaba con la mujer dentro.
Editado: 09.03.2025