El pescador de madera

2.- La bruja de la playa

Habiendo tomado una gran bocarada de aire, que le devuelve un poco de color al cuerpo, Carlos explica espantado “¡Me miró, el pescador me miró!” pero, incrédula su amiga piensa que quiere jugarle una broma.

—¡Te digo que me miró! ¡Movió los ojos! ¿Por qué te mentiría?

—Bien, voy a ver, voy a ver.

—A ver, a ver. Figurita de madera, dime de qué estás hecha. —Tararea creyendo que nada va a pasar. Pero, efectivamente las pupilas del pescador la miran fijamente y luego la goma de mascar que está en el piso. Del miedo Hisae se endereza y todos sus cabellos se erizan al mismo tiempo. ¡La figura está viva! Y al parecer, tiene ganas de comer goma de mascar.     Nerviosa corrió de vuelta donde su amigo repitiendo, “está viva, está viva. ¿qué hacemos? ¿a quién le decimos? no van a creernos. ¿Será humano? Hay que devolverlo a su forma natural. Pero, hay muchas personas, no podemos o tal vez sí.”.

Tan espantada corrió que Carlos se echó a correr con ella deteniéndose cerca de la tienda en que se encontraba la adulta que los acompaña. Y una vez que se detuvieron la tomó por los hombros para detener su parloteo.

—Oye, oye. ¡oye! No hablo chino.

—Tenemos que ayudaru, está atrapado. —Dijo al fin en español… o algo similar.

—¿Y si es un gnomo malo?

—¿Y si es bueno?

—Lo más probable es que sea malo.

—Los gnomos no son malos. —Reprocha, un poco ofendida pensando en sus amigos que le entregaron la piedra mágica y la ayudaron a volver a casa meses atrás.

—Los gnomos ni existen, quizás sea un monstruo, un diablo o algo peor.

—Lo viste mover los ojos, ¿por qué dices que no existen?

—¡No lo sé!

Hisae se acomoda el cabello con las manos y respira profundo, Carlos por imitación visual, hace lo mismo y se calma un poco. Entonces se miran seriamente, claramente sus opiniones son muy diferentes. La mujer con las bolsas al hombro les pregunta que sucede y si vieron lo que querían, ellos asienten al mismo tiempo. Encabezando el camino de vuelta, la señora sonríe feliz de ver que su hijo ha hecho una amiga nueva en las vacaciones sin saber de qué estaban hablando tan susurrantes.

—Hisa, lo mejor en estos casos es alejarse. Esa cosa es rara, puede ser peligroso.

—¿y si necesita ayuda?

—De todos modos, no podemos hacer nada, somos niños y si decimos algo, quizás nos hagan daño.

—¿por qué pasaría algo así?

—No lo sé, mamá dice que no me meta en lo que no tiene que ver conmigo y estaré bien.

—Pero si tu fueras ese gnomo, querrías que te ayuden… ¿no es así?

—Pero yo soy un buen niño, no es lo mismo.

—¡Pero no sabes cómo es el gnomo!

Se vuelven a mirar en silencio, cuando están cerca de la cabaña escuchan al abuelo de Hisae gritando desde la esquina de la calle con ahínco un “¡Ahí estás pilluela! ¡Cómo te alejas así sin avisar!” Despidiéndose rápido, la chica hace un gesto de mano muy efusivo, y Carlos le pide que se aleje de esa “cosa”, pero Hisae solo asiente muy seria, lo que le hizo creer que su nueva amiga no pensaba desistir de saber qué pasó con ese pescador gnomo de madera… Pero, él no piensa meterse en ello.

—Es una locura, este es el mundo real no una película dónde los buenos siempre son héroes.

—¿Dices? —Alejandra lo mira con atención interrumpiendo su charla con la vecina.

—No hablaba contigo, no es nada.

—Bueno, como sea. Mamá esta poniendo la mesa para comer, así que lávate las manos antes de que te digan algo.

      Carlos se mira las manos y asiente culpable mirando a su hermana. Estando a la mesa, le pregunta a su familia si sabe sobre los gnomos y si son reales o falsos para escuchar las diferentes teorías de su familia, como las risas condescendientes que le dan por ser un infante que al parecer cree en la magia. Nadie cree en eso, y lo poco que cree su madre lo adjudica al diablo… lo mejor es alejarse de esa figurita de madera, concluye.

 

      Tras cenar, Hisae y Oni se ponen el pijama para acostarse y conversar recostados en la pieza que comparten, Oni había compartido bastante con la chica que conoció el día anterior, recorriendo de punta a punta la playa buscando su collar sin resultados, pero estaba feliz, porque había podido tomarle la mano por un buen rato. Y ella, ella le contó sobre la extraña figura de madera que mueve los ojos como si estuviera vivo, convencida de que es un ser en desgracia insiste en que tiene que ayudarlo.

—Creo que Carlos tiene razón, puede ser mala idea.

—¿Qué? ¿Es que no me crees que los gnomos son buenos?

—Sí, te creo. Pero... eto… no es nuestro problema, no lo conocemos.

—¿y qué con eso?

—Ya sabes lo que dice papá, que no es educado meterse en los problemas de otros.

—¿y si puedo ayudarlo con mi piedra mágica?

—Pero no te ha pedido ayuda… mejor no te metas Hisa, además que no deberías mostrar el poder de la piedra con nadie. ¿Recuerdas lo que hablamos?



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En el texto hay: brujas malas, magia y amistad, leyendas urbanas

Editado: 04.02.2022

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