El Peso De La Corona

-01-

Ella

—¿Dónde están?— miré a todos lados del Jardín, buscaba a mis pequeños conejitos, son tan tiernos.

 

Corrí de arbusto en arbusto buscándolos, siempre encuentran la manera de perderse de mi vista, es como si quisieran tenerme todo el día detrás de ellos.

 

—Emma— Gritó mi madre a la entrada de la casa.

 

—¡Ya Voy!— Respondí, no quiero llegar tarde a la cena, es la última antes que mi hermano mayor se una a los guerreros, después de eso, no lo veré por un largo tiempo.

 

Terminé de agarrar a los conejos y volví a casa, mi hermano estaba en medio de todos, toda la atención estaba enfocada en él, me sentía algo melancólica, pronto se irá, se irá mi cómplice, aquel que siempre me dio su apoyo.

 

—¿Qué haces tan lejos? ¡ven y abraza a tu hermano!— Dijo él extendiendo su mano en mi dirección.

 

Lo abracé y sentía como mis lágrimas comenzaban a caer, esto se siente irreal, sé que es la responsabilidad de todo hombre y un honor para la familia, pero… no podía evitar tener miedo por él ¿y si algo le pasa? 

 

Mi padre también fue un gran guerrero, nunca perdió una batalla, llegaba con grandes botines y todo el pueblo lo amaba, eso lo llevaba a estar más tiempo lejos de casa, nuestra familia era reconocida en todo el pueblo, pero tanta atención no me gustaba, sentía que hacíamos las cosas para no quedar mal delante de los demás, no podíamos ser nosotros mismos, era como si llevásemos una máscara delante de todos los que nos rodean, no sabíamos quién podría traicionar o entregar a mi padre y también, a mi hermano, en las manos de los enemigos.

 

—Deja de llorar Magdalena— Dijo mi hermano dándome pequeños golpecitos en la espalda.

 

Me alejé de él y le di una triste sonrisa, sin duda, he aprendido de él un montón, sabía que sería un valiente guerrero.

 

La cena terminó y yo ya había ido a mi habitación, estaba viendo las estrellas, cuando estaba chiquita mi madre me decía: “Por cada estrella que ves en el cielo, hay un sueño que se cumplió” sé que no es tan cierto, pero me enseñó que si luchamos por lo que queremos, nuestros sueños se harán realidad.

 

¿Qué se siente tener un sueño? Hasta entonces no he tenido ninguno, todos mis amigos se habían ido detrás de uno, pero yo no había tenido el deseo tan grande  de lograr algo, quizá… tener un sueño no era tan necesario.

 

Al día siguiente, todos despedíamos a mi hermano, convertirse en guerrero siempre fue su deseo y sabía que lo había cumplido, estoy muy feliz por él, me di la vuelta y llegué hasta el jardín de la casa, estaba decorado con numerosas flores, era común ver aves de múltiples colores recorriendolo.

 

—¿Te encuentras bien? — Preguntó mi madre deteniéndose a mi lado.

 

—Sí, si lo estoy— desvié un poco la mirada.

 

—Tus ojos no me dicen eso, querida— Ash, ¿las mamás por qué son así?

 

—Yo… Me siento feliz de que mi hermano esté logrando su sueño, pero… ¿es normal que yo no tenga uno?— La miré a los ojos.

 

Me sentía tan confundida, todos avanzaban en esta carrera, muchos ya estaban casados y yo… iba a morir soltera y sin propósitos, más aún que a las mujeres no se nos permitía opinar, una mujer que no se casaba, era tomada como alguien con un problema.

 

Había tenido demasiados pretendientes, pero mi padre los rechazaba a todos, decía que merezco algo mejor, apreciaba sus esfuerzos, pero los años no se detienen, no era tan mayor, pero a mis veintiún años, se supone debería estar comprometida, esas son las costumbres.

 

—¿En qué piensas ahora?— Me preguntó acariciando mi cabeza.

 

—¿Por qué las cosas son así?— Me miró confundida.

 

—¿A qué te refieres Emma?— No sabía si debería hablar de eso.

 

Mi madre era de ese tipo de persona que era muy  cariñosa, pero a su vez era tan… ¿Cómo decirlo? A ella no le gustaba el cambio, creía que las cosas estaban bien así como estaban.

 

—Siento que somos menospreciadas por el simple hecho de ser mujeres— Ella me observó algo sorprendida.

 

—Todos tenemos un lugar, y el nuestro es en casa, cuidando de nuestros esposos e hijos— No estaba tan de acuerdo.

 

—Sé que es nuestra responsabilidad, los hombres y las mujeres tenemos características diferentes, cada uno tiene una función, pero… no por eso deben tratarnos como un objeto— Ella asintió.




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