El Peso De La Corona

-05-

—Amm ¿Debería agradecerle?— pregunté mientras desviaba mi mirada.

 

Nunca me había gustado ser el centro de atención, quizá, por eso había optado por liderar algo que no era absolutamente reconocido.

 

—Debería hacerlo— se acercó a mí.

 

Yo instintivamente di unos pasos para atrás, algo que me costaba imaginar era el resto de mi vida junto a ese sujeto, pensar en eso… ¡era realmente molesto!

 

—¿Algo no le gustó?— me preguntó a lo que yo asentí.

 

—Con todo respeto su majestad, me molesta su presencia— susurré.

 

—¿Qué no te gusta de mí? Soy la persona perfecta— pareció algo extrañado.

 

No sabía si era conveniente responderle, pero… también me lo había preguntado, sería descortés de mi parte no darle respuesta ¿no era así?

 

—su majestad ¿Realmente quiere que le diga?— pregunté con algo de duda.

 

Él asintió, comencé a buscar las palabras menos ofensivas posibles.

 

—Primero… prómetame que no se va a enojar— dije señalándolo con mi dedo.

 

Parecía que lo había prometido, tomé aire, quería decirle todo lo que había estado callando, espero que no me odie después de que  termine de hablar, bueno, no me importaba que me odiara, más bien, que no despegara mi cabeza de mi cuerpo.

 

—No me gusta para nada sus aires de superioridad, que pone a su persona por encima del pueblo, en mi opinión, el rey está puesto para cuidar del pueblo y el pueblo para satisfacer los caprichos de su monarca, detesto que toda su dictadura sea injusta, no me agrada ni un poco que usen la violencia cuando no es necesario, que traten a las mujeres como basura y la vida de las personas que nos sirven como estiercol, que dejen a las mamás sin hijos, que traten a los demás como si fuesen polvo que merece ser pisado por ustedes, detesto que se hacen llamar “reyes” y  solamente están destruyendo la tierra, en mi cabeza no cabe la idea de que usted vaya a gobernar si vemos la manera en la que me eligió, no creo que usted sea apto para tomar buenas decisiones, espero que esté equivocada, espero que este lugar no termine destruido, no quiero que haya más injusticia, ni personas que se creen mejor que otros, no que los niños crezcan en este horrible y despiadado lugar, no quiero que más personas mueran por crimenes que otros cometieron, no quiero… que más familias sean destruidas y que los más crueles gobiernen y se aprovechen  de los débiles, no… no quiero— mi voz había comenzado a entrecortarse.

 

Mis ojos estaban llenos de lágrimas, en mi mente pasaban cada una de esas terroríficas escenas, tantas cosas injustas que había visto, tantas muertes de inocentes que no tenían la posibilidad de defenderse, que daban voces y ninguno prestaba oído a sus gritos.

 

—¿Se encuentra bien?— se acercó algo ¿Preocupado? A mí.

 

Lancé un enorme suspiro y negué con mi cabeza.

 

—Se está divirtiendo ¿cierto? No sé por qué me escogió a mí, pudo haber escogido una “corona mejor” ¡¿Por qué yo?! ¡¿por qué me hizo entrar en este terrorífico lugar?! No tiene idea cuanto odio esto— Comencé a llorar —No quiero tener que ver con la sangre de todos a los que han asesinado injustamente.

 

El

Había quedado desconcertado por cada una de sus palabras, en algún momento llegué a pensar que el palacio era el lugar perfecto para vivir, lejos de tanta pobreza y mendigos, ¿Por qué ella detesta tanto este lugar? La saqué de en medio de esos pordioseros y ¡¿Así es como agradece?!

 

—¿Por qué nos odias tanto? ¿Qué hicimos?— pregunté bastante molesto.

 

—Porque ¡Son unos asesinos!— Gritó.

 

No tenía como responderle, sus palabras… ¿Por qué me afectan tanto? ¿Realmente me veía como un asesino? Ella, estaba demasiado furiosa, sus lágrimas, creo que eran más de coraje que de tristeza.

 

—Yo vine hasta aquí para darle un recorrido, vine en son de paz… pero, creo que es mejor volver luego— me di la vuelta.

 

—Lo siento, no debí haber sido tan dura con usted… debí haber sido más prudente, hagamos de cuenta que esta conversación no pasó ¿Está de acuerdo?— se colocó de pie mientras secaba sus lágrimas.

 

—Está bien, no pasó nada— Extendí mi brazo— es hora de que conozcan a la nueva princesa.

 

Ella

Sentía que había explotado, pero había descansado un poco de las cosas que llevaba dentro, esto era algo que no podía hablar con cualquiera ¿Quién lo diría? Terminé diciendoselo al principe ¡Tenía que ser Emma!




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