El Peso De La Corona

-12-

—Su majestad, primeramente le agradezco el honor que me ha concedido al permitirme ser una de las candidatas para cuidar de su reino en el tiempo de su ausencia, desde que fui elegida como esposa para su hijo, el principe Esteban, no solo me convertí en su esposa y nuera del rey, también me vi en la obligación de llevar sobre mi cabeza el peso de la corona, estoy consciente de la obligación que tengo y tendré a partir de ahora, sé muy bien la diferencia que hay entre su consejero Abundio y yo, que recién me uno a  la familia de su majestad el rey, no es secreto que Abundio ha sido su mano derecha desde la lamentable muerte de su esposa, que su posición es una de las más codiciadas aparte de la suya majestad, que a diferencia de mí, que crecí siendo educada como la hija de su humilde servidor, el consejero Abundio, en este momento no perdería nada si este reino fuese tomado, ya que por su puesto, probablemente, sea exiliado y posiblemente puesto como un sabio consejero en la corte de la persona que le perdone la vida, pero yo, no como su sierva o nuera, sino como su hija, porque eso es lo que he venido a serle a usted, su majestad, después de haberme casado con su hijo,  si este reino llega a ser conquistado, usted, su hijo y yo, seríamos los primeros en ser muertos, en este momento, estoy jugando mi vida al tener puesta esta corona, le doy mi palabra, su majestad, que todo lo que haré será mantener el reino en pie, porque como futura reina, lo que más quiero es que mis hijos tengan un lugar que dirigir— dije sin desviar la mirada ni un momento del rey.

 

Cada una de mis palabras eran firmes, si le mostraba un reflejo de la fortaleza de la reina, sin duda, sería la elegida por el rey, la mirada de Abundio estaba sobre mí, sabía que me había puesto en el mayor peligro de todos, estoy arriesgando mi vida por el poder tener a Maxi a mi lado.

 

—Pueden irse, Esteban, tu y yo, debemos pensar bien las cosas, ustedes dos, pueden irse— dijo el rey.

 

—La acompañaré a su habitación, princesa— se acercó a mí.

 

Instintivamente había llevado mis manos al brazo de Esteban, claro estaba que no quería estar cerca de él.

 

—No Abundio, yo llevaré a mi esposa a su habitación— dijo Esteban con un semblante bastante aterrador, tanto que el mismo rey no se atrevió a intervenir.

 

—Lo siento, príncipe, pensé que podría hablar un poco con su esposa— se disculpó haciendo una reverencia.

 

—Ella no puede hablar con nadie en mi ausencia, ella no puede estar a solas, con ningún hombre que no sea su esposo— añadió en un tono aún más severo. 

 

—Esteban— intervino el rey —Lleva a tu esposa a su habitación, te espero para discutir la elección que tomaremos— Esteban asintió y tomando mi mano, nos alejamos del lugar.

 

—¡Estuviste impresionante Emma!— me felicitó con una sonrisa.

 

—Estaba que me desmayaba de los nervios ¿Realmente lo hice bien?— lancé un profundo suspiro.

 

—Hay algo que me preocupa acerca de Abundio, por eso, estarás en la habitación con “los tres mosqueteros” así como los llamas y pondré guardias en la puerta, de esa manera me sentiré más seguro— me miró a los ojos.

 

—Gracias, gracias por todo lo que has hecho hasta ahora, muy dentro de mí, puedo sentir que tendremos a Maxi con nosotros muy pronto— sonreí animada.

 

Está claro que todo esfuerzo tiene su recompensa, que cada sacrificio que hacemos nos acercará a lo que realmente anhelamos, tener a Maxi aquí, junto a nosotros, será la señal de uno de mis más grandes sueños hechos realidad, pero, debemos ser pacientes, esperar a que ese momento llegue.

 

La habitación estaba silenciosa, los tres mosqueteros habían llegado, y los guardias… sus pasos resonaban en la habitación, después de contarles o que había pasado, lo mejor que podíamos hacer era orar y esperar.

 

El

Había ordenado a tres guardias que estuvieran en la puerta, otros dos en cada pasillo, Emma había sido demasiado valiente al hablar de esa manera delante de Abundio, pero, ahora es mi turno, mi turno de hacer que todos los esfuerzos de Emma no sean en vano, ella es la única que merece estar a cuidado del reino en nuestra ausencia, esto es algo familiar y  Abundio no tiene parte en esto.

 

—Su majestad, ya he llegado— me senté a su lado.

 

Él me observaba entre asombrado y orgulloso.

 

—¿Qué es lo que pasó con Abundio hace rato? él es mi consejero, es de confianza— cuestionó mirando fijamente a mis ojos.

 

—Rey, Abundio no es de confianza, por lo menos, no para mí— desvié la mirada.

 

—¿Qué quieres decir con eso? ¿no fue ese el motivo por el que me pediste que lo considerara?— preguntó confundido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.