—Además de leer los ojos, es un poco convencido, su majestad— sonreí de lado.
—Señora Emma, los ojos no mienten ¿Recuerda que prometimos decir la verdad y nada más que la verdad— arqueó su ceja.
—Efectivamente… en ese caso tendré que darle una respuesta a firmativa, tiene toda la razón— me giré dando unos pasos a su lado y un suave golpe en su hombro.
Esteban con una pequeña sonrisa en el rostro, tomándome del brazo hizo que me estrellara con su pecho, levantó con una de sus manos mi rostro su mirada estaba puesta de manera fija sobre mí, su lenta aproximación hacía que mi corazón se acelerara y mis ojos se cerraran instintivamente hasta que pude sentir sus labios sobre los míos, al alejarnos escondió detrás de mi oreja un mechon rebelde y me acunó entre sus brazos.
—No podría ser más felíz ahora— sonrió como un niño pequeño.
—Gracias— susurré tomando su mano— Gracias por escucharme hoy.
—Para eso está su principe, para escuchar las quejas de las concubinas.
—¡¿Qué dijiste?! ¡Ven aquí!— grité para comenzar a perseguirlo.
Cuando volvimos al palacio los tres mosqueteros estaban esperándonos junto a nuestro pequeño, nuevamente esas estacas de culpa se agolpaban en mi pecho apuntando, quizá Esteban lo notó porque sujetó con un poco de fuerza mi mano, como si me dijera que todo estaría bien.
—¡Mamá!— Exclamó envolviendome en un abrazo —tenemos una sorpresa para ti.
Maxi tomó mi mano y la de Esteban arrastrándonos a nuestra habitación, éramos seguidos por los tres mosqueteros.
—Cierra los ojitos— hizo que cubriera mi rostro.
—¿Hoy ha sido el día de las sorpresas? Porque si es así, hoy es mi día favorito— dije con uan sonrisa.
—Ya estoy aquí, puedes abrir los ojos mamá.
Después de hacer como me dijo, frente a mis ojos estaba un bello vestido.
—Es para ti, los tíos me ayudaron a recuperarlo de mamá y juntos lo restauramos para ti— sonrió de una manera demasiado amplia.
¿Dijo que había sido de su mamá? ¿Ahora me lo estaba dando a mí? Ya no podía contener la emoción y mis ojos se desbordaron en lágrimas, la mirada preocupada de Maxi se posó sobre mí.
—¿No te gustó? ¿Estás triste? ¿Por qué lloras?— hizo un leve pucherito.
—Es porque le gusto mucho que llera, ella está muy feliz ¿No es así Emma?
Asentí mientras secaba mis lágrimas sentí cómo Maxi me envolvió en un apretujado y lindo abrazo.
Quizá he estado pensando de más las cosas, Maxi… él no es como Félix, eso no significa que vaya a seguir esforzándome por ser una buena madre ni que vaya a dejarlo de lado en un futuro, él es… nuestro hijo y como lo que es será tratado.
—Ya quiero verte con el vestido ¡Estarás muy linda!
Un par de días habían pasado y las noticias de parte de mi hermano habían llegado.
—Dice que está bien… pero lo atraparon— confesó el mensajero entregando la carta.
Quedé tan conmocionada por las palabras que Esteban y el general me sujetaron para que no cayera al suelo, con mis manos temblorosas tomé entre mis manos esa carta que se encontraba con manchas de tierra y sangre.
“Hermana…
En este momento estoy en una de las prisiones del palacio, pero no te preocupes, estoy siendo bien tratado a pesar de que hayan intentado sacarme información, al saber que soy cuñado del principe y hermano de la consejera real han decidido darme un mejor trato con la esperanza de que ustedes con su ejercito vengan en mi búsqueda y queden atrapados entre la emboscada, Te sugiero que cambies el plan original y utilices uno más sutil y menos invasivo, espero con ansias el que volvamos a vernos, con amor Emmanuel”
—Está prisionero… pero, sí, está bien— dije en un tono muy bajo de voz.
—Debemos pensar en algo rápido, el cuñado no puede quedarse allá mucho tiempo— añadió Esteban.
—Eso es… dije uniendo las piezas del campo de batalla ¡Eso será! tengo un plan— los observé —pero es uno muy riesgoso… para mí.
Todas las miradas se posaron en mi dirección y todos en silencio esperaban que hablara acerca del plan.
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Editado: 25.05.2021