El Peso De La Corona

-25-

Después de un par de copas la sobriedad lo abandonó por completo, estaba bastante risueño y la diferencia que había con su “versión sobria” era de un abismo de distancia.

 

—¿Le he dicho lo bella que se ve con ese vestido?— se acercó a mí.

 

Sus movimientos eran bastante torpes, denotaban con facilidad que el efecto de aquella bebida y su combinación con aquella medicina estaba comenzando a manifestarse.

 

—Su majestad… es la quinta vez, pero no me canso de escucharlo— sonreí.

 

—No es correcto que una dama esté a solas en la habitación de algún hombre...sin importar si es o no su prometido…pero usted tiene claridad en eso ¿No es así princesa?— acarició mi cabello,

 

Si Esteban lo viera de esta manera le habría bajado una mano.

 

—Conozco perfectamente los riesgos que conllevan mis acciones, además… no le veo ningún mal que visite la habitación de mi prometido noches antes de la boda… sería— me acerqué a su rostro —dar un paso con anticipación, incorrecto sería que corriera a los brazos de otro hombre y no de mi futuro esposo.

 

—Parece que usted tiene un don para las palabras, princesa— tomó mi mano.

 

Me levanté del taburete y fui guiada hasta la cama, sus ojos estaban fijos en mí, su equilibrio era pésimo, lo cual jugaba perfectamente a mi favor.

 

—¿Se encuentra bien, su majestad?— ladeé la cabeza.

 

—Me encuentro perfectamente— Me dejó caer en ella y… se quedó dormido.

 

Reí un poco mientras salía de la habitación, nadie estaba en el camino, salvo dos guardias que conocían el plan, el próximo objetivo eran los reyes… En cuanto al príncipe… Los guardias lo escoltaron muy lejos de aquí, le prometí a Isabel que no lastimaría a nadie, cumplir mi palabra es prioridad.

 

—¿Cómo te fue?— preguntó Isabel mientras yo entraba al aposento.

 

—He vuelto, lo que significa que me fue bien… va uno, faltan dos— sonreí.

 

A la mañana siguiente la noticia de la desaparición del príncipe era primicia en el palacio.

 

—¡Es inaudito que mi hijo escapara antes de la boda!— exclamó el rey entre tanto golpeaba la mesa.

 

—¿Soy tan desagradable que prefirió huir? simplemente hubiese rechazado la propuesta, no era necesario hacer esto— fingí tristeza —pero debo admitir que me pareció bastante apuesto— sonreí tímida.

 

—Iniciaremos la búsqueda, te aseguro que cuando vuelva se casará inmediatamente contigo— afirmó la reina.

 

Yo espero que no lo encuentren, no quiero dos bodas, con Esteban he tenido más que suficiente y debo volver con y por Maxi.

 

—Princesa ¿Está llorando?— preguntó bastante sorprendido el Rey— sequé con rapidez mis lágrimas mientras negaba.

 

—Se ha de sentir ofendida por culpa del hijo del rey— acarició mi cabeza.

 

—Me siento un poco mal, por favor, disfruten la cena… yo… tengo que ir a descansar—  pedí mientras me alejaba.

 

Lo último que escuché de ellos fue preguntándose si tanto me había afectado la desaparición del arrogante ese. Lo que no tenían idea era que lo que se serviría a continuación tendría la misma medicina que los hará entrar en el profundo sueño. Con ellos, a diferencia del príncipe, la dosis era más baja… Estaba ansiosa por que despertaran y vieran a otro en su trono.

 

—¿A dónde vas?— corrió Isabel detrás de mí.

 

—¡Por mi hermano y mi esposo!— respondí con una sonrisa.

 

—¿Ganamos?— preguntó incrédula y emocionada.

 

—¡Ganamos!— respondí con su misma emoción.

 

Horas más tarde y con mi verdadero esposo al lado, hicimos oficialmente nuestra entrada al palacio, no como Emmaline, sino como Emma Edevane futura reina de Lostland. Los antiguos reyes estaban recostados en el piso del salón del trono, esperábamos a que despertaran mientras hacíamos las últimas recomendaciones para la nueva extensión del reino y tenía a las personas perfectas para esto.

 

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estamos aquí?— dijo la reina mientras sobaba su cabeza y se incorporaba junto a su marido.

 

—¿Emaline? ¿Qué está ocurriendo?— preguntó el rey bastante furioso.




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