El Pintor De Bruselas

MI NOMBRE

— Al fin despertaste, hermosa mujer de mis sueños. 

Para Brüssel Holbein aquella voz parecía ser tan solo una ilusión.
— ¿Ismael? 
— ¡Pobrecita! Quizás te lastimaste la cabeza al caer al suelo, pero estarás bien pronto. Me lo dijo el doctor. 
Completamente aturdida, aun sin hallar las palabras adecuadas, y con los ojos ahogados en un llanto de inmensa felicidad, Brüssel abrazó a su esposo con todas las fuerzas de su alma. 
— ¡Finalmente te encontré mi amor! Mi corazón me lo decía. Yo sabía que volvería a tenerte entre mis brazos algún día —exclamó llenándolo de besos—
— ¿Tú… estabas buscándome? 
— Desde hace años, mi amor. Mi vida —contestó acariciando sus mejillas mientras lo observaba— 
— Entonces si tú dices que estabas buscándome, yo puedo decir que estaba esperando por ti —dijo desprendiéndose de ella por un momento, paseando de un lado para otro dentro de la sala del sanatorio— Dime cuál es tu nombre, necesito saber quién es la hermosa mujer que ha asaltado mis sueños todos estos años. 
— ¿Qué dices? 
— ¿Cuál es tu nombre? —repitió nuevamente acariciándole el cabello y observándola de pies a cabeza— 
— Ismael, soy yo, Brüssel. 
— ¡Brüssel! ¿Ese es tu nombre? ¿Brüssel? Brüssel… —susurró repetidas veces— ¿Cómo esta ciudad? Quizás por eso siempre me gustó este lugar. Quizás fue por el nombre. Por ti.
— No entiendo lo que dices, mi amor. 
— ¿Qué me dijiste? 
— ¿Qué te dije? ¿Sobre qué? 
— ¡Mi amor! Eso me dijiste… ¿Brüssel? ¿Quién es Ismael? ¿Cómo puedes confundir mi nombre si es verdad que me buscabas desde hace años? Llámame Briccio, ese es mi nombre. Si me llamas por un nombre que desconozco pensaré que estás confundiéndome con otra persona. 
Brüssel estaba confundida. Al oírlo hablar de esa manera quedó realmente perdida, y por más de que se puso a pensar y a pensar, no halló respuestas claras e inmediatas. 
¿Qué fue lo que te sucedió mi amor? ¿Por qué no me recuerdas? —se preguntó con el corazón oprimido— 
— ¿Briccio? ¿Así te llamas? 
— Mmm ese es mi nombre. ¿No lo sabias? ¿Cómo me buscaste entonces? 

Él volvió a quedarse quieto observándola.
— En realidad… no sabía tu nombre. Mientras yo te buscaba me dijeron que el pintor que vivía aquí en Bruselas se llamaba Ismael. Quizás desconocían tu nombre o se equivocaron. 
— Mmm, tal vez… no hablo con mucha gente. 
Brüssel deseaba mucho en verdad comprender lo que sucedía. La razón del porque su esposo no la recordaba, pero sin embargo hablaba como si la tuviera en su mente al tal punto de haber pintado la réplica exacta de “La Forma De Mi Deseo” 
Cuando logró finalmente reponerse de su descompensación, el médico que la asistió, la dejó ir y abandonó el hospital en compañía de aquel pintor. Su pintor quién no perdió ocasión en insistir fervientemente acompañarla hasta su casa. 
— Si no tienes donde vivir puedes quedarte conmigo —le dijo sin rodeos, siempre observándola de pies a cabeza con profundidad y aparente entusiasmo— 
— Estoy hospedada en un hotel aquí cerca, pero tengo pensado ponerme a buscar un apartamento por esta misma zona. 
— Te ayudaré a buscar uno entonces. Uno que quede bien cerca de mi apartamento para que pueda verte todos los días. Te acompañaré ahora hasta el hotel donde estás hospedada. 
— De acuerdo, mi amor. 
Él quedaba bastante extrañado y a la vez ruborizado cuando Brüssel lo llamaba, mi amor, pero para ella era la palabra más normal del mundo y no podía evitar decírselo. Lo encontró, lo tenía frente a ella y moría de ganas por abrazarlo de nuevo, colmarlo de besos, dormir y despertar a su lado todos los días. ¿Por qué él no siente lo mismo? Bueno… quizás si lo siente, pero de una manera diferente —Conversaba consigo misma, hundida en el más profundo desconcierto pese a su invaluable felicidad— 
Cuando llegaron hasta las afueras del hotel donde Brüssel se hospedaba, en absoluto silencio quedó observándolo y luego él la observó a ella, bastante pensativo. 
— ¿Qué sucede? 
— ¡Brüssel! Has de ser una mujer muy importante y con mucho dinero —le dijo y no tardó en comprender que lo decía, por su hospedaje en aquel hotel— 
— Bueno… tengo un trabajo rentable y gano buen dinero, pero sí es un hospedaje muy costoso y justamente por eso me urge hallar un buen apartamento. 
— No te preocupes que lo encontraremos pronto. 
En esos instantes Brüssel sintió en su bolso que su teléfono móvil comenzaba a vibrar, lo revisó y se topó con 10 llamadas perdidas del detective Seeley. 
— Dígame, Dr. Seeley. 
— ¿Doctor Seeley? ¿Por favor dígame que fue lo que sucedió, señora Holbein? ¿Dónde se encuentra? 
— Frente al hotel donde estoy hospedándome. Sufrí una pequeña descompensación y un pintor muy amable me llevó hasta un sanatorio —dijo observando a su amor— 
— ¿Entonces quiere decir que usted ya está junto a su esposo? Yo tuve que cerciorarme primeramente sobre el lugar donde reside esa mujer, Suzette y en vista de que usted fue tras su pintor, quedé algo tranquilo de que no lo perdería vista. 
— ¡No! No lo hice, pero debemos hablar con calma sobre muchos asuntos. Al menos lo que más me importaba ya está concretado. 
— Es un verdadero milagro, señora Holbein. Aún no caigo en cuenta. 
— Yo tampoco, créame. Le escribiré luego para quedar en algún lugar y poder conversar. 
— Estaré aguardando. 
— ¿Y sí pudo saber dónde reside ella? —preguntó con algo de disimulo debido a que su amado esposo no despegaba sus ojos de ella y se le había acercado bastante durante la llamada— 
— Pude hacerlo —confirmó el detective Jeffrey Seeley— hablaremos al respecto también. 
— ¡Estupendo! Hasta luego. 
Para cuando colgó la llamada, su amor Ismael ya se encontraba pegado a ella y sin titubeos le preguntó con quien hablaba. 
— Es un socio de mi galería. 
— ¿Tienes una galería? 
— La tengo —le confirmó aunque mucho en verdad pareció no importarle tanto como con quien hablaba por teléfono— 
— Pensé que hablabas con tu novio o esposo. 
— ¿Y si así hubiese sido? 
— Hubiese maldecido mucho la suerte de ese hombre. 
— Mmm… ¿Briccio, nos vemos mañana? —le preguntó colocando sus manos sobre sus hombros— 
— Mañana es mucho tiempo —replicó él siempre sonrojado— 
— Puedes venir temprano. Estoy en la habitación 214. Si vienes, podremos desayunar juntos y luego salir a buscar para mi apartamento. 
— ¿Quieres que desayune contigo? 
— Quiero. 
— Suena bien, vendré. Vendré bien temprano. 
— De acuerdo, voy a esperarte —le dijo despidiéndose de él con un beso en su mejilla— 
Cuando lo vio alejarse sintió temor de que todo aquello se hubiese tratado tan solo de una ilusión. Sintió temor de volverlo a perder, de despertar de un maravilloso sueño y caer en cuenta de que nunca lo encontró, ni lo abrazó ni lo besó. Temblorosa ingresó al hotel y fue hasta su habitación donde Clementina estaba aguardando por ella con mucha impaciencia. 
Intentó no desplomarse delante de su pequeña Lyra, pero ya no pudo contenerse. Es más… Ni siquiera supo cómo logró contenerse delante de su esposo. 
— ¿Dios mío, señora? ¿Qué fue lo que sucedió? ¿A caso descubrió malas noticias? 
— Lo encontré, Clementina. Encontré a mi esposo —confesó entre llantos, refugiada entre los brazos de Clementina— 
— ¿Qué dice, señora? ¿Lo encontró? ¿Vivo? 
— Vivo, mi esposo está vivió.  
— ¿Cómo, es posible? ¿Dónde está él?  
— Acaba de irse —contestó sonriendo a final de cuentas, sumida en la propia confusión de sus sentimientos— 
— ¡Ay señora! No estoy entendiendo nada. ¿Acaba de irse? ¿A dónde se fue? 
— A su apartamento, muy cerca de aquí. Clementina, mi esposo no me recuerda. Al menos no del modo que debería recordarme. Para él solo soy una mujer que tiene en su mente como un sueño que transformó en pinturas. 
— ¡Dios mío! Sigo sin entender. ¿No recuerda a su familia? 
— No recuerda nada y no tengo idea del porqué. No sé lo que le pasó ni donde estuvo todos estos años. Un poco más y mi cabeza estallará de tanto pensar —dijo exaltada respirando profundo e intentando secar sus lágrimas 
— ¿Cómo hablaron entonces o sobre qué? 
— Te conté sobre el plan que ideamos con el detective Seeley y el mercader Monsieur Fourmi. El mismo se encontró con aquella mujer que le había vendido la réplica de “La Forma De Mi Deseo” para que ella le vendiera otro cuadro de mi esposo. Nuestra idea era seguir a aquella mujer luego de efectivizar la transacción, para averiguar donde vivía, como consiguió esos cuadros y quien las había pintado, pero de repente, así de la nada apareció él muy molesto, furioso contra aquella mujer porque ella robaba sus cuadros para comercializarlos. Suzette le robó la réplica de “La Forma De Mi Deseo” y fue así que la pintura paró en aquel mercado de antigüedades, y luego el dueño de una galería lo adquirió. Quedé helada cuando lo vi, Clementina, paralizada, sin palabras. Ni siquiera sé cómo pude seguirlo cuando tomó su cuadro y fue hasta su apartamento. Allí golpeé su puerta y cuando él abrió, me desvanecí.  
— ¡Por Dios! No creo todo lo que está contándome. 
— Cuando desperté me encontraba en un sanatorio y él se encontraba delante de mí. En ese momento aún no caí cuenta de que él no me recordaba y yo lo abracé con fuerza, lo llamé por su nombre y le dije que lo había buscado por muchos años. Fue entonces que comenzó a decir cosas raras que yo no lograba entender y me dijo que se llama Briccio. 
— ¿Briccio? 
— Mhmm… 
— ¿Encontraste a mi papito, mamita? ¿Cuándo podré verlo? ¿Vino contigo? —irrumpió repentinamente la pequeña Lyra— 
— ¡Lo encontré mi amor! —contestó cargándola entre sus brazos entre besos y abrazos— y vas a verlo muy pronto, pero antes de que eso suceda tú y yo hablaremos al respecto. ¿De acuerdo? 
— ¡Bueno! 
— ¡Anda! Regresa de nuevo a ver la televisión, mi cielo —le pidió y ella se marchó— 
— ¿Señora, él tampoco recuerda que tiene una hija? 
— Te dije Clementina que mi esposo no recuerda nada, por eso tengo que hablar con Lyra al respecto. Ella no puede llamarlo papá ni bien lo vea. 
— ¿Y qué cree usted que le haya sucedido al señor?  
— Se me pasan muchas ideas a la cabeza ¿Pero cómo saberlo? Recuerda que hallaron su coche en un barranco rocoso, quizás él saltó a tiempo, cayó antes y se golpeó la cabeza. No sé… no tengo idea.  
— Bueno, es muy probable que eso haya sucedido. Quizás saltó del coche, se lastimó la cabeza y perdió la memoria.  
— Pero hay muchas cosas que no encajan, Clementina. ¿Por qué nunca lo encontramos? Él desapareció como si le hubiese tragado la tierra. Convengamos que esta mujer, Suzette encontró a Ismael, lo socorrió y cuando se percató de que él no recordaba nada sobre su vida, ella aprovechó la ocasión y lo mantuvo engañado todo este tiempo haciéndole creer que ella es su esposa. 
— Suena muy lógico. 
— Mhmm… Sin embargo mientras no indaguemos sobre toda la verdad como corresponde, estas serán solo teorías. Sé que el detective Seeley hará un buen trabajo y ordenará toda esta confusión. Él ya sabe dónde vive esa mujer Suzette y empezaremos por ahí. 
— ¿Y mientras que hará usted con su esposo? 
— No sé exactamente, o tal vez sí, pero debo ir con cuidado. 
— Mhmm… ¿Qué es lo que tiene en la cabeza, señora? 
— Mi esposo está fascinado, Clementina, él tiene la fantasía de que salí de uno de sus cuadros. Tal vez tome eso a mi favor y lo envuelva nuevamente de amor —dijo entre suspiros— Si es necesario volveré a enamorarlo y volveremos a repetir toda nuestra historia de amor del mismo modo que la habíamos vivido desde que nos conocimos. 
Antes de caer la noche, Brüssel tuvo que encontrarse con el detective Jeffrey Seeley para ponerlo al tanto de todo lo que había sucedido y comentarle por sobre todo, la condición de su esposo Ismael. Intentó que absolutamente ningún detalle se le escapara de modo a que sacara sus propias conjeturas, y basándose en ellas, iniciar la segunda etapa de sus investigaciones. 
Lo importante de todo era que habían encontrado a Ismael y por consiguiente habría los elementos necesarios para continuar el curso de la investigación referente a lo que pudo haber sucedido. 
— Llegaremos a la verdad de todo, señora Holbein, se lo prometo. Acorralaremos de algún modo a Suzette para que nos diga sobre cómo conoció al señor Ismael. Donde lo conoció y en qué condiciones. 
— ¡Que así sea, detective Seeley! —exclamó estrechando su mano — 
— Estaremos en contacto. 
HOTEL IBYS - BRUSELAS (6:00 a.m.)
— ¿Quién golpea la puerta de esa manera a estas horas? 
— Shhh… Clementina ese debe ser Ismael —dijo Brüssel levantándose de la cama, feliz como hacía tiempo no lo estaba— 
— ¿Qué dice? ¿A las seis de la mañana, señora? 
— Mmm… ¡Abre la puerta, por favor!
— ¡Ay no! Abra usted, señora que esto ya me puso nerviosa. 
— ¿Qué dices? —le susurró abriendo ella la puerta finalmente— ¡Briccio! —exclamó recibiéndolo con un fuerte abrazo— Viniste temprano. 
— Me dijiste que viniera temprano. 
— ¡Ave María Purísima! Señor, es usted en verdad —musitó Clementina con n las manos en el pecho—
— ¿Ese ramo es para mí? —le preguntó a su esposo dándole un par de codazos disimulados a Clementina quién había quedado pálida y paralizada— 
— Lo es —contestó entregándole el ramo— 
— ¡Me encanta, amor! ¡Gracias! Clementina… Clementina… 
— Dígame. 
— Te quedas con mi hija, y cuando despierte, pide el desayuno, o igual puedes pedirlo antes si lo deseas. 
— ¿Cómo? ¿Y… a donde va usted? 
Clementina en verdad a veces era una mujer muy distraída. Incapaz de captar ciertas cuestiones, por eso simplemente Brüssel le sonrió disimuladamente y salió de la habitación tomando la mano de su esposo. ¡Nos vemos luego!
— ¿Brüssel, tienes una hija? 
— La tengo y es una niña hermosa de 5 años. Cumplirá 6 este verano —contestó mientras se alejaban—
— ¿Brüssel, tú estás casada? —preguntó observando mi mano derecha— No tienes ningún anillo en el dedo. 
— ¿Te molesta que tenga una hija, Briccio? 
— No dije eso… simplemente no se me ocurrió que tuvieras una y supuse que quizás eres casada. 
— Mhmm... No estoy casada, mi amor. 
— Me gusta que me digas mi amor. ¿A dónde vamos? 
— A la habitación 229, mi amor.




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