El Pintor De Bruselas

HABITACIÓN 229

HOTEL IBYS - BRUSELAS (6:00 a.m.)

— ¿Quién golpea la puerta de esa manera y a estas horas?

— Shhh… Clementina, ese debe ser Ismael —dijo Brüssel levantándose estrepitosamente de la cama—

— ¿No me diga? ¿Y viene tan temprano a las seis de la mañana?

— Mmm… Yo le pedí que viniera estas horas. Abre la puerta, por favor.

— ¡Ay no! Mejor abra usted, señora, que esto ya me puso nerviosa.

— ¿Qué dices, Clementina? —le susurró abriéndola ella misma— ¡Briccio! Cuanta puntualidad.

— Me dijiste que podía venir temprano y aquí estoy.

— ¡Ave María Purísima! Señor, es usted en verdad —musitó Clementina con las manos oprimidas a su pecho—

Brüssel dio un par de codazos a la nana de su hija, quien había quedado pálida del susto.

— ¿Ese ramo es para mí?

— Lo es —contestó el pintor entregándole el pequeño ramo de flores que cargaba en las manos—

— ¡Me encanta! —exclamó dándole un beso en la mejilla ¡Gracias! Clementina… Clementina…

— Dígame, señora.

— Quédate al pendiente de mi hija, por favor. Puedes pedir el desayuno en cuanto despierte, o antes si así lo prefieres.

— ¿Cómo? ¿Y… a donde va usted? ¿No hará pasar al señor?

— Luego, Clementina. Luego —dijo sonriente tomando una mano del pintor — Cierra la puerta.

Brüssel abandonó la habitación, jaló al hombre y se dirigieron hacia uno de los pasillos.

— ¿Brüssel, tú tienes una hija?

— La tengo y es una niña hermosa de 5 años. Cumplirá 6 a mediados de este verano. ¿Te molesta que tenga una hija?

— No... ¿Brüssel, tú estás casada? —preguntó el pintor observando la mano derecha de Brüssel— No tienes ningún anillo en el dedo.

— No estoy casada —le contestó susurrando a su oído—

— ¿A dónde vamos?

— A la habitación 229.

— ¿Y qué haremos ahí?

—No lo sé. Tú me dirás, mi amor.

El pintor quedó sonrojado. Brüssel había reservado la noche anterior otra habitación pensando únicamente en los dos y en aquella ocasión.

— Quería un lugar solo para nosotros. Uno donde nadie nos moleste y nos interrumpa.

— ¿Interrumpir en qué?

Brüssel colocó sus flores en un jarrón.

— En las cosas que haremos. ¿Dormimos juntos, no? Aún es temprano.

— ¿Quieres que duerma contigo?

— Es lo que más deseo —dijo Brüssel rodeando sus brazos al cuello del pintor —

Sin decir nada, el hombre la observó por un par de segundos. Tímidamente, colocó sus manos en la cintura de la mujer y pegó su cuerpo al de ella.

Brüssel finalmente acercó sus labios a los del pintor, fundiéndolo en besos apasionados que sin duda alguna el hombre no rechazó.

Ambos se echaron a la cama. Culminaron bajo las sábanas, desnudos y enredados en horas de una pasión desenfrenada y ardiente que durante muchos años lo habían tenido pendiente.

Con sus cuerpos rendidos y exhaustos ante una larga sesión de sexo desenfrenado, pasaron largas horas encerrados en aquella habitación 229. Horas en las que se consumieron cinco años de espera, paciencia, fe y amor inquebrantable que lograron mantener la misma llama de la pasión.

Pese a todo el éxtasis que le había provocado Brüssel, al pintor no dejaba de resultarle extraño que una mujer como ella se haya visto atraída hacia él, quien no pasaba de ser un extraño. Un pobre y mediocre pintor a quien los pobladores no conocían más que como un loco.

Repentinamente, se halló absorto y sumido en unos pensamientos que aturdieron si mente.

 

— ¿Puedo saber en qué piensas, mi amor? —le susurró Brüssel colocando una mano sobre su pecho y acariciando con la otra mano su melena— Briccio... Ya sé en qué estás pensando. Déjame adivinar. Seguramente estás pensando, piensas de qué manera vas a pintarme esta vez ¿Me equivoco?

El pintor no le contestó, Simplemente la observó en silencio y mientras lo hacía, rozaba con suavidad y delicadeza la forma de uno de sus senos con la punta de su dedo.

— Amor, yo no soy ninguna mentira. Y lo que acabamos de hacer no lo soñaste. Estoy aquí contigo.

Brüssel se montó nuevamente sobre el pintor. Tomó sus manos y las colocó en los pechos de ella.

— ¿Los sientes? Son reales y son tuyos.

— ¿Míos?

— Únicamente tuyos, vida mía. Oye... mejor vamos a comer alguna cosa y ya luego nos alistamos para salir a buscar el apartamento que necesito. ¿Te parece?

— ¿Uno que quede cerca de mi apartamento?

— Espero que sí. De todos modos, si no logramos hallar uno cerca de tu apartamento, tú podrás invitarme al tuyo cuando quieras ¿Cierto?

— Mmm... Cierto.

— Nos daremos juntos un baño antes de desayunar. Ven. Momento de levantarse.

— No tengo toallas, no ropa limpia aquí.

— Estamos en un hotel, amor. Aquí hay toallas. Y por ropa limpia no te preocupes que tengo para ti.

— ¿Tienes ropa para mí?

— La tengo —contestó jalándolo de una mano hacia el baño—

Como si para ambos no hubiese un mañana. Y como si aquel placentero amanecer no hubiese sido suficiente, Brüssel y su pintor aplacaron, bajo la ducha, la llama que los consumía.

Entre sexo intenso y abundante espuma de jabón se consumieron. Brüssel había logrado desbordar los más bajos instintos del pintor. Era lo.que ella más deseada. Lo que más la excitaba y clamaba desde lo más profundo de sus entrañas que aquel torrente de lava ardiente no tuviera fin.

— Creo que esta vez sí me he vuelto loco de verdad. Loco por ti, Brüssel —susurró a sus oídos entre besos mientras bajaba lentamente a sus senos—

— Y tú me has tenido enloquecida siempre, mi amor.

— ¿Siempre?

— Siempre. ¡Oye! Es hora de salir. Se supone que tenemos cosas que hacer.

— ¿Brüssel, si no encontramos un apartamento para ti vendrás a vivir conmigo?

— Debo encontrar un apartamento propio como sea, Briccio porque tengo una hija y mi hija tiene a su nana.




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