El Pintor De Bruselas

PENDIENTE DE TI

Pese a la negativa inicial del pintor, Brüssel había agendado para él una cita con el oftalmólogo, pero para ello previamente consideró que debía hablar con el mismo vía telefónica y explicarle el caso excepcional de Ismael D'Angelo. Así lo hizo en horas de la tarde anterior, y entre otras cosas, le suplicó que en su presencia solo se limitara a dar un diagnóstico de sus problemas de visión sin intentar ahondar en demasiadas preguntas.

— Si el diagnóstico resulta ser un tanto más complejo, le agradeceré que me lo diga, luego a mí en privado su diagnóstico.

— No se preocupe, señora Holbein que así será.

Durante ese proceso, otra inquietud asaltó la mente de Brüssel. Ella desconocía si su esposo contaba con documentos, y de ser así si aquellos pudieran tratarse de documentos falsos. Se lo preguntó al pintor y este le respondió que toda su identificación la tenista guardada Suzette.

Brüssel no podía agendar a ninguna cita médica a su esposo sin ninguna identificación por lo que decidió tomar el riego de agendarlo bajo su verdadera identidad. Ismael D'Angelo, apelando a la prudencia del médico oftalmólogo de llamarlo únicamente con el nombre de Briccio.

Para Brüssel no fue fácil cuando tranquilizarlo, sino hasta el último momento. Tanto así que se habían retrasado un poco en el horario estipulado con el oftalmólogo.

— Señor Briccio, me temo que usted tiene un problema realmente serio su ojo derecho.

— Pues yo no lo creo. Puedo verlo todo muy bien.

— Cariño, escucha al doctor, por favor.

— Su agudeza visual es del 0,4 que hace una deficiencia visual del 48%. Del lado izquierdo no posee inconvenientes, quizás un 0,9 que harían un 2% muy ínfimo. ¿Nunca antes había consultado con un oftalmólogo por su ojo derecho?

— No.

— Pues le daré entonces mi diagnóstico ahora. Usted padece de pérdida de visión periférica. Eso significa que su ojo, en este caso del lado derecho, solo es capaz de percibir en línea recta y absolutamente nada de soslayo. Me gustaría poder enfatizar en problemáticas de este tipo, pero no puedo sin tener unos estudios más profundos y detallados al respecto —explayó el doctor Llerand observando a Brüssel— De todos modos y de manera momentánea, con unos anteojos graduados a su visión, podrá tener nuevamente una vida cómoda a la hora de leer, escribir e incluso trabajar.

— ¿Vas a usar anteojos como un abuelito? —irrumpió la pequeña Lyra al oír aquello—

— No soy ningún abuelito y no necesito anteojos.

— Por supuesto que lo necesita. Usarás anteojos Briccio —le dijo Brüssel— Por favor doctor. Expida el recetario que yo me encargaré del resto.

— Voy a apuntarle en el recetario médico la graduación de sus lentes. Al principio podrá resultarle algo incómodo, pero le puedo asegurar que en muy poco tiempo se acostumbrará a ellos. Si lo pide ahora mismo en la óptica, los tendrá a más tardar mañana a esta misma hora.

— Se lo agradezco mucho doctor Llerand. Iremos inmediatamente a la óptica por esos anteojos —expresó Brüssel tomando personalmente el recetario— Ante cualquier otro inconveniente estamos de nuevo por aquí.

— Cuando lo requieran, estaré aquí a las órdenes.

— ¡Muchas gracias! Que tengan un buen día—

— Igual para ustedes.

Al pintor muy poco parecía importarle las palabras del oftalmólogo. Él se sentía acostumbrado a lidiar con ese problema de vista que le aquejaba, y a su vez bastante incómodo de que se inmiscuyeran en sus asuntos de ese modo. Todo lo que deseaba era abandonar el lugar en compañía de Brüssel y de la pequeña Lyra.

Cuando finalmente lo hicieron, el pintor tomó con fuerza la mano de Brüssel atendiendo hasta del más leve sus movimientos ante el temor de que ella lo dejara en aquel lugar.

— Cielo, estás apretándome la mano con demasiada fuerza. Por favor ya deja de creer que voy a dejarte aquí. Relájate... Además, ya salimos del consultorio.

— ¿No lo harás en verdad, Brüssel?

— Por supuesto que no —le contestó acariciando sus mejillas— Ahora iremos a la óptica para escoger unos buenos anteojos para ti.

— ¿Puedo ayudar a escoger? —preguntó la pequeña Lyra—

— Puedes —le contestó el pintor—

Tras ingresar a la óptica y escoger el modelo de anteojos que mejor le sentaba a Ismael para encargar las graduaciones prescriptas por el doctor Llerand, volvieron finalmente al apartamento, y en vista de que Clementina aún no se encontraba allí, Brüssel se dispuso a preparar el almuerzo. Luego aprovechó la ocasión Mientras Ismael y su hija se hallaban entretenidos viendo televisión para llamar al doctor Llerand y profundizar un poco más acerca del verdadero diagnóstico de su esposo.

— Señora Holbein, el caso de su esposo me dejó sumamente intrigado, no obstante decidí no demostrarlo en vista de que usted misma me pidió de ante mano que no le hiciera preguntas concretas a su esposo.

— Lo sé doctor Llerand, por eso lo llamo ahora tal y como habíamos quedado para que me explique un poco más sobre su verdadera condición.

— Escuche… El problema de visión de su esposo no se parece en nada a los típicos casos que tengo a diario en mi consultorio.




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