El Pintor De Bruselas

INTERROGATORIO

Brüssel: Esta mujer está hartándome Detective Seeley. Si no confiesa todo lo que sabe, juro voy a arrancarle la lengua. 
Jeffrey Seeley: Le ruego que conserve la calma Sra. Holbein. 
Brüssel: Entonces haga algo para que esta mujer termine de una vez por todas con esta situación. 
Jeffrey Seeley: Sra. Magyar, si usted cuenta todo lo que ha sucedido en torno al Sr. Ismael D’Angelo le doy mi palabra y créame que usted saldrá bien librada de todo este enredo. Tendrá una buena compensación, podrá permanecer con su hija podrá ir al lugar que usted prefiera en cuanto todo esto se aclare. Continuarán con sus vidas y de algún modo le devolverá al pintor la vida que le perteneció junto a su verdadera familia. En cambio si no lo hace, usted irá a prisión. Se reabrirá la investigación referente al Sr. D’Angelo y mientras todo se aclare usted permanecerá encerrada y su hija irá a parar un hogar de niños desamparados. 
Brüssel: ¿Eso es lo que quieres? —Pregunté con voz elevada acercándome nuevamente a ella— Contéstame… ¿Es eso lo que quieres? 
Suzette: No… —Contestó con una aparente angustia muy poco creíble para mí— 
Brüssel: Entonces habla… 
Suzette: Me pagaron… Me dieron una muy buena suma de dinero por crear una historia delante de Briccio. 
Jeffrey Seeley: ¿Quiénes le pagaron para hacer tal cosa? 
Suzette: Dos hombres que un día se aparecieron en la ciudad donde yo vivía. 
Jeffrey Seeley: ¿Qué ciudad? 
Suzette: Szeged… 
Brüssel: ¿Szeged? 
Suzette: En Hungría… Esos hombres andaban recorriendo la ciudad en busca de alguna mujer soltera que tuviera una hija que les pudiera ser de utilidad para el plan que tenían. Ofrecían una buena cantidad de dinero y una vida cómoda a cambio de cuidar de una persona enferma que requería cuidados especiales y que se encontraba en el Debrecen Hospital. A las mujeres que se mostraron interesadas en aceptar dicho trabajo, los hombres les narraron la historia de que se trataba de un hermano de ambos que había sufrido un grave accidente en cual había perdido a su familia. 
Brüssel: ¿Qué? 
Suzette: Fue lo que dijeron y continuaron diciendo que por esa razón andaban en busca de una mujer, específicamente con una niña que pidieran estar a su lado como si fuese su familia. 
Brüssel: ¿Qué locura es esta? ¿Cómo fue posible? 
Suzette: Explicaron que el hombre había despertado de un coma y con la memoria perdida. Sostenían siempre ser hermanos de él pero que por motivos de trabajos y en vista de que el hombre accidentado había quedado solo, deseaban buscarle una persona que se hiciera cargo de sus cuidados. 
Jeffrey Seeley: ¿Entonces usted aceptó? 
Suzette: Así es… Hubo otras mujeres dispuestas en un principio pero que al enterarse detalladamente de la situación, declinaron. Yo acepté y ni bien concretamos el trato fuimos hasta el Debrecen Hospital donde todo comenzó. 
Brüssel: ¡Sigue! Cuenta como fue que todo comenzó. 
Suzette: Briccio tardó un par de meses en reponerse completamente y recibir el alta completa. Los médicos decían que había tenido un golpe muy fuerte en la cabeza y que eso tendría algunas consecuencias adicionales a su pérdida de memoria. El caso fue que ese tiempo bastó para que él acabara aceptando que en realidad mi hija y yo éramos su familia. Eso no fue tan complicado porque tenía la memoria nula. Lo complicado fue convivir con el porqué sufría de constantes ataques epilépticos, pesadillas, alucinaciones y repentinos pánicos. Hubo un tiempo en el que la situación se me volvió insostenible y ya no sabía que hacer con él entonces llamé a uno de esos centros que atienden a los insanos mentales para que se lo llevaran porque me cansé. Dejé qué lo tuvieran allí por un par de semanas y luego intenté contactar con esos que decían ser sus hermanos y que habían desaparecido. 
Cada palabra cruel de aquella mujer era como un puñal para mi corazón y de solo imaginar todo lo que mi amado Ismael tuvo que haber sufrido en manos de esa gente extraña, el alma se me quebraba en mil pedazos. 
Suzette: Tiempo después, un mes y medio o dos quizás, de la nada volvieron a aparecer esos hombres y yo les dejé en claro que ya no quería a Briccio en mi casa. Estaba decidida a renunciar a ese peso que no me correspondía cargar pero persistentes me ofrecieron a cambio de que continuara haciéndome cargo de él, mucho más dinero de lo que recibía cada mes. Dos veces más de lo que habitualmente me pagaban y ya podrán imaginar. ¡Esa fue una oferta tentadora! —Dijo sin el mínimo vestigio de que a esa mujer le interesara la vida de una persona por encima del dinero— Me pidieron que lo dejara allí por un par de días más en lo que mi hija y yo termináramos de alistarnos para viajar a Caen y llevarlo con nosotras. 
Jeffrey Seeley: ¿A Caen? 
Suzette: Esos hombres me dijeron que allí vivió Briccio siempre con su familia y que por lo tanto le haría mucho bien retornar a ese lugar que era su hogar. 
Brüssel: Ismael nunca vivió en aquel lugar. ¿Qué clase de mujer eres? De aquí yo debería enviarte directo a prisión maldita desgraciada —Dije perdiendo por completo los estribos al atacar a esa mujer— 
Luego de unas cuantas bofetadas la tumbé al suelo y si no hubiese sido por el detective Seeley y sus acompañantes que me detuvieron, desconozco yo de lo que hubiese sido capaz. 
Brüssel: Yo lo hubiera cuidado y protegido con todo mi amor. Lo hubiese tenido conmigo, con nuestra bebé y él se habría recuperado por completo al estar con su verdadera familia —Lamenté con un llanto en el cual acabé colapsando por completo— 
Jeffrey Seeley: Sra. Holbein, será mejor que usted se siente y se calme que yo acabaré con el interrogatorio —Sugirió y me acompañó hasta otro sitio de aquel apartamento donde me mantuviera alejada de aquella mujer sin escrúpulos— 
Me dejó allí y retornó hasta el sitio donde sus acompañantes habían levantado del suelo a Suzette para devolverla a su asiento. 
Jeffrey Seeley: Una vez llegados a Caen ¿Qué fue lo que sucedió? 
Suzette: Mucho no habían cambiado las cosas. Briccio continuaba con sus ocasionales crisis aunque debo decir que si habían disminuido en comparación a tiempos anteriores. 
Jeffrey Seeley: ¿Y cómo transcurrió su vida hasta venir aquí a Bruselas? ¿Usted lo trajo también a esta ciudad a petición de aquellos hombres? 
Suzette: No fue así… Durante todo el tiempo que permanecimos en Caen él comenzó a obsesionarse con todo eso de la pintura. Se levantaba temprano cada mañana y salía a recorrer por el pequeño pueblo. Yo sabía que no iba lejos por lo tanto no le prestaba atención ni le prohibía salir. A veces llegaba a medio día o a media tarde, muy contento como cuando amanecía del mismo modo. Desconocía yo la razón pues él no hablaba a no ser que le preguntara cosas. Un día por curiosidad lo seguí para descubrir a donde iba cada día y resulta que había descubierto uno de esos talleres de verano que impartían clases de pintura a todo aquel que le gustara. En el lugar le proveían de todo lo que necesitaba para pintar y los días que no tenía esas clases en el taller, se encerraba en su habitación para pintar. No sé exactamente qué lo motivó pero uno de esos días que asistió a sus clases, ya no regresó a la casa. Me percaté de que se había llevado los dos cuadros que se hallaba pintando al igual que todos sus elementos de pintura y algo de ropa. 
Jeffrey Seeley: ¿Dice que él huyó y fue así que llegó aquí? 
Suzette: Huyó… Me contaron en el pueblo que se unió a un grupo de vagos que hacían llamarse artistas urbanos. 
Jeffrey Seeley: ¿Y qué hizo usted? 
Suzette: Nada… ¿Qué podía hacer? No tenía idea de donde pudo haber ido y no me quedó de otra que esperar a que esos dos hombres aparecieran para contarles que Briccio había huido de la casa. 
Jeffrey Seeley: ¿Y volvieron esos hombres? 
Suzette: Uno de ellos solo contactó conmigo y no me pregunte cómo pero no tardó mucho en darme noticias sobre el paradero de Briccio. 
Jeffrey Seeley: ¿Cómo es posible? 
Suzette: Le digo que no sé… Lo hallaron aquí en Bruselas y mi hija y yo tuvimos que mudarnos también aquí. Esos tipos seguían empeñados en que yo estuviera al pendiente de Briccio pese a que ya poco o nada necesitaba de cuidados. Insistían en que yo solo mantuviera la mentira de que mi hija y yo éramos su familia ante él y ante la gente con la que trataba e inclusive consiguieron documentos para mí que respaldaran tal cosa. Yo así lo hice pese a que ya no podía controlar a Briccio como lo hacía en Caen. Aquí él hizo lo que quiso. 
Jeffrey Seeley: ¿A esos hombres, ha vuelto a verlos? 
Suzette: No… hace varios meses que no aparecen e incluso quedaron debiéndome dinero. Aquí la vida no ha sido muy fácil para mi hija y para mí por esa razón yo tuve que vender uno de los cuadros de Briccio muy a su pesar, ya que por su causa comenzamos a pasar necesidades en este lugar. 
Jeffrey Seeley: Dígame los nombres de esos dos hombres. 
Suzette: Jansen y Morris Höfner… Al menos esos eran los nombres que utilizaban. 
Brüssel: Que absurdo… todo esto parece un mal sueño, una locura —Irrumpí luego de mucho tiempo— Ismael no tiene hermanos ¿Quiénes y porque quisieron inventar una vida de mentiras para mi esposo? 
Jeffrey Seeley: Ojalá tuviera para usted ahora mismo las respuestas que necesita oír Sra. Holbein pero no se preocupe que tarde o temprano llegaré al fondo de todo este misterio. Los datos más importantes ya los tenemos y con esto iremos por buen camino. 
Brüssel: ¡Escúchame bien Suzette! —Advertí y me acerqué a ella apuntándola con un dedo— En tu miserable vida quiero que vuelvas a acercarte a mi esposo. Te prohíbo que lo molestes y que oses siquiera en volver a perturbarlo y si esos hombres aparecen de nuevo ante ti o se comunican contigo, más vale que tú me mantengas al tanto. Yo estoy dispuesta a darte todo el dinero que necesitas. Te protegeré incluso de que la justicia se aplique en ti como lo mereces si aceptas lo que te propongo. Tú decides… Te pones de mi parte o toda tu confesión de ahora irá a parar en manos de la policía —Le dije dándole a conocer que el Detective Seeley la había grabado de principio a fin— 
Aquella mujer, presa de un pánico no tuvo más opción que aceptar mi propuesta. Una que yo cumpliría desde luego siempre y cuando no osara en jugar sucio con todo el asunto referente a mi esposo. 
Jeffrey Seeley: Tenga en cuenta señora Magyar que sé todo sobre usted, que conozco cada uno de sus movimientos y que mis hombres estarán atentos en todo momento en caso de que se atreva a jugadas desatinadas contra nosotros. ¿Podría darme su teléfono por favor? 
Suzette: ¿Mi teléfono? 
Jeffrey Seeley: Se lo devolveré mañana por la mañana. Necesito que me lo de. 
Suzette entregó sin más remedio su teléfono móvil y al cabo de eso, los hombres del detective la desamarraron y al exponer todos los puntos finales sobre la mesa pudimos retornar nuevamente a Bruselas. Los hombres del detective se encargaron de llevar a Suzette hasta su morada y nosotros retornamos hasta las afueras de la mía donde el detective no se despidió sin antes mencionarme una inquietud suya con respecto a algo que había mencionado Suzette durante sus confesiones. 
— Aguárdeme un momento detective, por favor —Pedí atendiendo mi teléfono celular que comenzó a sonar insistentemente— ¿Amor, todo bien? 
— No, Brüssel… Si no llegas en cinco minutos yo romperé el cerrojo de la puerta e iré a buscarte aunque Clementina no quiera dejarme pasar. 
— ¡Tranquilo corazón! Ya estoy afuera y subiré enseguida. 
— ¿Ya estás afuera? ¿No me mientes solo para que no salga a buscarte? 
— ¡Ehhh! No me llames mentirosa… Ya subo enseguida. 
— Está bien —Dijo colgando la llamada— 
El detective Jeffrey Seeley finalmente pudo decirme aquello que lo inquietaba tratando de ser lo más breve y conciso posible. 
— Me resulta bastante extraño que aquellos hombres que mencionó la Sra. Magyar hayan encontrado tan rápido al Sr. D’Angelo cuando escapó de Caen. ¿Quién encontraría tan rápido a una persona en una ciudad como esta? 
— ¿Entonces que es lo que cree usted? 
— Sra. Holbein, es preciso que usted lleve a su esposo hasta un hospital para que le practiquen un chequeo generalizado. 
— ¿Qué dice? No me asuste de esa manera y explíqueme. 
— No es mi intención asustarla. Mi intención es evitar cualquier tipo de entorpecimiento en el avance de las investigaciones que hemos logrado el día de hoy. 
— ¿De acuerdo pero porque quiere que lleve a mi esposo a un hospital para que lo chequeen? 
— Lo más probable es que el Sr. D’Angelo lleve adherido en alguna parte del cuerpo un microchip localizador. 
— ¿Qué? Detective Seeley, perdóneme pero eso suena bastante a una excesiva ficción. 
— Con todo lo que usted misma oyó de la propia Suzette Magyar ¿En verdad cree que lo que le digo suena a excesiva ficción? Por favor haga lo que le pido Sra. Holbein pues de llegar a ser verdad mi sospecha, mucho me temo que su esposo continúa a merced vulnerable de esas personas. 
— De acuerdo… Haré lo que me dice lo más pronto que pueda —Acepté finalmente luego de oír esas palabras del detective que acabaron dejándome bastante intranquila— 
— Mientras usted se encarga de eso yo me encargaré de mandar analizar el teléfono celular de la Sra. Magyar y también de que intervengan su número telefónico para rastrear todas las llamadas que recibió y recibirá. 
Luego de aquella breve pero profunda conversación el detective Seeley se despidió y yo tuve que subir de inmediato hasta mi apartamento pues mi impaciente esposo se encontraba al borde de causar estragos por querer salir a buscarme. 
Brüssel: ¿Amor que significa esto? —Pregunté ni bien ingresé a duras penas intentando abrir una puerta a la que le tambaleaban los cerrojos, todo mientras él me estrujaba entre sus brazos intentando zafar de mi pregunta— 
Clementina: ¡Qué bueno que llegó señora! Si se tardaba un minuto más, el señor iba a derribar la puerta para salir en su búsqueda. 
Brüssel: Mírame y contéstame Briccio. 
Lyra: Te dije papá que mamá no nos abandonaría jamás —Irrumpió acercándose mi pequeña a nosotros— 
Brüssel: ¿Qué? ¿Pensaste que los iba a abandonar? 
Ismael: Fue culpa tuya. 
Brüssel: ¿Culpa mía? No me eches la culpa de tu comportamiento y tus malos pensamientos. Mira lo que le hiciste al cerrojo de la puerta. 
Mi esposo en absoluto parecía estar apenado por aquello y muy lejos de admitir que se había sobrepasado con su comportamiento, abrazado a mí continuó sosteniendo que la culpable fui yo por haberlos dejado a él y a Lyra, encerrados tanto tiempo en el apartamento. 
Brüssel: No hables como i tú y Lyra hubiesen quedado solos ¡Ahora dime amor! ¿Tú sabes de cerrajería? 
Ismael: No sé nada, Brüssel. 
Brüssel: Mmm… ¿Y quién se supone que cambiará el cerrojo de la puerta? 
Ismael: ¿Estás molesta conmigo? 
Brüssel: Lo estoy porque no puedes comportarte así, Briccio. ¿Qué tal si asustabas a Lyra? 
Ismael: Lyra no estaba asustada... Ella reía mientras yo intentaba abrir la puerta para ir a buscarte. ¿Cierto Lyra? 
Lyra: Si… Mamita, fue muy gracioso… Mi papito parecía Ralph el demoledor —Dijo riendo— 
Brüssel: Ssshhh… pues yo no le veo la gracia por ninguna parte —Dije con voz elevada— 
En ese instante ambos quedaron en silencio y adoptando una seria apariencia que mucho yo no me lo creía y pese a que en verdad debía mostrarme molesta ante ellos, no me dio el corazón lleno de felicidad, para lograr tal cosa y todo lo que me nació fue comerlos a besos una y otra vez entre abrazos estrujantes y un amor rebosante para los dos. 

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