El Pintor De Bruselas

TODA LA VERDAD

— ¿Qué es esto Brüssel? 
— Es la réplica exacta cómo ya puedes notar, pero conclusa ¡Claro! 
— ¿Pero cómo fue posible? 
— Pues solo con la genialidad de mi esposo y una mezcla de sus vagos recuerdo que le quedaron en la mente. 
— ¿Sus vagos recuerdo Brüssel? Para haber tenido vagos recuerdos esta replica le quedó prácticamente idéntica —Dijo mi amigo Giacomo luego de haberle puesto la réplica exacta ante sus ojos al igual que la que él había traído a petición mía, “La forma de mi deseo” y de explicarle detalladamente todo los planes que tenía a partir de ese momento— 
— ¿Entonces si esos son tus planes no habrá boda? 
— Giacomo yo ya estoy casada con él. Ismael es mi esposo aunque no lo recuerde.   
— Lo sé pero él está muy ansioso por esa boda.  
— Entonces nos casaremos de nuevo pero no será antes de contarle toda la verdad. 
— No me explico como fue que pintó esto siendo que no recuerda absolutamente nada. —Repitió nuevamente como por quinta vez observando la conclusa y la inconclusa al mismo tiempo— 
Entre el casamiento que muy posiblemente no llegaría a concretarse, entre la espera por los resultados de la resonancia magnética y las exposiciones de verano en Venecia que se hallaban a la vuelta de la esquina, me vi saturada por completo y debí entonces dar el paso más complicado y necesario a la vez. Hablar con Ismael y contarle toda la verdad. 
Entre los cuadros que le había pedido a Giacomo también había pedido que me enviara el álbum de fotografías de mi boda con Ismael al igual que el del nacimiento y bautismo de nuestra hija Lyra pues los necesitaría para llenar de algún modo esos recuerdos vacíos de su mente. 
— ¿Qué estás diciéndome Brüssel? ¿Tú no quieres casarte conmigo? ¿Es eso? 
— Mi amor no es eso. Tú y yo vamos a casarnos bebé pero yo necesito hablar contigo antes. Necesito que me escuches y por sobre todo que estés atento y tranquilo —Le dije acariciando sus mejillas— 
Me levanté del sofá, me acerqué a los dos cuadros que yacían cubiertos y apoyados contra la pared y descubrí primeramente la original e inconclusa de “La Réplica Exacta”  
— ¡Brüssel, es mi pintura! La que se llevó Suzette. —Exclamó emocionado acercándose para observarla detenidamente— ¿Pero qué le pasó? Está dañada… Mi pintura está dañada —Repitió rosando cuidadosamente sus dedos sobre la pintura—  
— La pintura no está dañada cielo. 
— ¿Cómo no? Está dañada como si la hubiesen borrado. Anqueee (alargó pensativo) las pinturas no pueden borrarse. ¡Malvada Suzette! ¿Qué le hizo a mi pintura? 
— ¡Mi amor! Esta no es la pintura que se llevó Suzette.  
— ¿Cómo no, Brüssel? Conozco mi pintura —Dijo y yo sin más titubeos descubrí la otra pintura— 
— Esta es la pintura que se llevó Suzette, la que replicaste y está otra mi cielo, es la original. La primera que pintaste y que no pudiste culminar porque... —Le dije con la voz quebrada por un inminente llanto que apenas podía contener— un día desapareciste. 
— Mmm… ¿Desaparecí? ¿Qué dices Brüssel? 
— Gracias a esta réplica yo pude encontrarte mi vida porque luego de que Suzette vendiera esta pintura en el mercado de antigüedades, el dueño de una galería en Amiens la compró y la tuvo en exposición. Fue así cómo el detective que estuvo buscándote durante 5 años pudo descubrirla y yo pude encontrarte. 
Él no emitía palabra alguna y debo decir que eso me preocupaba bastante pues el esposo que yo encontré en Bruselas era algo demás impulsivos y con un carácter un tanto complicado de contener. Temblorosa le tomé entonces de las manos y lo traje a hasta el sofá para poder continuar. 
— Tú y yo ya estamos casados cielo. Eres mi esposo y tu nombre es Ismael…—develé navegando en su silencio— Amor no sigas en silencio, necesito que digas alguna cosa. Sé que no me recuerdas, que no recuerdas nada sobre tu vida pero yo me encargaré de contaré todas las cosas que debes saber. 
No supe si fue la manera correcta, no sé si hice bien o si fallé. La voz me temblaba al igual que el cuerpo entero pero intenté mantener mi alma firme por aquel amor inmenso que albergaba en mi corazón. 
Hubiese deseado de su parte cualquier tipo de arrebato, una avalancha de preguntas, cualquier reacción delante de mí menos que saliera huyendo del lugar como lo había hecho finalmente. Abandonó el apartamento y en medio de mi desesperación lo seguí hasta donde pude camino hacia los estanques de Ixelles. 
Lo perdí de vista y mi corazón afligido se consumió en mi pecho mientras le daba toda una vuelta a los estanques buscándolo sin éxito hasta que se me ocurrió ir a buscarlo a su apartamento. Llamé a la puerta varías veces pero en vista de que no respondía utilicé el duplicado de la llave que ambos teníamos e ingresé de inmediato. 
— ¡Briccio, mi amor! Casi muero de la angustia. ¿Por qué no me dices nada, eh? 
Él yacía sentado en un rincón del suelo de su habitación con la cabeza agachada y apoyada a sus rodillas y yo ya sin saber de qué manera proceder, me senté al borde de la cama a aguardar alguna reacción de su parte.  
— Déjame solo Brüssel… Quiero estar solo… 
— Te dejaré solo si eso te hará sentir mejora ahora pero no me pidas que lo haga por mucho tiempo porque no lo haré. Necesitamos con versar y yo necesito contarte todo amor. —Le dije antes de marcharme— 
Cuando había ido a mi apartamento por la llave del suyo tomé los álbumes fotográficos de nuestra boda y del nacimiento y bautismo de nuestra hija y los llevé conmigo. Al no querer hablarme y pedirme que me marchara le dejé entonces aquellos maravillosos recuerdos sobre su cama con mucha esperanza de que observara las fotografías. 
Me marché con el alma abatida aguardando a que volviera a mí en la brevedad posible de sus pensamientos ordenados pero no fue de modo y pasaron cuarenta y ocho horas… dos agonizantes días sin que yo supiera de él ni tuviera la mínima reacción de su parte. 
Brüssel: ¡Esto es suficiente para mí! He esperado suficiente por él en esta vida y no lo seguiré haciendo. 
Giacomo: ¡Ya era hora de que dijeras eso cariño! Finalmente reaccionas porque dentro de dos días tenemos que volar a Venecia. 
Brüssel: Ya le di tiempo suficiente por lo tanto no comprendo cómo me hace una cosa como esta. No dimensiono siquiera como ha de sentirse pero no tiene derecho a hacerme esto. Él debe reaccionar y yo sé cómo lograr que lo haga. 
Giacomo: ¿Qué tienes en mente? 
Brüssel: Ya lo sabrás querido amigo —Le dije dirigiéndome hacia la puerta— 
Lyra: ¿Mamita, traerás a mi papito? Lo extraño mucho. 
Brüssel: Lo traeré cielo. Verás que sí lo haré. 
Clementina: Sepa tener tacto señora que el Señor Ismael de repente se vuelve muy impulsivo. 
Brüssel: No te preocupes Clementina. 
Giacomo: Linda no dudes en llamarme si me necesitas ¿De acuerdo? —Dijo mi amigo mientras ya salía yo rumbo al apartamento de mi esposo— 
Para ese entonces el detective Jeffrey Seeley por unos asuntos urgentes, referentes a otro caso suyo, tuvo que viajar de improviso a España pero me dejó su promesa de que al volver ya tendría presentadas las pericias realizadas al teléfono móvil de Suzette Magyar. Muy probablemente ya estando mi familia y yo en Venecia. 
— ¿Mi amor por cuanto tiempo pretendes comportarte de esta manera? ¿Crees que yo merezco esa actitud tuya? Te amé con todas las fuerzas de mi corazón y del mismo modo te sigo amando por lo tanto seguiré haciendo siempre lo que esté a mi alcance para que tú estés bien y recuperes la vida que tuviste conmigo Ismael.  
— No me llames así —Gritó repentinamente— No lo repitas de nuevo porque ese no es mi nombre.  
— Ese es tu nombre —Grité yo aún con mucha más fuerza— Tu nombre es Ismael D'Angelo y eres un pintor muy famoso no solo en Italia sino en toda Europa. 
— No… no… no lo es. No lo es —Repitió entre llantos dándose golpes en la cabeza con las manos— 
— ¡Basta! No hagas eso por favor cielo. 
— Yo no recuerdo nada ¿Por qué no recuerdo nada Brüssel? ¿Por qué? Mi esposa es Suzette y mi hija es Celestine. 
— Ni Suzette es tu esposa ni mucho menos esa niña es tuya. Yo soy tu esposa y tu única hija es Lyra —Le aclaré mientras yacía aún mucho más hundido en su propio llanto— ¿No miraste acaso las fotografías que te dejé? ¿No lo hiciste? 
— No quiero ver cosas que no recuerdo. ¡Vete Brüssel! Vete, llévate esos álbumes y no regreses. 
— ¿Eso quieres en verdad? ¿Quieres que me vaya de tu lado apenas hasta hace unos días atrás me suplicabas que nunca te dejara? 
— ¡Vete! 
— ¿Todo tu amor por mi era entonces una mentira? Entiendo que no recuerdes tu pasado conmigo ¿Pero qué hay del presente que vivimos aquí en Bruselas? ¿No recuerdas las cosas que vivimos aquí y de todo el amor y el encanto que me profesaste? —Le cuestioné sin éxito alguno pues no nunca me las contestó contestó— ¡Bien! Me voy Ismael pero no solo de tu apartamento. Me voy de Bruselas y vuelvo a Venecia y te advierto una sola cosa antes de marcharme. No te atrevas a aparezcas un día en mi vida a reclamarme que tu hijo creció siendo criado por otro hombre. ¡Tus hijos! 
— Brüssel… ¿Qué hijo Brüssel? Brüssel… —Llamó mi nombre presuroso y con voz elevada, puesto que yo ya me había salido del apartamento— Brüssel… 
— ¡Adiós Ismael! 
— ¡Brüssel! —Repitió una vez más corriendo hacia mí para sujetarme de un brazo— contéstame. 
— Há… ¿Quieres que te conteste luego de que tú me hayas ignorado por días? ¿Luego de que me pediste que me fuera de tu vida? 
— Contéstame Brüssel. 
— Estoy embarazada Ismael. Tengo un bebé tuyo en mi vientre. Uno que nacerá y crecerá sin su padre porque acaba de echarnos de su vida —Dije jalando mi brazo de su mano— 
— ¿Vamos a tener un bebé? ¡Tendré un hijo con la hermosa mujer de mis sueños! —Exclamó cambiando repentinamente todo aquel semblante abatido de confusiones en su mente— 
— Retiré ayer el resultado de mi prueba de embarazo ¡Pero claro! ¿Qué vas a saber si no estuviste a mi lado? Vamos a tener un bebé pero metete en la cabeza que tú ya tuviste un bebé conmigo Ismael. Una niña muy bonita e inteligente qué está extrañándote mucho y que no deja de preguntar por ti. ¿Qué le digo a Lyra? ¿Qué volveremos solas a Venecia sin su papá?  
— ¡Lyra es mi hija! Tendré un bebé y Lyra es mi hija —Comenzó a repetir un par de veces caminando de un lado a otro— 
¡Mi cielo! —Exclamé entre susurros— ¡Se me hace tan difícil entenderte! 
— ¿Tengo dos hijos Brüssel? 
— Mhmm… los tienes por lo tanto debes decidir. O vienes con nosotros o Lyra, el bebé y yo nos vamos y no nos vuelves a ver jamás. 
No contestó de inmediato pues en el más profundo de los silencios me abrazó con todas sus fuerzas por largo rato hasta que finalmente pude acariciar esas mejillas y secar esos ojitos que aún se enjuagaban por los vestigios de sus lágrimas. 
— Iré contigo a Venecia Brüssel. Yo nunca permitiré que otro hombre críe a mis hijos. Empacaré todas mis cosas y nos iremos juntos. 
Sentí en esos instantes que la tormenta más arrasadora finalmente había pasado. Lo más difícil para mí se había logrado y todo gracias al bebé que llevaba en mi vientre y que acabó siendo una bendición mucho más grande de lo que hubiese sido en circunstancias normales de nuestras vidas. 
Le di infinitas gracias a Dios por devolverme el alma y el corazón luego de días tan angustiosos. Mi esposo Ismael volvería conmigo a Venecia, al lugar que lo vio nacer no solo como ser humano sino también como pintor. Aquel lugar donde nos casamos, dónde nació nuestra hija Lyra, dónde tanta gente lo apreciaba y nunca lo había olvido, como su madre por sobre todo. 
Aquella madre que sufrió los dolores y el abismo de su ausencia tanto como yo. Sveva D'Angelo, una sencilla mujer radicada en Mazzorbo desde siempre y el sitio que convirtió en un sepulcro de recuerdos hacia su difunto marido y en una interminable vela encendida de esperanza hacia su preciado hijo. 
Ella aún desconocía que yo había encontrado a Ismael, no tuve ocasión de decirlo y en vista al estado en el que había encontrado a mi esposo, tampoco hallé prudente contárselo hasta acomodar las cosas en su sitio. 
Al día siguiente y luego de acabar de ayudar a empacar todas las pertenecías de Ismael y entre ellas todas las pinturas que se hallaban celosamente guardadas en la habitación vacía de su apartamento, las trasladamos por envíos especiales para que llegaran seguras a Venecia mientras nosotros ajuarábamos nuestro día de partir. 
Aquel día al llegar a mi apartamento su única acción fue tomar a Lyra entre sus brazos y abrazarla con fuerza incesante pues desde el instante en que supo toda la verdad fue como si nada más le importara que ella. 
No habló más al respecto de todo lo que yo le había contado, no preguntó, no indagó y ni siquiera había visto los álbumes fotográficos que yo le había dejado sobre su cama. Fue como si a pesar de todo lo que ya sabía, hubiese ingresado a un estado de negación profunda. Él no era Ismael D'Angelo ni mucho menos un famoso y reconocido pintor en toda Europa. Su nombre era solo Briccio, un pobre hombre de triste destino que un día se puso a pintar lo poco que tenía en su mente. Un diminuto puñado de sueños que deseaba recordar en sus cuadros. 




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