El Pintor De Bruselas

UNA MADRE

A la mañana siguiente Giacomo había venido por mí para que fuéramos hasta la oficina de la galería pues finalmente yo retomaría mis actividades como correspondía. Había mucho por hacer y en vista de que próximamente tendríamos recepción para la venta de obras de los nuevos artistas yo debía estar presente de modo a chequear los cronogramas y también dirigir todos los preparativos. 
Le dejé a mi adorado Ismael una nota sobre la mesita de luz diciéndole a dónde iría y recordándole que el cumpleaños de nuestra Lyra sería dentro de 24 horas y que no quedaba mucho tiempo para prepararle la fiesta sorpresa. 
¡Cielo! Habla con Clementina para preguntarle en qué podrías ayudarla porque yo tengo mucho trabajo que hacer en la galería y apenas me quedará tiempo para ayudarla a organizar todo. 
Nos veremos en la tarde. ¡Te amo!  
— ¡Cumpleaños de mi hija! ¡Casi lo olvido! ¿Qué voy a regalarle a Lyra? Le preguntaré a Clementina a ver si me da unas ideas de lo que podría gustarle. 
En compañía de Giacomo y de mi secretaria Valeria nos dispusimos a ordenar cada uno de los ficheros con todos los contenidos para la semana de actividades junto con los horarios preestablecidos para la recepción. En una de esas mi secretaria apuntó en una de las hojas de los cronogramas la descripción de la pintura de mi esposo sin siquiera tener la mínima idea de quién lo había pintado. 
Valeria: ¿Y el nombre de este pintor? Su ficha no está detallada. 
Giacomo: No tiene nombre. ¡Bueno! Lo tiene pero momentáneamente y como ya sabes lo presentamos con un seudónimo. ¡El Pintor De Bruselas! —Exclamó expandiendo el título por los aires con sus manos— 
Valeria: Si, lo sé pero ¿El Pintor De Bruselas? Necesitamos un historial más amplió y aquí no hay nada más que su seudónimo. 
Giacomo: ¿Y qué Valeria? Él no necesita más que eso y créeme que no será ningún impedimento para vender sus cuadros. Tú solo deja ese fichero cómo está. 
Valeria: ¡De acuerdo! ¿Pero quién es? ¿Al menos conocen? 
Giacomo: De sobra… y por sobre todo Brüssel —Contestó mientras yo le sonreía— Tú también lo conoces Valeria. 
Valeria: ¿Lo conozco? ¿Quién es? Ya díganme. 
Brüssel: Valeria luego tú y yo hablaremos al respecto. ¿De acuerdo? 
Valeria: Está bien pero cuanto misterio… ¡Es una buena estrategia para vender su pintura! 
Giacomo: Exacto y de eso se trata honey. Que “El Pintor De Bruselas” cause sensación y misterio. 
Entre esas palabras pronunciadas por Giacomo, yo sentí nuevamente unas horribles náuseas que no pude controlar y por las cuales tuve que dirigirme a toda prisa hasta el baño. Allí quedé rendida y debilitada ante unos casi incesantes vómitos que parecían en verdad querer acabar conmigo. 
Giacomo: ¡Ay cariño! Te ves muy mal en verdad. Pálida como un papel. ¿Es todo o hay más? 
Brüssel: No hay más Giaco —Contesté llorosa y casi sin fuerzas— De hecho no había nada en mi estómago porque apenas pude comer bocado. Todo me devuelve el estómago… No recuerdo haber pasado por esto con Lyra, más bien estando embarazada de ella me daba muchas ganas de tragarme la nevera entera y fui muy propensa en convertirme en una vaca. 
Valeria: Santo Dio! ¿Señora Brüssel, usted está embarazada del hombre que dejó plantado en el altar? 
Brüssel: ¿Qué dices Valeria? Muérdete la lengua. 
Valeria: ¿Entonces de quién? ¿Del hombre por el cual dejó plantado al Señor Thompson? 
Giacomo: En lugar de hacer tantas preguntas mejor ayúdame a llevar a Brüssel de nuevo hasta la oficina. 
Brüssel: Ya estoy reponiéndome un poco… mejor ve a traerme una taza de té para ver si se me quita este malestar en el estómago —Le pedí a Valeria y fue mientras Giacomo y yo nos dirigíamos nuevamente hasta la oficina— 
Al cabo de unos minutos luego de ingerir el té las náuseas se me habían pasado un poco sin embargo otra situación no tardó en revolver mi estómago pero del susto. Mi suegra, la madre de Ismael, como cada año para el cumpleaños de su nieta Lyra venía a la casa con anticipación un par de días antes para saludarla, traerle obsequios y ayudar también a organizar la pequeña celebración pero para aquella ocasión las cosas habían sido muy diferentes. 
Ella seguía molesta conmigo por mi matrimonio con Bentley Thompson que si bien no se había realizado finalmente y muy probablemente ella ya lo sabía, sostenía que yo estuve a punto de traicionar y quebrantar la memoria de su hijo al aceptar a otro hombre en mi vida. Ella era una mujer bastante conservadora y con principios muy definidos, era de aquellas mujeres de un solo hombre y que desde la muerte de su esposo (el padre de Ismael) se había conservado para la memoria del mismo decidiendo no volverse a casar jamás ni a rehacer su vida en compañía de ninguna otra persona por lo tanto cuando su hijo desapareció y al cabo de un tiempo lo dieron por muerto, quedó muy sola y su nieta Lyra y yo éramos toda la familia que poseía. 
Según sus principios y sabiendo que yo amé mucho a su hijo pretendía y estaba casi convencida de que yo haría lo mismo que ella con su esposo. Guardarme por siempre a la memoria de Ismael por y no pensar siquiera en la posibilidad de que yo volviera a compartir mi vida con otro hombre. 
Cuando se enteró de mi relación con Bentley un par de años atrás, su profunda decepción y tristeza hacia mí hicieron que se alejara de nosotras y únicamente se había aparecido para el último cumpleaños de Lyra y también para Navidad. 
Mi hija quería mucho a su abuela en vista de que era la única que tenía pues mi madre había fallecido muchos años antes de que ella naciera. Por esa razón y puesto que ya nos encontrábamos nuevamente en Venecia, Lyra se había comunicado con su abuela y le había suplicado que por favor viniera para celebrar con ella su cumpleaños. 
Mi suegra acabó aceptando pues al final de cuentas nunca pudo negarse a los deseos de su nieta y aquella a mí me había parecido una ocasión propicia para conversar con ella, ya que no había tenido oportunidad de hacerlo antes para ponerla al tanto sobre todas las cuestiones relacionadas con su hijo Ismael. 
La estuve esperando desde hacía días para que pudiéramos conversar pero no apareció. La llamé incluso en varias ocasiones a su casa y no contestaba la llamada. Intenté comunicarme con ella a su celular y tampoco respondía entonces no me quedó de otra que planear irme nuevamente hasta su casa luego del mediodía cuando acabáramos de ordenar las cuestiones de las exposiciones en la galería pero para mi sorpresa y una muy grande, mi teléfono sonó y se trataba de mi suegra. 
Nunca atendió mis llamadas pero finalmente ella se había decidido a comunicarse conmigo y me puse muy contenta pero más muerta del susto que contenta pues ni bien atendí el celular ella me dijo que se encontraba frente a la casa porque deseaba darle una sorpresa a su nieta Lyra. 
Brüssel: ¿Qué dice suegrita? —Pregunté aterrada poniéndome de pie alertando a Giacomo y a Valeria— ¿Usted ya está frente a la casa? 
Sra. D’Angelo: Estoy… y ahora voy a colgar porque creo que ya van a abrirme la puerta —Dijo sin preámbulos— 
Brüssel: Suegrita por favor no cuelgues. ¡Espere! ¿Halo, suegrita? ¡Ay!... Giacomo mi suegra me dijo que está frente a la casa a punto de ingresar y me colgó la llamada. 
Giacomo: ¡Ay Brüssel! ¿Qué haremos? 
Brüssel: Ya nada se puede hacer —Le contesté agitando mis manos con desespero— 
Giacomo: Del susto y la emoción le dará un síncope cuando vea a su hijo. 
Valeria: ¿A su hijo? ¿De qué están hablando? 
Brüssel: Tenemos que irnos ahora mismo. 
Giacomo: Creo que sí debemos ir ¡Ya! 
Valeria: No pienso quedarme aquí con la intriga. Yo también voy con ustedes —Advirtió siguiéndonos y raudamente los tres salimos y subimos al coche de Giacomo y nos fuimos rumbo a la casa— 
CASTELLO (VENECİA) 
Marena: ¡Señora D’Angelo que gusto volverla a ver! Pase por favor. 
Sra. D’Angelo: ¡Ya era hora! ¿Por cuánto tiempo ibas a hacerme esperar aquí niña? 
Marena: Disculpe usted es que Clementina fue de compras al supermercado y tuve que venir yo abrir la puerta, pero pasé por favor. No se quede allí. 
Sra. D’Angelo: ¿Mi nieta dónde está? 
Marena: Está del otro lado de la casa jugando en el jardín. 
Lyra: ¡Abue, abuelitaaa! ¡Viniste! 
Marena: ¡Ah! Aquí viene. 
Sra. D’Angelo: ¡Mi hermosa niña! ¡Mi nieta bella y encantadora! ¿Cómo está mi princesa consentida? ¡Te extrañé tanto! 
Lyra: También yo te extrañé mucho, abuelita. 
Sra. D’Angelo: Déjame abrazarte fuerte mi pequeña y apretarte estás mejillas preciosas y rosaditas antes de darte todos los obsequios de cumpleaños que traje para ti mi amor. 
Lyra: ¿Me trajiste muchos obsequios abuelita? 
Sra. D’Angelo: Pero por supuesto que sí mi pequeño Ángel. Ya verás todo lo que te traje. 
Ismael: ¡Buenas tardes señora! ¿Usted es la mamá de Brüssel? 
Lyra: Abue, mira a mi papito… por fin está con nosotras. ¿Abue? ¿Abuelita? ¡Aaahhh! 
Marena: ¡Dios mío Señora! 
Ismael: ¿Qué le sucedió? 
Marena: Sra. D’Angelo, reaccione por favor. ¡La señora está desmayada! Debemos llevarla adentro, señor. 
Ismael: ¿Qué fue lo que dijiste? 
Marena: Que hay que llevarla dentro de la casa, señor. 
Ismael: ¡Eso no! ¿La señora quién es? 
Marena: Es la Sra. D’Angelo, la madre de usted. 
Ismael: ¿Esta señora es mi madre? 
Marena: Así es señor. 
Lyra: ¿Papito, mi abuelita se va a morir? No quiero que se muera. 
Ismael: No llores hija que ella solo está desmayada y creo que ya entiendo por qué. 
Marena: Déjeme ayudarla señor. 
Ismael: Sí, ayúdame y luego ve a preparar algún té para ofrecerle a la señora cuando despierte. 
MINUTOS MÁS TARDE (CASA DE LA FAMILIA D’ANGELO) CASTELLO 
Llegamos tarde pues lo que habíamos temido acabó sucediendo finalmente. Mi suegra había caído desmayada al ver a su hijo Ismael y cuando ingresamos a la casa, yo vi a mi esposo sentado junto a su madre desvanecida mientras casi vanamente intentaba despertarla. 
Brüssel: ¡Mi amor! 
Ismael: ¿Tengo una madre y no me lo dijiste? ¿Por qué? 
Brüssel: ¿Por qué mi amor? ¿Me lo preguntas en serio? 
Ismael: Te lo pregunto en serio. 
Brüssel: Desde qué te encontré cielo, he tenido la cabeza llena de cosas, a punto de estallar, sin embargo pese a todo he intentado hablar con tu madre desde que llegamos a Venecia y no me atendía el teléfono. 
Ismael: Tenías que contarme que tengo una madre, Brüssel… Tengo una madre —Repitió lleno de felicidad sujetando su mano— 
Brüssel: Amor yo necesito que me dejes hablar con ella y lo mejor será que no estés a su lado cuando despierte porque volverá a desmayarse si te ve. 
Cuando finalmente lo convencí él salió de nuestra habitación a la cual había llevado a su madre con ayuda de la Marena y fue hasta la sala donde se hallaban esperando Giacomo y Valeria. 
Valeria: ¡Por todos los cielos! Usted en verdad está vivo señor. 
Ismael: ¿Quién es usted? ¿Acaso también va a desmayarse? 
Valeria: Soy Valeria, la secretaria de la Sra. Brüssel. ¿No me recuerda? 
Ismael: No. 
Valeria: ¿No?... ¡Claro! Ahora todo tiene sentido Giacomo. Por eso la Sra. Brüssel dejó plantado en el altar al… 
Giacomo: ¡Valeria! 
Valeria: Y ahora comprendo de quién está embarazada. ¡Es de usted! 
Giacomo: Valeria me alegra mucho de que entiendas todo. ¿Ahora podrías guardar un poco de silencio por favor? 
Valeria: Está bien pero luego me explican todo. 
En la habitación, yo con ayuda de Marena (la chica del servicio de la casa) intentábamos recobrar el conocimiento de mí desmayada suegrita. Su presión se hallaba bastante inestable y temía que pudiera empeorar al despertar y recordara el episodio en el cual vio a su hijo, entonces le pedí a la chica que fuera a llamar a un médico particular. 
Ella fue de inmediato y cuando mi suegra parecía reaccionar finalmente, quedé algo aliviada. 
Brüssel: Ay suegrita… me saca un peso de encima. ¡Qué bueno que despierta! —Exclamé y al cabo de poco tiempo ella emitió palabras entre repentinos llantos— 
Sra. D’Angelo: ¡Ay Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! —Exclamó repetidas veces golpeándose las rodillas con las palmas de las manos— ¡Dios mío por qué! 
Brüssel: No haga eso suegrita… Tiene que calmarse o se volverá a descompensar. Ya mandé llamar a un médico para que la revise. 
Sra. D’Angelo: Ningún médico es capaz de curar el dolor de mi alma… ¡Ay Dios mío! Todo esto es culpa tuya Brüssel… quebrantaste la memoria de mi hijo y ahora su alma en pena anda vagando entre nosotros. ¡Ay Dios mío! ¡Mi pobre hijo! 
Sin saber que hacer para calmarla lancé un enorme suspiro y acerqué una silla para sentarme un momento pues no me sentía nada bien. 
Sra. D’Angelo: Ni siquiera tengo una tumba para ir al llorar a mi hijo, para llevarle flores y pedirle perdón por la tradición de su esposa a su memoria. 
Brüssel: ¡Suficiente suegra! —Dije con voz elevada— Ya no diga más tonterías 
Sra. D’Angelo: ¿Suficiente qué? ¿Tonterías? ¿Acaso te remuerde la conciencia oír la verdad? 
Brüssel: A mí nada me remuerde la conciencia suegra porque Dios es testigo de cuánto amé y amo a su hijo. 
Sra. D’Angelo: ¡Claro! Lo armaste tanto que estuviste a punto de casarte con otro hombre. 
Brüssel: Así es… Estuve a punto de casarme de nuevo pero no lo hice. Usted más que nadie sabe cuánto sufrí por la desaparición de Ismael. Llevé en mi alma y en mi corazón el mismo dolor que usted. ¿Pero sabe que? Hay algo que yo mantuve inquebrantable y usted no. Mientras usted se lamentaba por no tener una tumba dónde llorar a su hijo yo continúe buscándolo todos estos años con la esperanza de hallarlo vivo. Mi corazón siempre me decía que en algún lugar se hallaba mi Ismael y por esa razón contraté a un detective para que continuara la labor que la policía había suspendido porque acabaron dándolo por muerto. —Culminé sintiendo que yo acabaría necesitando más de un médico que mi exasperante suegrita— ¿Sabe por qué no me casé, suegra? ¿Por qué dejé a aquel hombre plantado en el altar? Por qué a pasos de ingresar a la iglesia recibí un llamado del detective que yo había contratado y me dijo que había hallado en Amiens una prueba de vida de Ismael. Una réplica exacta de una de sus pinturas inconclusas, una que no pudo ser replicada por nadie más porque la original nunca salió a la luz. Esa prueba me confirmó que mi esposo estaba vivo y acabó llevándome hasta él. 
Sra. D’Angelo: ¿Qué estás diciéndome Brüssel? ¿Mi hijo está…? 
Brüssel: Su hijo está vivo… mí Ismael está vivo y es de lo que yo deseaba hablarle desde que volvimos a Venecia pero usted ignoraba todas mis llamadas y tampoco la hallé en su casa de siempre —Dije temblorosa poniéndome de pie— Lo que usted vio no fue ningún alma en pena. Usted vio a su hijo en carne y hueso porque Ismael está aquí en casa con nosotras —Grité como última reacción antes des caer desvanecida al suelo— 




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