El Pintor De Bruselas

ACEPTO OTRA VEZ

El gran día había llegado. El día de mi boda con el hombre que nunca había dejado de ser mi esposo, pero que en su memoria no guardaba más que pinceladas de recuerdos que él consideraba tan solo maravillosos sueños en medio de todas las pesadillas que había vivido. 
Deseaba mucho en verdad rehacer todos sus recuerdos intentando comprimir aquellos cinco años de su ausencia. Deseaba unir nuestra antigua vida a una nueva con momentos igualmente felices y me sentía capaz de lograrlo, pero teniendo que luchar contra todas aquellas personas que alguna vez le hicieron tanto daño. 
Uno de mis principales desafíos sería luchar contra una identidad que no le correspondía, una que llegó a tal punto de hacerle creer en el mismo, ciegamente. 
Aquel día yo contraería matrimonio con Ismael D’Angelo pese a que para todos él sería Briccio Magyar. Un extraño a quién apenas se lo conocía como el Pintor de Bruselas y a quién todos verían por primera vez antes de dar inicio a la ceremonia de la boda. 
¿Por qué traer de nuevo a Briccio Magyar? ¿Por qué seguir sosteniendo aquella mentira? 
Porque la situación así lo ameritaba. Porque de algún modo era necesario para llegar hasta el fondo de toda la verdad y porque no contábamos con el privilegio de más opciones. 
Sin embargo sería una mentira que no duraría demasiado pues el volcán había entrado en erupción y era cuestión de un par de días para que estallara. Luego de la boda y como consecuencia de las denuncias presentadas por el detective Jeffrey Seeley, el mundo entero acabaría sabiendo que Ismael D'Angelo estaba vivo y que se encontraba nuevamente entre nosotros, pero antes Bentley Thompson y Magda acabaría recibiendo un gran escarmiento por parte de mi esposo como advertencia a todo lo que les estaría por suceder. 
En cuanto a nuestra boda, mi única intención era recrear los buenos momentos en la memoria de Ismael. Quería que él sintiera todo lo maravilloso que ya habíamos sentido alguna vez cuando nos casamos y quería que supiera que juntos formaríamos nuevos recuerdos como la primera vez. 
Antes de la boda, desde luego volví a tener una conversación con el Sr. Lunedino para ajustar todos los detalles posibles y no exactamente con respecto a la celebración sino más bien con el plan que habíamos ideado. Ismael estaba al tanto de todo pues era él quien se encargaría de echarlo andar aquel mismo día. 
Todo estaba listo. Yo estaba lista para bajar y unirme a mi esposo quién se encontraba aguardándome en compañía de nuestra hija Lyra al final de uno de los pasillos junto a la escalera principal. 
Sra. D'Angelo: ¡Brüssel, hija te ves igual de hermosa como la primera vez que te casaste con mi hijo! —Exclamó mi suegra— 
Giacomo: ¡Divine! ¡Lovely, Honey! 
Brüssel: ¿De verdad? ¿No me veo gorda? 
Giacomo: ¿Gorda, Brüssel? 
Sra. D'Angelo: ¿De qué estás hablando hija? El vientre aún ni se te nota. 
Giacomo: No te ves gorda, Brüssel. Ahora toma tu ramo, respira profundo y salgamos —Dijo en lo que una de las estilistas que se hicieron cargo de mí, acomodaba la pequeña cola de mi vestido— 
Brüssel: ¡Vámonos! 
Cuando salimos de la habitación donde nos encontrábamos, caminamos hacia el pasillo rumbo a las escaleras dónde poco después ya pude ver a los dos amores más grandes de mi vida. 
Brüssel: Santo Dio! —Exclamé encantada— ¿Qué fue lo que le hicieron a mi esposo? 
Giacomo: Mmm… Lo imposible para que se viera cómo se ve y no te imaginas lo que le costó a la estilista que se encargó de él —Dijo y sonreí— 
Sra. D'Angelo: Tampoco exageres Giacomo qué mi hijo siempre fue un hombre muy guapo y lo sigue siendo. 
Giacomo: Tal vez Sra. D'Angelo, pero a su modo cavernícola que desde su reaparición, contrastaba bastante con la bella esposa qué tiene. 
Lyra: ¡Mamita, te ves muy hermosa! ¡Como una princesa! —Exclamó acercándose a mí— 
Brüssel: ¡Gracias corazón! ¡Tú también te ves hermosa! —Dije abrazándola— 
Mi esposo también se acercó a mí y observándome de pies a cabeza, me tomó de ambas manos pegándome a él. 
Ismael: ¡Mi Brüssel! 
Brüssel: ¡Dime, amor! ¿qué tal me veo? 
Ismael: En el mundo entero no ha de existir mujer más hermosa que tú mi Brüssel —Dijo rodeando de inmediato sus brazos a mi cintura dándome un beso en los labios— 
Giacomo: ¡No más! ¡Suficiente Ismael! Los besos y los actos empalagosos lo dejarán para el término de la boda —Irrumpió pidiéndonos que nos dirigiremos rumbo al salón VIP del hotel donde se llevaría a cabo la ceremonia— 
En todos los presentes quienes no superaban los 40 invitados y quienes en su mayoría eran miembros de la asociación de artistas plásticos de Venecia, no cabía siquiera la mínima sospecha de lo que estaría a punto de suceder. Para todos ellos, la persona con quién iba yo a contraer matrimonio era un tal Briccio Magyar (según citaba en la invitación). Un pintor desconocido del cual habían tenido leves referencias únicamente por una de sus pinturas que fue exhibida y subastada un par de meses atrás en la galería L'arte di amare y del cual oyeron muy buenas críticas de las personas que visitaron la galería y vieron su pintura. 
Todas esas personas aguardaban con mucha expectativa para conocer al Pintor de Bruselas en medio de bullicios y charlas entre los socios y amigos, pero tal fue la sorpresa y el asombro de los mismos al verlo bajar las escaleras junto a mí que el gran salón VIP quedó enmudecido en su totalidad. 
Nadie, absolutamente nadie daba crédito a lo que veía y mirándose unos a otros se preguntaban cómo era posible. 
— ¿Ismael D’Angelo? 
— ¡No puede ser él! ¡Imposible! 
— ¡Está vivo! ¡Es Ismael D’Angelo! 
— ¿El pintor de Bruselas es Ismael D’Angelo? 
— ¡Es él en verdad! 
— ¡Sí es él! 
— ¡Es Ismael D’Angelo! 
Rompiendo repentinamente el silencio, murmurando todos en medio de dudas y afirmaciones que en verdad se trataba de Ismael D’Angelo. 
El presidente de la asociación de artistas plásticos de Venecia, Santino Tagliani fue el primero en acercarse intentando observarlo mejor, pero su intención fue intervenida por el dueño del Hotel San Cassiano Cà Favretto (Giacomo Lunedino) quién tomando un micrófono se prestó sin rodeos a presentar ante todos los invitados a mi futuro esposo, o mejor dicho a mi esposo. 
Sr. Lunedino: Signore e signori! Davanti a tutti voi, membri dell'associazione artisti visivi di Venezia e famiglia. Ho l'onore e la felicità di presentarvi niente di più e niente di meno che il pittore di Bruxelles. ¡Ismael D’Angelo! —Dijo haciendo estallar nuevamente los murmullos entre todos los presentes— 
Santino Tagliani: ¿Entonces es verdad? ¿Ismael D’Angelo es el Pintor de Bruselas? ¡Estás vivo Ismael! 
Piero Fusco: ¿Cómo es posible? ¿Dónde has estado todo este tiempo Ismael? —Preguntó otro de los miembros de la asociación de artistas plásticos de Venecia y vicepresidente de la misma— 
Desde luego mi esposo no respondió a dicha pregunta y no porque no pudiera responderla sino más bien porque esas personas eran extrañas para él y hubiese resultado muy prematuro para nuestros planes ahondar en detalle. Nos encontrábamos allí para celebrar una boda, nuestra boda y para vivir juntos un día memorable antes de preocuparnos por todo lo que vendría. 
Ingresamos al lobby, seguidos por la atenta mirada de todos los presentes y escudados por el Sr. Lunedino por quien todos sentían un gran respeto. Ismael nuestra hija y yo nos ubicamos en una mesa exclusiva para los tres mientras que nuestros invitados especiales. La madre de Ismael, Clementina, Valeria, Giacomo y su esposo Sandro, al frente, más próximos a nosotros. 
La ceremonia no tardó en comenzar con una pequeña misa oficiada por el sacerdote Lieto Palmieri perteneciente a la Chiesa de la Madonna dell’orto. De ese modo Ismael y yo volvimos a contraer matrimonio. Volví a casarme con mi esposo, con el hombre de mi vida. Con el mismo al cual había prometido antes amar hasta que la muerte nos separe. 
La muerte no nos separó. Mi esposo Ismael estaba vivo y lo tenía junto a mí. Los dos fuimos separados por la maldad y la crueldad más grande que jamás hubiésemos podido sospechar, pero Dios nos dio una segunda oportunidad de estar juntos, de enamorarnos otra vez y de amarnos con la misma intensidad de siempre, entonces el sacerdote finalmente nos casó como Brüssel Holbein e Ismael D’Angelo. Dijimos, acepto, otra vez y por medio de su bendición ante la presencia omnisciente de Dios, nos declaró marido y mujer frente a aquella reducida y selecta presencia que fue testigo de nuestra unión. 
Sacerdote: Signor D’Angelo… lei può baciare la sposa! —Exclamó— 
Brüssel: ¿Oíste amor? Dice qué puedes besarme —Le susurré mientras colocaba mis brazos sobre sus hombros— 
Ismael: ¿Puedo? 
Brüssel: Puedes —Recalqué y entonces sonriente colocó sus manos en mi cintura y me besó intensamente, de ese modo que tanto me gustaba— 
Ismael: ¡Ahora soy tu esposo, Brüssel y tú eres únicamente mía y de nadie más mi hermosa mujer! 
Brüssel: Nunca deje de ser únicamente tuya mi cielo. ¡Te amo! 
Ismael: ¡Yo te amo más! —Dijo y en aquel instante fui yo quien lo besó— 
Sacerdote: Ciò che Dio ha unito, possa l'uomo non separarlo! (Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre) 
Brüssel: ¡Amén, padre! 
Ismael: ¡Amén, padre! 
Giacomo: ¡Amén! Espero que esta vez así sea en verdad. 
Sr. Lunedino: ¡Así será apreciado tocayo. Verás que sí y desde ya quiero que todos sepan que Ismael y Brüssel pueden contar conmigo para todo. 
Brüssel: Se lo agradezco mucho en verdad, Sr. Lunedino. 
Sandro: ¡Permíteme felicitarte Brüssel! —Exclamó repentinamente el novio de Giaco, dándome un par de besos en las mejillas— ¡Te ves radiante! 
Ismael: Mmm… ¿Y tú quién eres? 
Sandro: ¡Ah! Aún no nos han presentado Ismael. Yo soy Sandro Conte, esposo de Giacomo —Dijo mientras Ismael lo observaba de pies a cabeza— 
Ismael: ¿Esposo de Giaco? 
Sandro: Así es. 
Giacomo: Disculpa si no los he presentado antes es que Sandro por cuestiones de trabajo andaba de viaje por Grecia. 
Sr. Lunedino: ¡Selectísimo grupo de invitados! —Dijo tomando nuevamente el micrófono— Ruego de su atención por favor —Pidió y todos los presentes que no dejaban de murmurar, quedaron en silencio y atentos a lo que tenía que decir el Sr. Lunedino— Se preguntarán todos qué fue lo que sucedió aquí aparte de una muy íntima pero maravillosa boda. 
Santino Tagliani: ¡Por supuesto señor Lunedino! Deseamos en verdad comprender que es lo que está pasando. Recibimos la invitación para la boda de la Sra. Brüssel con un tal Briccio Magyar que resultó ser El Pintor De Bruselas y a su vez Ismael D’Angelo. ¿Qué significa esto? 
Piero Fusco: ¿Ismael en verdad estás vivo? —Preguntó acercándose a él y observándolo esta vez más de cerca y detenidamente— 
Ismael: Mmm… eso dicen. 
Piero Fusco: ¿Y dónde estuviste todo este tiempo? 
Sr. Lunedino: Per favore signore e signori! Les ruego me escuchen —Irrumpió— están aquí porque fueron confiados para formar parte del regreso de Ismael D’Angelo pero como miembro benefactor de la asociación de artistas plásticos de Venecia yo voy a pedirles como un gran favor que esta aparición se mantenga en absoluto secreto. 
Santino Tagliani: ¿Eso porque Señor Lunedino? ¿Se imagina todo lo que podría generar en el mundo del arte la reaparición de Ismael D’Angelo? 
Piero Fusco: Y en toda esa gente que siempre ha admirado todo su trabajo. 
Sr. Lunedino: Justamente porque me lo imagino es que les pido este gran favor. En los próximos días todo saldrá a la luz y el mundo entero se habrá enterado de la aparición de Ismael D’Angelo, pero hasta ese momento es necesario que mantengamos esto en completo secreto. Todos sabrán que fue lo que sucedió y las razones por las cuales uno de nuestros pintores más reconocidos y admirados estuvo desaparecido durante tantos años a tal punto de haber sido declarado, muerto —Explayó en medio de nuevos murmullos entre todos los miembros— ¿Podemos confiar en cada uno de ustedes? —Preguntó— ¿Segnor Tagliani? ¿Signor Fusco? ¿Signora Greco? — —Preguntó refiriéndose por último a Orleana Greco. Una de las artistas plásticas más reconocidas Italia y uno de los primeros miembros de la asociación veneciana junto con Santino Tagliani, Piero Fusco e Ismael. Una artista que por cierto alguna vez tuvo sus historias con mi esposo, tiempo antes de que él y yo nos conociéramos. 
Santino Tagliani: Va bene! Va bene! Si las cosas se darán tal y como usted las dice Sr. Lunedino, puede contar con cada uno de nosotros. ¡Yo como presidente de la asociación de artistas plásticos de esta ciudad! —Exclamó— aseguro confiando en cada uno de nuestros miembros, de que no saldrá media palabra de nosotros sobre todo esto —Continuó observando a todos los miembros y por sobre todo a los principales— 
Piero Fusco: ¡Absolutamente! Pueden contar para ello con toda confianza. 
Orleana Greco: ¡Así será Señor Lunedino! —Puntuó la artista antes de que el resto de todos los miembros se comprometieran también a lo mismo— 
Sr. Lunedino: ¡Excelente! habiendo entonces llegado a este acuerdo entre todos, que les parece si finalmente disfrutamos de esta recepción para celebrar el regreso de Ismael y de su renovada boda, desde luego. 
Orleana Greco: ¡Pues estamos aquí para eso! Para celebrar una boda. Únicamente nos ha sorprendido bastante el novio —Dijo acercándose a él y debo decir, de un modo algo descarado según mi punto de vista— ¡Bienvenido Ismael! —Prosiguió besando su mejilla— Te ves un poco diferente pero sigues igual de guapo como siempre. 
Ismael: Mmm… sólo me han vestido de pingüino para mi boda con mí Brüssel. ¿Usted también me conoce de antes? —Observándola justo donde yo deseaba que no lo hiciera— 
Orleana Greco era de ese tipo de mujeres que gustaban mucho a mi esposo. Coqueta, atrevida y con atributos físicos específicos sobresaliente. No por nada habían sido novios alguna vez. 
Giacomo: Respira profundo honey que no pasa nada. 
Brüssel: No… no pasa nada, Giaco. Solo está hirviéndome la sangre —Dije acercándome hasta ellos y donde también se encontraban otros miembros cerca para saludar a Ismael— ¡Orleana! —Exclamé tomando a mi esposo de una mano e interponiéndome para que aquella mujer se despegara un poco más de él— 
Orleana Greco: ¡Brüssel! ¡Te ves muy bien! 
Brüssel: ¡Gracias! 
Orleana Greco: Debo decir que por momentos esperé que te diera nuevamente el síndrome de la novia fugitiva. Durante semanas enteras los medios no hicieron otra cosa que hablar sobre eso. 
Brüssel: Mmm… me lo imagino, pero la verdad no tuve tiempo para prestarle atención a los medios —Dije abrazando a mi esposo y dándole un beso en los labios— 
Lyra: ¡Mamita, mamita! —Irrumpió repentinamente mi hija— ¿Mi papito y yo ya podemos comer el pastel? 
Brüssel: ¡Pueden! ¡Claro que pueden! —Le dije a Lyra con tal de que se llevará de allí a su papá— 
Ismael: ¿En verdad ya podemos Brüssel? —Me susurró dubitativo— 
Brüssel: Sí amor… nuestra hija ya quiere pastel. ¡Vayan! ¡Vayan! —Le dije y entonces Lyra se llevó a su papá hacia dónde se encontraba el pastel, jalándolo de una mano mientras yo le hacía señas al fotógrafo indicándole que les tomará unas cuantas fotografías a mi esposo y a mi hija mientras cortaban el pastel— 
Sr. Lunedino: ¡Señora Brüssel! ¿Me permite un momento? —Irrumpió pidiéndome que nos alejaremos un poco del oído de otras personas— 
Brüssel: ¿Ya hay noticias Señor Lunedino? 
Sr. Lunedino: ¡Así es! —Afirmó entre susurros— Mis hombres me acaban de confirmar que los objetivos ya cayeron. 
Brüssel: ¡Excelente! 
Sr. Lunedino: Ahora sí puede disfrutar tranquila con su familia, de la recepción de su boda que ya luego nos encargaremos de lo que sigue. 
 




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