El Pintor De Bruselas

ESPELUZNANTE

OSPEDALE DI TREVISO (HOSPITAL GUBERNAMENTAL DE TREVISO) 
Bentley Thompson: ¡Maldito! ¡Mil veces maldito! Perro miserable… Juro que voy a darte donde más te duela. Voy a acabar con lo que más amas en este mundo así sea la última cosa que haga en mi vida. ¡Enfermera! ¡Enfermera! 
Enfermera: ¿Qué sucede? ¿Señor Thompson, que sucede? 
Bentley Thompson: ¿Quién trajo esta caja y esta nota? ¿Quién la trajo? ¿Quién fue? 
Enfermera: No tengo idea… aquí no puede entrar nadie que no sea del personal médico. 
Bentley Thompson: Pues alguien tuvo que haberlas traído. ¿Acaso fue usted? ¿Acaso le pagaron para que lo hiciera? ¡Conteste! 
Enfermera: Juro que no sé de lo que está usted hablando. 
Bentley Thompson: ¡Mientes! Tuvo que haber sido usted o alguno de sus miserables compañeros. 
Guardia Primero: ¿Qué está sucediendo? 
Bentley Thompson: ¿Fueron ustedes? ¡Por supuesto! Todos ustedes son cómplices y él les pidió que dejaran esto aquí. 
Guardia segundo: ¿Qué es esto? No tenemos idea de lo que está hablando y más le vale que deje de gritar y de hacer acusaciones. 
Bentley Thompson: ¡Mienten! ¡Todos ustedes mienten! 
Una pequeña caja y una nota adjuntada a la misma, apareció junto a la cama del hospital donde yacía Bentley Thompson, haciendo que se desatara una ira en él casi incontrolable, llena de odio y de amenazas específicamente destinadas a una persona. 
“Tus dedos putrefactos ya no me sirven para nada por lo tanto que los devuelvo. Las hubiese arrojado al mar, pero ningún pez merece morir envenenado por comer tu asquerosa carne” 
Según la enfermera de turno y según los guardias del CNI que custodiaban la entrada de la habitación de Bentley Thompson, nadie ingreso y nadie que no fueran las enfermeras y el médico de turno podían ingresar a la habitación del custodiado. ¿Quién pudo haber dejado allí entonces aquella espeluznante caja acompañada de una nota? Quizás en verdad fue la enfermera. Quizás uno de los guardias, o ambos. Pudo haber sido también el médico de turno teniendo en cuenta que ya nada era de extrañar en toda aquella historia. Sin embargo se tornó todo un misterio en el entorno pese a que Bentley Thompson sabía perfectamente quién las había enviado. 
GALERÍA L’ARTE DI AMARE (A MEDIADOS DE LA MAÑANA) 
— ¡Brüssel! 
— Mmm… 
— Puedo mirar esta pintura una y mil veces, y aun así continuaría estupefacto. Ismael nunca había pintado una cosa como esta. Es muy rara. ¿Podría decirse que tiene una tonalidad surrealista? 
En esos momentos podía yo expresar muchas cosas acompañando las expresiones de Giacomo, sin embargo preferí no decir cosa alguna que pudiera desencadenarse en otras cuestiones con respecto a aquella pintura y a las ya constantes especulaciones referentes a mi esposo. Confiaba en mi amigo, pero aquella pintura, bautizada por Ismael como “Los suplicios de un intocable” y por los periodistas de arte, cómo “Espeluznante”, poseía un trasfondo realmente aterrador y plasmaba con claridad la histeria en la que llegaba a caer en ocasiones mi esposo. Histeria que yo sabía perfectamente del único modo en que podía iniciársele a tal punto de cometer actos extremos sin contemplaciones. 
— Honey aún no has dicho media palabra. ¿Qué piensas sobre esta escena tenebrosa? 
— Pienso que luego del impacto que causó, será aún mucho más exitosa. 
— ¿Qué? ¿Es todo? 
— ¿Qué más? No tengo nada más que decir. Tú eres el crítico de artes. 
— Tú también lo eres. 
— No de qué otro modo calificarla. Diré lo que todo el mundo dice. ¡Es Espeluznante! 
En verdad lo era y claramente todas nuestras pesadillas se hallaban a reflejadas en aquella escena. Sangre, muérete, vacío, oscuridad, desesperación, crueldad y debilidad. La escena transcurría en una gran habitación con la silueta de un hombre decapitado cayendo sobre un resignado sofá. La cabeza esquelética con una corona colocada por la misma, rodando en la alfombra. De fondo, decorado en una de las paredes, un retrato inclinado de una máscara de carnaval veneciano derramando lágrimas de sangre que se escurrían hasta llegar al piso. Una puerta semi abierta que dejaba entrever cuatro manos enguantadas de color negro. Una mesa redonda decorada por un florero con rosas marchitas. Bajo la misma mesa una billetera abierta con dinero esparcido por toda la alfombra al igual qué unos papeles, todos manchados de la sangre que se escurría de los ojos de la máscara veneciana colgada en la pared. Como broche de oro a lo espeluznante, un ventanal de cristal por el cual observaban tres personas desde afuera. Una de ellas llevaba la cabeza cubierta con un saco y una cuerda que le estrujaba el cuello. La otra llevaba un sombrero que no dejaba ver su rostro, apenas su boca que sostenía una larga pipa. Y la última, una mujer a quien su larga cabellera negra le cubría los ojos dejando ver apenas la punta de su nariz, y su mano apoyada al cristal que permitía ver el corte de su muñeca ensangrentada. 
Podría observar aquella pintura mil veces y al igual que Giacomo no lograría abandonar mi estado estupefacto. Aquella pintura era el más puro homenaje a una escena de película de terror y muerte. Una descripción artística de crímenes y delitos. Una evidencia inconsciente y aterradoramente detallada de todas las víctimas y de los suplicios del victimario. 
¿Se trataba realmente de escenas que martirizaban a mi esposo en forma de pesadilla? ¿O se trataba acaso de una declaración perfectamente ilustrada de todos los hechos? Si mis terribles temores eran acertados, aquella escena aún no se hallaba del todo concreta. Todavía quedaba algo por suceder. Bentley Thompson seguía con vida, asechando con la sombra del temor y de las amenazas. ¿Y quién lo mataría entonces? —Me pregunté negando con la cabeza— Mi esposo no lo haría. Él no sería capaz pues tuvo oportunidad de hacerlo y no lo hizo porque Ismael no es un asesino. 
— ¡Hey honey, por Dios! ¿Ahora en que tanto piensas? ¡Me angustias! 
— ¡Nada! Estoy intentando dar una opinión sobre esta pesadilla —Contesté intentando soltarme de inmediato de aquellos malos pensamientos— ¿Podemos catalogar esto como expresionismo aparte de espeluznante? 
— Ciertamente es expresionismo, sin embargo también posee otras matices. ¡Y en exceso! Pero tú estabas pensando en algo serio Brüssel. ¡No me lo niegues! 
— No podría negártelo. Esta pintura más allá del escalofrío que trasmite, tiene algo muy raro —Le dije mientras continuábamos observando la pintura. 
— Pensaba lo mismo honey, pero creo que me volveré loco si continuo observándola intentando descifrar que cosa es. 
— Igual yo, Giacomo. Suficiente he tenido ya contestando las preguntas de los reporteros de artes y otros periodistas que deseaban afanosamente una exclusiva con “El Pintor De Bruselas”. 
Espeluznante al igual que todas las demás obras de mi esposo en menos de 24 horas había recorrido el mundo entero y tanto las imágenes cómo las distintas voces de rumores y críticas llegaron a oídos de otras galerías de todos los rincones, y se hacían eco del éxito de la primera exposición oficial de “El Pintor De Bruselas” 
Cansada fui a casa y cuando llegué hallé a mi esposo tendido sobre el sofá de la sala observando la tableta casi pegada a la cara. 
— ¿Amor, y tus gafas dónde están? 
— No las encontré, Brüssel. Creo que las dejé en la habitación del hotel, ayer cuando fuimos ahí luego de la exposición. ¿Cómo estás mi hermosa? Llegaste temprano —Preguntó levantándose para darme un beso— 
— Estoy bien pero un poco exhausta. 
— No debiste ir. ¡Te lo dije! 
— Mmm… Cielo, yo guardé tus gafas en tu mochila. Apuesto a que ni siquiera las has buscado ahí. 
— No lo hice. ¿Brüssel, seré un pintor famoso? 
— ¿Y eso? 
— Lo dicen en las noticias. Hay muchas noticias sobre mí en la tableta. 
— Mhm. ¡Bueno, bebé! Tú ya eras famoso y ciertamente lo seguirás siendo —Le contesté acariciando su cabello— 
— No quiero eso, Brüssel… los famosos llevan una vida estresante, triste y vacía. 
— ¿Qué dices? ¿Crees que tendrás una vida triste y vacía a mi lado? 
— A tu lado jamás mi hermosa, pero no quiero ser famoso porque cuando volvamos a Bruselas tengo intenciones de pedir nuevamente trabajo en el restaurante donde trabajaba y si me vuelvo famoso el señor Doucet no querrá dármelo pese a que siempre fue muy amable conmigo. Sé que si hablo con él podré convencerlo de que me devuelva el puesto que tenía. 
Suspirando profundamente, me puse a pensar qué en viejas circunstancias como en la época en la que encontré a Ismael, me habría petrificado oírlo hablar de tal modo pues para mi conciencia, mi esposo no podía caer tan bajo como ser lavaplatos en un restaurante. ¡No de nuevo! Sin embargo esa misma conciencia me advertía constantemente de que Ismael, mi verdadero Ismael ya no existía. Que lo qué quedaba de él era tan solo su arte que de algún modo logró sobrevivir. Un arte que él amaba, más no lo suficiente como para desear vivir del mismo. El Pintor De Bruselas era tan libre como la brisa de primavera que un día me condujo hasta él. Libre como las mariposas que llegaban esperanzadas de hallar su gran paraíso en los invernaderos reales de Laeken. ¿Cómo llevarle la contra? ¿Con qué corazón y egoísmo le arrancaría las alas aquella libertad que tanto me pregonaba? 
Mi esposo deseaba volver a Bruselas y es lo qué haríamos, entonces no le dije más nada que le hiciera percibir algún tipo de negación de mi parte a sus deseos. Simplemente besé esos labios templados y dulces desde el confort en el que se hallaba entre mis brazos, y dónde esporádicamente escapaba el alma de niño de su cuerpo de hombre. 
JUZGADO DISTRITAL (DESPACHO PERSONAL DEL JUEZ MERTENS) 
Juez Mertens: ¡Señor Holbein! Agradezco que haya acudido a mi llamado. 
Gregor Holbein: Debo decir que me ha resultado muy extraño. Sin embargo no podía negarme al pedido de presencia, de un juez. 
Juez Mertens: ¡Tome asiento por favor! 
Gregor Holbein: ¡Gracias! Bien… ahora dígame de qué se trata. 
Juez Mertens: Intentaré ir al grano, señor Holbein pues imagino que usted al igual que yo, carece de poco tiempo. 
Gregor Holbein: El tiempo últimamente me ha resultado algo relativo, sin embargo no deja de ser valioso porque aún tengo asuntos importantes que concluir. 
Juez Mertens: ¿Asuntos relacionados con Bentley Thompson? 
Gregor Holbein: Ya no podría negarlo. Sería absurdo. 
Juez Mertens: Comprendo que usted está a punto de concluir una misión muy importante señor Holbein y que desea hacerlo antes de jubilarse del CNI. Una misión por la cual ha trabajado durante largos años. 
Gregor Holbein: Ya veo que sabe mucho más de lo que debería. Pero no lo culpo. Todo ha estallado como una bomba de tiempo. 
Juez Mertens: Sé lo suficiente como para haberme atrevido a llamarlo. ¡Señor Holbein! Como seguramente ya lo sabe, soy el juez que lleva el caso del esposo de su hija, Brüssel D’Angelo. El caso más famoso de toda Venecia. 
Gregor Holbein: Lleva el caso de una persona declarada muerta hace 3 años, Juez Mertens. ¡Una auténtica pérdida de tiempo! 
Juez Mertens: Lo sé tanto como sé también que el caso revivió con la aparición repentina del hombre declarado muerto. Tras la aparición del señor D’Angelo se presentaron gravísimas acusaciones contra una de las corporaciones médico científica más importantes de toda Europa. Corporación que a su vez está fuertemente patrocinada por La firma Thompson. 
Gregor Holbein: Me temo que ya ha sido suficiente. Le ruego que vaya al grano de una vez por todas Juez Mertens. 
Juez Mertens: Tengo en mi poder todas las copias de los papeles que demuestran la implicancia y culpabilidad irrefutable de todos los negocios ilícitos que posee el señor Bentley Thompson. Apropiaciones ilícitas, hostigamientos, lavado de dinero, contrabando, tráfico clandestino de drogas y armamentos. Pruebas que lo hundirían en prisión por el resto de su vida. Mismas pruebas que si no son presentadas ante los tribunales correspondientes al CNI, harán que al abandonar el hospital, Bentley Thompson en lugar de ir a parar tras las rejas, continúe su vida normal, ostentosa y delictiva. Todo mientras planea de qué modo intentar acabar por segunda ocasión con la vida de Ismael D’Angelo. Todo Si antes no mata a la esposa del pintor. ¡Su hija embarazada, señor Holbein! 
Gregor Holbein: ¿Qué es lo que desea Juez Mertens? Dígalo de una vez. 
Juez Mertens: Deseo absolutamente toda la verdad. 
Gregor Holbein: ¿Cómo se atreve a pedirme tal cosa? Si usted interviene en esto puede estropear toda la misión. Todo mi trabajo de años lo echaría a perder en pocos segundos. Usted más que nadie debería saber que nos regimos por ética y códigos qué debemos respetar. Lo más sensato para usted, para mí, para mi familia y para todos será que me entregué esos valiosos documentos. 
Juez Mertens: ¿Aún sabiendo que la vida de su hija y la de sus nietos corren peligro, usted todavía se atreve a hablar de ética y de códigos que respetar? 
Gregor Holbein: Todos estos años me he encargado de cuidar de la vida de mi hija y de mi nieta aunque todos crean lo contrario. Entrégueme esos documentos y olvídese del caso Ismael D’Angelo, en lo posible tal y como él lo ha olvidado todo. ¡Desestimelo! 
Juez Mertens: No haré tal cosa señor Holbein. El caso Ismael D’Angelo llegará a su fin y con el mismo, también el fin de la Corporación Future Nøw Innovation. El fin el de Bentley Thompson y de todas sus organizaciones ilícitas. ¡Claro! Estos últimos que he citado, dependiendo mucho de usted. ¿Aceptará confesarme toda la verdad? Le doy un tiempo mínimo de 24 horas para que lo piense serenamente señor Holbein y luego me haga saber su decisión. 
Gregor Holbein: Yo no puedo hacer tal cosa. 
Juez Mertens: Lo hará si desea tener esos documentos en sus manos para poder hundir tras las rejas a Bentley Thompson. 
 




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