El Pintor De Bruselas

TODO MI MUNDO

Desde el más profundo de mis sueños le rogaba a Dios para que todo se hubiese tratado tan solo de una horrible pesadilla. Que despertara y tuviera junto a mí a mi esposo, a mi pequeña Lyra, y a mis bebés bien protegidos en mi vientre. 
Deseaba que estuviésemos en Bruselas tal y como lo deseaban mi querido Ismael, y que nuestras vidas pasaran desapercibidas en la simpleza de un acogedor y cálido hogar. Sin embargo al abrir mis ojos no había más que un panorama frívolo, silencioso y desolador. 
Me encontraba en la cama de un hospital, y la primera vez que desperté, no pude dimensionar el porqué. No recordaba nada y permanecí en estado de desorientación por incontables minutos hasta que en un acto deliberado, me toqué el vientre que ya no lo tenía. 
En esos momentos recordé a mis bebés. Recordé todo lo que había sucedido, o al menos parte de ello. Me vino a la mente la última exposición de mi esposo. El gran salón de subastas y al mismísimo diablo en persona. Recordé un par de dolores punzante que se me repetía, y varios disparos a mi alrededor. 
— ¡Mis bebés! ¿Por qué no tengo a mis bebés? ¿Dónde están? ¿Dónde? 
— ¡Señora Holbein, cálmense por favor! Usted no puede levantarse. 
— ¿Dónde están mis bebés? ¿Qué fue lo que sucedió? —Pregunté entre llantos y con insistencia, una y otra vez mientras intentaba vanamente levantarme de aquella cama— 
Aquella mujer que resultó ser una enfermera, no contestó a mis preguntas y llamó de inmediato a un doctor quien acabaría explicándome todo lo sucedido. 
— Señora Holbein, usted se encuentra en un hospital. Estuvo inconsciente por casi dos semanas debido a un delicado incidente. 
— ¿Incidente? ¿Qué incidente? ¿Díganme ya dónde están mis bebés? 
— Usted recibió dos puñaladas al costado del vientre. Se vio parcialmente dañada del riñón derecho y por sobre todo de su embarazo. 
— ¿Qué significa? ¿Dónde están mis bebés? 
— Con mucha urgencia tuvimos que practicarle una cesárea para intentar salvar su vida y la de sus bebés. 
— ¿Una cesárea? Pero si yo apenas ingresaba a mi segundo trimestre de embarazo. ¿Dónde están mis bebés? ¿Qué sucedió con ellos ¡Contésteme de una vez por todas! 
— ¡Señora Holbein! Lastimosamente solo hemos podido salvar a uno de sus bebés y en estos momentos se encuentra luchando por su vida. 
— Nooo… 
— Nació apenas con 26 semanas por lo tanto se encontrará en cuidados intensivos de neonatal por un buen tiempo hasta que logre desarrollarse y fortalecerse completamente. 
Hundida en el peor de los abismos. En el absoluto desconsuelo, me entregué a la amargura de mis desgracias como alguna vez ya me había sucedido. 
Mi desesperación fue tal que intenté nuevamente levantarme con intenciones de abandonar aquella cama pidiendo que me llevaran hasta mi bebé, pero debido a mis heridas que aún no habían sanado del todo, tanto de las puñaladas como de la cesárea, tuvieron que sedarme nuevamente. 
¡Ojalá no hubiese despertado de nuevo! Debo decir que aquel fue mi pensamiento egoísta cuando volví a abrir mis ojos y finalmente caí en cuenta de todo lo que había sucedido. 
No pensé en mi hija Lyra ni tampoco en el bebé qué había logrado sobrevivir, y que se encontraba luchando por su vida dentro de una incubadora en cuidados intensivos. Solo pensé en todas mis pesadillas, en todos mis sufrimientos y en todas mis pérdidas. 
La persona qué se encontraba junto a mí al despertar, era Giacomo, y me contó toda la verdad. Al menos lo que él sabía y lo que yo hubiese preferido nunca saber. 
— Las cosas que yo sé según lo que me han contado el abogado Henckels y el detective Seeley, es que aquel día, los abogados de Bentley Thompson presentaron una nota de amparo que cedió a la libertad condicional firmada por un alto juez de las afueras del distrito. El juez Mertens intentando revertir aquello, se dispuso en ir camino a entregar las pruebas que tenía. Aquellas copias de los documentos que tú le habías entregado y una grabación con todas las declaraciones que le había otorgado tu padre. Antes de comenzar la exposición, el señor Lunedino, Ismael y agentes del CNI ya se encontraban al tanto de lo que había sucedido con el juez Mertens, y planearon todo para capturarlo nuevamente. Ellos sabían que Bentley Thompson se aparecería en la galería, sin embargo este no sabía que el señor Lunedino había entregado los documentos originales al departamento central del CNI y que esta vez sería detenido definitivamente. Todo hubiese sido perfecto, Brüssel porque finalmente Bentley Thompson pagaría por todos sus crímenes y delitos, pero a raíz de lo que te sucedió y de los disparos que se oyeron en el lugar donde tú te encontrabas, todo se volvió un caos. Ismael se acercó hasta el sitio y al ver el estado en el que te encontrabas, desvanecida y ensangrentada en el suelo, pensó que estabas muerta. Perdió los estribos, los instintos. ¡Todo, Brüssel! Entonces tomó un arma y volvió hasta el lugar donde estaban por meter a Bentley Thompson en un vehículo para que fuera trasladado al departamento central de delitos del CNI, y le disparó varías veces. ¡Bentley Thompson está muerto, Brüssel! 
Mi esposo no era un asesino. No lo era, sin embargo el más grande de mis temores se había cumplido y no pude evitarlo. Me sentí culpable de todo porque nunca debí haber traído de regreso a Ismael. Debimos quedarnos a vivir en Bruselas y permanecer felices allí como él tantas veces lo deseó, pero no le hice caso y lo arrastré una nueva desgracia. 
— ¿Dónde está mi esposo? Dímelo Giacomo, por favor —Le supliqué con nulas fuerzas para continuar siquiera respirando— ¿Giaco, dónde está Ismael? 
— Nadie sabe dónde está, honey. 
— ¿Qué dices? 
— A raíz de lo sucedido, fue trasladado a uno de los departamentos del CNI y ahí lo mantuvieron hasta saber qué acciones tomar. Sabes que él ya no podía ser juzgado por ningún delito o crimen, sin embargo existía la posibilidad de que lo trasladaran a algún centro psiquiátrico o algo por el estilo, y por esas suposiciones y posibilidades dicen qué a los pocos días desapareció. Confirmaron que Ismael se escapó del lugar y que nadie sabe sobre su paradero. 
— Nooo… No me digas una cosa como esa, Giaco. ¡No lo hagas! ¡No lo repites de nuevo! 
Presa de un incontrolable desequilibrio emocional, me arranqué del brazo las agujas del suero y me levanté de la cama. Yo iba a buscar a mi esposo y lo encontraría como ya lo había hecho una vez. Ismael no podría estar lejos porque a él no le gusta estar lejos de mí. 
— ¡Honey por favor! 
— ¡Suéltame Giaco! Yo encontraré a Ismael. Él no ha de estar muy lejos. No le gusta estar lejos de mí. ¡Suéltame! 
En esos instantes me vi rodeada por un par de enfermeros y al poco tiempo todo se apagó a mi alrededor. 
No importaba cuánto tiempo quedara dormida ni cuántas veces me inyectaran buscando calmar mi dolor porque al despertar, el mismo seguiría ahí, clavando mi corazón una y otra vez, y matando mi alma lentamente. 
Al abrir mis ojos vería la misma pesadilla repetirse en cada parpadeo. Sin mi esposo y sin mi… 
— ¿Mi hija? ¡Mi niña! —Vociferé sentándome sobre la cama de aquel hospital— 
Mi fiel amigo Giacomo seguía allí y se convirtió en mi único sostén como en tantas otras ocasiones. 
— ¿Mi hija, dónde está, Giaco? ¿Mi hija? ¿Y mi suegra? —Pregunté recordándola en medio de mis tormentos— 
— ¡Ellas están bien, Brüssel! Gracias a Dios lo están. El señor Lunedino las llevó a una de sus residencias en las afueras de Venecia, y Clementina esta al pendiente de la niña como siempre. Si quieres podemos llamar a la casa donde están. 
— ¿Qué voy a decirle a mi hija, Giaco? ¿Qué le diré a ella si me pregunta por su papá? —Dije hundiéndome de nuevo en el desconsuelo, recostada sobre aquella cama— Yo no pude haber perdido de nuevo a mi esposo. Dios me quitó a uno de mis bebés. ¿Acaso me quitará de nuevo a mi esposo también? ¿Qué hice para merecer todo esto, Giacomo? 
— Cariño, tú no has hecho nada malo. No has hecho otra cosa en tu vida más que amar y buscar siempre la felicidad. 
— ¿Y qué he conseguido? ¡Mírame! ¿Me ves feliz acaso? Me pasé años buscando a Ismael deseando volver a tener unida a mi familia, pero en cuestión de segundos volví a perderlo todo. 
— No lo has perdido todo, Brüssel. ¿Oyes cómo estás hablando? Cómo si no te importara tu hija y tu bebé que se encuentra luchando por su vida. Alguna vez te sentiste de este modo y lograste reponerte pese a que en aquella ocasión creías que Ismael estaba muerto. No es el caso ahora por lo tanto debes ser fuerte y secar esas lágrimas, porque tu esposo está vivo en algún lugar, y en algún momento aparecerá. 
— ¿Qué fue lo que sucedió, Giaco? 
— ¡Valeria! 
— ¿Valeria? 
— Ella fue lo que sucedió. Nos traicionó todo este tiempo y de la peor manera. ¡Con el peor de los descaros y nunca lo notamos! Aún me cuesta creer de todo lo que fue capaz. Valeria nos estuvo engañando todo este tiempo y manteniendo al tanto de los principales movimientos de la galería a Bentley Thompson. Fue ella quien puso al tanto a sus hombres, de que el juez Mertens poseía aquellos documentos y que iría a entregarlos al departamento central CNI. Por culpa de ella el pobre hombre fue asesinado. Por su culpa perdiste a uno de tus bebés y por culpa suya Ismael acabó cometiendo un crimen. 
— ¡La recuerdo! Había estado muy rara aquel día. Recuerdo sus palabras y recuerdo haberla mirado a los ojos antes de… 
Ya no pude continuar diciendo más y nuevamente me eché en un llanto sin final que se apoderó de mí como si tuviese la intención de nunca más soltarme. Por culpa de Valeria no solo perdí a mi bebé y de nuevo a mi esposo. También por su causa, las desgracias nunca dejaron de seguirnos. Desde qué retornamos a Venecia la vida fue una pesadilla para nosotros, sin embargo en ningún momento nos habíamos dado cuenta. 
— Dime que esa mujer está presa, Giacomo. Aunque eso no me servirá de consuelo, dime que esa mujer está pagando por todo lo que nos has hecho. 
— Ella también está muerta, Brüssel. 
— ¿Muerta? 
— Lo está y no me preguntes quién fue, por favor, que no lo sé. Solo sé que aún estoy en shock por todo esto, Brüssel. Cuando llegué con el botiquín ya todo había sucedido y mi única acción fue intentar socorrerte de inmediato. Luego sucedió lo de Ismael, pero ya no pude estar al tanto de todo porque te acompañé al hospital donde ibas a ser trasladada de urgencia. Quienquiera que haya matado Valeria, impidió que esta te hiciera aún más daño. Creí en un principio que quizás había sido uno de los guardias del señor Lunedino, pero ninguno de los que estaban allí se atribuyeron el hecho. 
Desde que sucedió todo aquello, fue como si el tiempo se hubiese congelado en Venecia. La muerte del Juez Mertens causó que todo el proceso de audiencia indagatoria se estancara hasta que otro juez tomara la causa para llevar a término el juzgamiento de Jeremy Hunter y Matthew Robinson. Posterior a eso el cierre definitivo de la corporación Future Nøw Innovation y de todas sus sedes, bajo la investigación de los principales responsables y cómplices en el caso de mi esposo Ismael D’Angelo. 
Bentley Thompson ya estaba muerto por lo que de poco o nada servirían las acusaciones formales en su contra. Todo lo que quedaba era esperar a que la justicia hiciera su parte con respecto a todos los cómplices de sus incontables delitos. 
En cuánto a mí, no esperaba nada más que una llamada de mi amado Ismael. Alguna señal suya que hiciera latir nuevamente mi corazón. Esperaba con ansias que mi diminuto bebé cada día de su pequeña vida fuera acumulando fuerzas para estar conmigo definitivamente entre mis brazos. 
Cada día me engañaba a mí misma fingiendo entereza delante de mi hija quién una vez más se había quedado sin su papá y quién no hallaba un día en que no preguntara por él. Contestarle era cómo meter el dedo en mi propia llaga una y otra vez intentando no desvanecer el dolor. 
Para mi fortuna tenía a mi suegra conmigo. Aquella mujer tan sufrida igual que yo que lograba entender cada agonía mía al respirar. Para mi fortuna logró salvarse de las garras de aquel demonio y la tenía junto con Clementina como mis grandes apoyos en aquellos momentos tan difíciles. 
Durante casi tres meses viví en los pasillos del hospital aguardando por la recuperación de mi bebé. Llegué a cargarlo entre mis manos cuál si cargara un pequeño melocotón. Le entregué toda mi protección, todo mi calor y un inmenso amor salido de un corazón hecho pedazos. 
Durante casi tres meses desconocí al mundo en el cual habitaba. Todo mi mundo era aquel hospital, y mi pequeña ventana, la incubadora donde decía mi bebé. 
A no ser que fueran noticias sobre mi esposo, no deseaba saber nada más. Ya nada en Venecia me interesaba y había tomado la decisión de volver a Bruselas ni bien dieran de alta a mi pequeño niño a quién bauticé con el nombre de su padre. 
Por todos los horrendos sucesos ocurridos, L’arte Di Amare fue clausurada definitivamente y mi querido amigo Giacomo se encargó de trasladar todas las obras que allí yacían, a nuestra galería en Viena. 
Llegó finalmente el día en el que darían de alta a mi pequeño milagro. Aquel diminuto ser que se aferró a la vida de un modo que lograba asombrarme a cada instante. 
Mi pequeño Ismael había ganado el peso suficiente. Sus pulmones lograron inhalar por sí solos el aire de la vida, y fue desconectado de todos aquellos aparatos impregnados a su cuerpecito. 
Ya poseía el tamaño de un bebé normal y podía sujetarlo entre mis brazos sin el mínimo temor. Todo estaba listo para llevarlo a conocer un mundo sin pesadillas y esperanzado en envolver a hallar la felicidad. 
Clementina, mi suegra y mi pequeña Lyra lo esperaban con globos, pastelillos y mucho amor en aquella residencia prestada por el señor Lunedino. Y Giacomo, acompañado de Sandro, aguardaba por mí en los pasillos para llevarnos a mi bebé y a mí hasta la residencia, en su coche. 
OSPEDALE VILLA SALUS MESTRE (PABELLÓN PEDIÁTRICO)




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