RESIDENCIA PARTICULAR EL SEÑOR GIACOMO LUNEDINO
Todo estaba listo para nuestro viaje. Para dejar atrás por siempre a aquella Venecia ahogada en desgracias.
Tal y como lo había mencionado en una anterior ocasión, Giacomo y Sandro se harían encargo de mi galería en Viena. Aquella galería que fue todo lo bueno que había forjado mi padre alguna vez. Aquella galería por donde mi madre paseo tantas veces mientras mi padre todo lo que hacía era amarla.
Cómo nuestros departamentos en Bruselas no eran para nada semejantes a una mansión, no necesitaríamos de una ayudante para las limpiezas y el orden por lo que mi fiel y servicial Marena cambiaría de rubro siendo contratada por Giacomo como secretaria de la galería en Viena.
Clementina desde luego nos acompañaría pues ella era una parte muy importante de mí y por sobre todo de mi hija. Mi suegra, luego de aquellos horribles acontecimientos y de haber perdido por segunda ocasión a su hijo, había tomado la decisión de dejar ir todos los recuerdos que la amarraban a Venecia y partir con nosotros. Ismael anhelaba que ella nos acompañara a Bruselas y pese a que él no se encontraba ahí con nosotros, ella tomó la decisión correcta pensando en su hijo.
Giacomo: Estaremos en contacto todos los días, Brüssel.
Brüssel: Por supuesto que sí, Giacomo. ¡Sandro, cuida mucho a Giacomo!
Sandro: ¡Como siempre, Brüssel!
Brüssel: ¡Gracias por todo lo que han hecho por mí! ¡Marena, te deseo muchos éxitos en tu nueva labor! Te advierto que a veces será caótica, pero aprenderás rápido y amarás cada cosa que hagas.
Marena: ¡Muchas gracias señora Brüssel! ¡Prometo no fallarla jamás! —Exclamó despidiéndose de mí con un abrazo—
Brüssel: Giacomo, te encargo por favor que estés al pendiente de los honorarios del abogado Henckels. Él seguirá al mando de todo el proceso relacionado sobre el caso de Ismael. En cuanto al detective Jeffrey Seeley, ha culminado su labor y le he enviado personalmente el valor de todos sus honorarios. ¡Hasta pronto a todos! ¡Estaremos en contacto!
DURANTE EL VUELO
— Figlia mia, voglio dirti una cosa. (Hija mía quiero contarte una cosa)
— ¿Qué sucede, suegra? Dígame.
— Ho messo il nostro angioletto con mio marito. È in un posto molto carino con molti fiori. (Yo he puesto a nuestro angelito junto a mi marido. Él está en un lugar muy bonito, con muchas flores)
Brüssel: ¡Ay suegrita! Dios la bendiga por siempre y le otorgue salud infinita para que nunca nos falte —Le dije, nuevamente echada en llanto—
— Non voglio renderti triste con questa notizia. (Yo no quiero ponerte triste con esta noticia)
— No se preocupe, suegrita. Esta noticia es una gota más de paz para mi corazón porque sé que mi angelito está en un lugar maravilloso ¡Gracias!
AEROPUERTO DE PARÍS — CHARLES DE GAULLE
Clementina: ¡Señora, esto no es Bruselas! ¿Habremos abordado mal el avión? —Me susurró llevándose las manos a sus mejillas—
Brüssel: No abordamos mal, Clementina. Debo hacer algunas cosas aquí antes de retornar a Bruselas. Pero por favor, no le menciones nada a mi suegrita. Sabes que es un milagro de que haya venido con nosotras, por lo tanto no quiero alterarla ahora diciéndole que luego nos espera otro viaje.
Clementina: ¡Está bien! De todos modos no le importa demasiado. La señora se encuentra embelesada con el bebé.
Brüssel: Mmm, así es… Clementina, pediré ahora un taxi para que nos lleve hasta un hotel más cercano. ¡Por favor no sueltes a mi hija mientras voy por las maletas!
Una vez hospedadas en un hotel, yo sin más tiempo que perder, partí rumbo a Caen. Desde luego no sin antes poner al tanto a mi suegra para que por favor de nuevo cuidara de mi bebé. Le dije que tenía unos asuntos pendientes que resolver, y pese a que en esta ocasión ya las cosas le resultaron un tanto extrañas, ella no se negó en hacerse cargo de su nieto.
Prometiéndoles que no me tardaría en regresar, fui a la estación Saint Lazare y tomé el tren más inmediato rumbo a Caen. No conocía aquella ciudad, pero recordé que en algún momento lo habían mencionado. Fue Suzette Magyar quién lo había hecho y caí en cuenta de que mi esposo ya había estado en ese lugar alguna vez.
No fue muy difícil llegar hasta la dirección que me había dejado mi padre en la nota, no obstante hallar la casa exacta me tomó más de lo previsto.
Preguntando y preguntando un par de veces con mi dirección en mano finalmente la encontré. Saqué la llave de mi cartera y abrí aquella puerta que conducía a un corredor el cual seguí hasta salir a un bonito jardín. La fachada de la entrada de la casa definitivamente podría decir cualquier cosa menos que dentro de aquel lugar acabaría en una bonita residencia.
— ¿Brüssel? ¡Brüssel! —Oí una voz exclamando una y otra vez sin saber exactamente de dónde provenían— ¡Oí la voz de mi esposo!
Observé todo mi rededor, pero no lo vi hasta que al cabo de unos cuantos segundos escuché pasos que provenían de otro pasillo y me acerqué para observar.