En esta noche llena de fulgurantes estrellas que adornan el firmamento la magia de diciembre se hace sentir en todo su esplendor: las luces coloridas y adornos que alumbran los balcones de casas y apartamentos embellecen el ambiente. Mirando mi móvil descubro que son las tres de la madrugada de un viernes y el silencio reina en la urbanización; Francisco y María Isabel duermen plácidamente y aquí estoy yo sentada en el sofá de la sala junto al árbol de navidad lleno de bambalinas y luces coloridas que los tres armamos entre juegos y risas el viernes pasado, viernes donde entre villancicos, el olor a hojas de hallacas y el dulce sabor del ponche crema crearon un ambiente lleno de la magia navideña pleno de amor familiar.
Tomando una taza de chocolate caliente, yo, Alejandra Gómez recuerdo llena de júbilo nuestra bella historia de amor que me regaló la personita que más amo en el mundo, mi querida hija María Isabel, sin olvidar por supuesto a mi amado Francisco el gran amor de mi vida.
Mis recuerdos ahora fluyen libremente en mi mente tratando de seguir lo más fielmente posible un orden cronológico que se va hilando en mi memoria frágilmente. El divino sabor a chocolate caliente que sorbo lentamente en mi taza con el rostro de San Nicolás, me lleva a aquella primera vez que supe de Francisco, ese bello hombre que me abrió las puertas de su corazón donde ahora reposo pero que en aquel entonces era un perfecto desconocido.
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Editado: 01.02.2025