El pintor de mi corazón

Desilusión y un nuevo amor en puertas

Yo soy la dueña de una tienda que importa, distribuye y vende todo tipo de accesorios para dispositivos celulares y tabletas. Hace 5 años faltando tres meses para diciembre me estaba yendo muy bien en los negocios y tenía un novio muy emprendedor que se dedicaba a la confección de piezas textiles con diseños realmente creativos.

Javier era un hombre joven, de tez morena clara, de hermosas facciones y cabello rizado que, aunado a su carisma, simpatía desbordante y físico bien cuidado lo hacía sumamente atractivo a las féminas.

Convivir al principio fue maravilloso, cada fin de semana era una aventura mágica a la playa o a la montaña e incluso cada diciembre cerrábamos los negocios por unos días y viajábamos a Europa y a Estados Unidos dónde nos divertíamos en centros comerciales y restaurantes costosos.

Así transcurría nuestra alegre vida hasta que la monotonía hizo de las suyas; un día llegó al gimnasio una joven llamada Katherina quien con su belleza y dulzura fue arrebatándome día a día a Javier. Irremediablemente, un buen día descubrí que hacía ya tiempo me era infiel y después de una terrible discusión cada uno de nosotros decidió tomar su camino por separado.

No se pueden imaginar las noches tan amargas que viví en mi departamento llorando día y noche por ese amor irremediablemente perdido, añorando nuevamente una reconciliación, hecho imposible pues finalmente Katherina se hizo novia de Javier quedando ella embarazada; eso marcó el final definitivo de nuestro amor, echando por tierra cualquier intento de reconciliación.

Para animarme de mi lamentable situación recurrí a mi hobby de siempre, la pintura. Desde pequeña mi fallecido padre me había enseñado a apreciar las obras de arte de diversos pintores y escultores. Mi amado padre Juan José era abogado pero muy aficionado a la pintura al óleo; de hecho, había pintado hermosas obras que en su tiempo se exhibieron en algunas galerías de arte en mi ciudad natal, Caracas, vendiéndose algunas de ellas a buen precio. Mi mamá María Margarita por otro lado si bien era abogado se había dedicado a su emprendimiento de crear joyas y aún continuaba con esa pasión. Mi hermano Daniel era arquitecto y yo administradora pero amante siempre de la pintura. Tenía mi caballete, mis pomos de pintura y mis pinceles, pero relegados en un rincón del closet de mi departamento por estar enfocada en mi negocio y en mi apasionado noviazgo con Javier. Al llegar nuestra relación abruptamente a su fin había aflorado nuevamente mi deseo de plasmar mis emociones en el lienzo.

Recuerdo sacar del closet un día domingo en la mañana mis implementos de pintura entre lágrimas con mi soledad como única compañera. Esa mañana clara y soleada que pretendía plasmar en el lienzo contrastaba profundamente con la tristeza que albergaba mi corazón adolorido por la ausencia tan presente de Javier.

Mi Javier..., ese moreno bello de rizos negro azabache y mirada profunda, cómo no extrañar sus besos y caricias subidas de tono que invitaban a cruzar los límites de la vestimenta, su olor corporal tan sensualmente masculino. Su imagen y su nombre se repetían sin cesar en mi mente una y otra vez recreando una línea imaginaria donde él volvía a formar parte de mi vida. Muy en el fondo estaba tan enamorada que estaba dispuesta a perdonarle todo e incluso a ser la madre de ese niño si él me lo pedía.

Esa mañana entre lágrimas tomé mi móvil en búsqueda de inspiración. Yo era seguidora en Instagram de algunos pintores venezolanos de amplia trayectoria y trabajo sobresaliente. Navegando en esa aplicación me encontré con una pintura al óleo del Cerro El Ávila, montaña emblemática Caraqueña, magistralmente pintada. Enseguida llamó mi atención y apreté el enlace hacia esa cuenta para saber más acerca de la obra de arte en cuestión; al hacerlo accedí a toda la galería de fotos de hermosas obras de artes elaboradas todas por el mismo genio creativo. En una de las imágenes se anexaba un video de Tik Tok, donde lo vi por primera vez sin imaginar la infinita repercusión que esta imagen tendría en mi vida.

En el video mostraba con una humildad transparente algunas de sus obras mientras explicaba que era Lic. en Artes de la Universidad Central de Venezuela, dedicado a la pintura y la escultura. Su nombre era Francisco Urdaneta, joven promesa del arte venezolano, chico de tez clara, ojos grises, cabello castaño algo largo, complexión delgada y facciones hermosas. Por un momento dejé de pensar en mis pesares concentrándome en él, en sus bellísimas y magistrales obras de arte, en su voz dulce y melodiosa que acariciaba mis oídos sacándome de la mente por un momento la imagen de Javier que se reflejaba en mi mente al infinito una y otra vez. Francisco se transformó en ese momento en paz para mi alma vilmente torturada por la infidelidad y ruptura definitiva con Javier.

Esa noche de domingo para lunes ya ese lecho vacío fue más tolerable y pude descansar mejor, imaginé por un instante ser la modelo de uno de sus retratos; imaginé pintar sueños en el cielo en su compañía. Me propuse conocerlo, ¿y por qué no habría de hacerlo?, si este mundo es un incierto donde lo único de lo que se es poseedor es del presente que enseguida es devorado por el pasado y el futuro es una gran incógnita…

Miré esa cuenta de Instagram con total detenimiento; vi varias veces aquel video de Tik Tok. Pensé : «Dios mío, este hombre es un artista auténtico, que maestría al plasmar el pincel en los lienzos, que esculturas en bronce tan hermosas y bien acabadas; tengo que conocerlo, quiero respirar nuevos aires, revivir de las cenizas del dolor que me ha dejado la fallida relación con Javier». Sin darme cuenta me quedé dormida plácidamente y soñé que estaba presente dentro del cuadro al óleo del Cerro El Ávila; me veía caminando en uno de los parajes montañosos dando saltos en aquellas pinceladas coloridas llenas de verdor teniendo por cielo aquel azul resplandeciente sobre el que surcaban blancas nubes hechas con un pincel más grueso. Adentrándome en el cuadro podía escuchar el sonido del agua de una de sus tantas quebradas, el cantar de los pájaros y los árboles meciéndose al compás del viento. Mi alma finalmente estaba en paz. Al rato, el sonido de un crujir de ramas llamó mi atención haciéndome detener mi andar. Al paso salió una figura firme y de alma generosa, de cuyas pupilas brotaba paz y amor; era Francisco.




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