El pintor de mi corazón

Y lo conocí

Antes de llegar a la tienda decidí pasar por mi iglesia cercana para reencontrarme con Dios; mi siempre Omnipresente Dios te amo y respeto tu voluntad hasta en los momentos más dolorosos de mi vida. Pero ese día buscaba la señal de tu santa voluntad. Al llegar a la iglesia de Santa Rosalía de Palermo ubicada en El Hatillo me arrodillé en un banco y recé un padre nuestro y dos avemarías y pedí tu consuelo Señor y que fueras mi guía de luz en esta nueva etapa de mi vida. Cerré mis ojos y te visualicé eternamente bello, maravillosamente bondadoso, omnipresente y con una dulce y celestial sonrisa capaz de calmar el corazón más atribulado.

Concentrada en mis oraciones sentí de repente un extraño roce en mi brazo izquierdo que me hizo abrir mis ojos. Al abrirlos vi al fondo de la iglesia a Francisco, sí, el artista, conversando con el párroco de la iglesia. Traía un lienzo en sus manos magistralmente pintado con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Una lágrima escapó de mi ojo izquierdo y fue a dar a mi mejilla, solo pude decir:

—¡Gracias Señor!

El párroco de la iglesia y Francisco hablaban de modo distendido y sonreían. Mi curiosidad por saber de qué hablaban hizo que mi sentido auditivo se agudizara exponencialmente; callé como pude mi mundo interior y me dediqué a espiar la conversación entre ambos, apaciguando mi deseo inicial de arrojarme abruptamente a conocerlo, pues sabía que eso me colocaría en una situación delicada bordeando la locura. El buen sacerdote le conversaba de la inminente llegada de la Navidad y lo trataba con especial afecto, tanto que se veía que ambos habían entablado una amistad de larga data. Él lo escuchaba con total atención cruzando sus brazos y mirándolo atentamente le decía:

—Querido padre Luis, yo le voy a colaborar con unas figuras navideñas que yo mismo elaboré, son ideales para colocarlas a la entrada de la iglesia. El padre Luis le respondió mostrando agradecimiento:

—Gracias hijo por tu colaboración, por cierto ¿cómo está tu hermana Adriana y tu mamá?

Francisco sonriendo le respondió:

—Todos bien en casa padre Luis, Adriana y mamá me están ayudando a preparar el nuevo curso de pintura creativa que voy a impartir en mi taller, hoy voy a hacer la invitación al público a través de las redes sociales .

El padre Luis le contestó mostrando entusiasmo:

—Qué bueno hijo, tú siempre tan artista desde niño, me acuerdo la eterna lucha que debiste librar con tu padre que a la fuerza quería que fueras ingeniero mecánico como él, mas tú te impusiste y luego fíjate siempre estuvo muy orgulloso de tus logros —hizo una pausa poniendo semblante triste—, ya hace dos años de su fallecimiento, que gran amigo perdí Francisco querido.

Francisco le respondió con semblante triste:

—Así es, yo también extraño mucho a papá.

Mi corazón latía de emoción, era un digno hijo de Dios, un luchador; enseguida acaricié el secreto deseo de formar parte de su vida. Mis pensamientos discurrían como el agua del río que fluye sin cesar y me imagine tomándolo de la mano, mirándolo a los ojos enamorada. En ese entonces yo no era nadie en su vida, y anhelaba convertirme en su todo.

Miré la imagen del Cristo crucificado que descansaba en la pared del centro de la iglesia y juntando mis manos, arrodillada en el banco de la iglesia con los ojos cerrados le dije a Dios:

—Señor, ¿no sé por qué?, pero quiero formar parte de la vida de este hombre, haz que mis sueños se vuelvan realidad, si esa es tu voluntad claro está, amén.

Sentí enseguida unos pasos que se acercaban a mi banco al abrir los ojos, descubrí a Francisco que me dijo amablemente:

—¡Señorita, señorita por favor!, se le ha caído el monedero al suelo fíjese usted —, yo iluminada como nunca por esos ojos grises que traslucían infinita bondad y dulzura le dije algo inquieta por las casualidades de la vida:

—Muchas gracias señor... — recogí mi monedero, aun recuerdo que él con una media sonrisa me respondió enseguida:

—De nada, a su orden…

Ya se iba a marchar cuando armándome de valor le retuve diciéndole con convicción—: ya otras vez estamos a las puertas de diciembre, el año se fue volando, muchas gracias por darte cuenta que se me había caído el monedero —, me sonreí y le tendí la mano amablemente diciéndole:

—Mi nombre es Alejandra Gómez es un placer conocerte —, Francisco me devolvió la sonrisa, una llena de calidez y bondad y estrechando mi mano me dijo:

—Mi nombre es Francisco Urdaneta, el gusto es mío.

Tomé mi cartera levantándome del banco donde antes estuve sentada, jamás olvidaré que mi corazón palpitaba con fuerza y que mis piernas a veces me flaqueaban. Ambos caminamos al área central de la iglesia donde el padre admiraba el cuadro de Francisco en actitud contemplativa. Al vernos llegar juntos sonrió ampliamente.

Gracias a Dios mis emociones se apaciguaron y los tres mantuvimos una conversación amable y distendida. En algún momento yo le exprese a Francisco que aquel cuadro que plasmaba la imagen del sagrado corazón de Jesús era una verdadera belleza, toda una obra de arte, le dije también que él era un gran artista que en el futuro muy seguramente sería una figura importante, además le comenté que había visitado su cuenta de Instagram y de Facebook pues yo era una aficionada a la pintura casualmente y admiraba su trabajo, le hablé de mi negocio de importación y venta de equipos y accesorios para celulares y tabletas. Francisco me habló de sus cuadros, de sus exposiciones y de los cursos que iba a impartir de pintura creativa en su taller.

Finalmente le dije que debía irme al negocio no sin que antes intercambiáramos teléfonos. Recuerdo decirle con especial entusiasmo que yo iba a ser una de sus alumnas de su curso de pintura creativa, él sonrió, yo sonreí sintiendo una felicidad plena en mi corazón, corazón que se desprendía de las cadenas del desamor que una vez Javier me había impuesto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.