El pintor de mi corazón

La excusa del almuerzo en casa

Al día siguiente me invitó a almorzar a su casa, una agradable y acogedora vivienda decorada con motivos navideños. Ése día conocí a su mamá, una mujer encantadora y de modales refinados, congeniamos muy bien.

Él me llevó a su cuarto el cual estaba lleno de diversas obras de arte que contaban su historia de vida comenzando cuando apenas era un niño lleno del deseo de ser un gran artista.

En su cuarto a solas nos miramos directamente a los ojos, recuerdo recorrer el camino de su iris color gris hasta llegar a sus pupilas espejo de su alma, un alma llena de bondad, creatividad pero también fragilidad, vi como derramaba una lágrima de uno de sus ojos, en esa lágrima se reflejaba mi rostro lleno de una mezcla de amor y deseo. Tomó nuevamente el riesgo de entregarme su corazón y me beso con pasión desnudando mi alma, toneladas de placer emanaron de todo mi ser, en ese momento yo me sentía en cierto modo él, aunque en aquel momento no nos atrevimos aún a entregarnos carnalmente. Consentimos nuestros cuerpos con caricias, besos y dulces palabras, suspirando de amor y el secreto deseo de entregarnos a la majestad del amor.

El tiempo se desvanecía y nosotros lo ignorábamos en nuestro afán de conocernos a profundidad para amarnos más. Sin darnos cuenta llegó el crepúsculo vespertino con su mágica fiesta de colores que iban del azul al rosa intenso y de allí a la noche, entonces reviví del trance y le dije cariñosamente:

—Amor, se me hace tarde debo ir a mi casa a arreglarme…, Francisco besando mis senos generosamente y reposando su cabeza en mi pecho para escuchar los latidos de mi corazón me expreso anhelante:

—Amor, no te vayas, ¿es que acaso no te has dado cuenta?, tu hogar está aquí conmigo — y apartando su cabeza de mi regazo mirándome a los ojos con ternura tocó con su dedo índice mi pecho justo donde se alojaba mi corazón trazando la figura de un corazón, yo sentía la suavidad de ese dedo que creaba un surco en mi alma que moría de amor por él. En ese punto llegué al éxtasis sin haber sido aún tocada íntimamente. ¿Cómo no entregarme al amor?, pero pensé que a mí también me atemorizaba intimar tan rápidamente sin dejar nada para después, Francisco era un hombre que valía la pena, no quería perderlo por nada del mundo.

Lo abrace suspirando de amor y devolviéndole una mirada anhelante le dije sin embargo:

—Nos vemos mañana amor, me desocupo temprano del trabajo y si quieres podemos hacer ejercicios juntos de hecho podemos subir al Cerro El Ávila por la entrada de Sabas Nieves.

Él ya más calmado me dijo contento:

Encantado mi amor, a mí me encanta hacer trekking — recuerdo haberme despedido entre besos y abrazos sumida en la inconsciencia del placer.

Llegué a casa físicamente, aunque mi mente era dulcemente prisionera de Francisco, imágenes de su presencia física y espiritual inundaban mi mente creando nuevas líneas de vida tan reales que costaba creer que eran producto de mi imaginación. Definitivamente Francisco me había arrebatado el corazón.

Esa noche, mi cuerpo logró conciliar el sueño presa de la llamas del deseo, emprendiendo mi alma un viaje de regreso a él, allí lo vi desvelado tocando todo su cuerpo presa del deseo de poseerme, llegando al éxtasis y finalmente cerrando sus ojos para recrear mi cuerpo en su imaginación, yo lo acaricie tiernamente con mi alma abrazándolo apasionadamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.