El placer revelado

19 (Tercera Parte) El duelo

Pasaje en clase turista - Vuelo número 1816 - Asiento ventanilla espacio 7 D – Sin equipaje a despachar.

Destino:  Aeropuerto Internacional El Prat de Llobregat, Barcelona.

Enseguida, dijo Mariana cuando la empleada de Iberia le pidió sus documentos; había estado tantas horas en silencio que su propia voz la sorprendió un poco. Cuando tomó conciencia de hasta donde había llegado, supo que eso que había planeado tan solo la noche anterior ya comenzaba a hacerse realidad, y sintió el miedo blanco y aplastante de lo irreversible. Volvió a guardar sus documentos en su cartera de mano, donde llevaba también el portarretrato con la foto de Manuel, y se acomodó el pañuelo alrededor del cuello. No sabía bien qué tenía que hacer ahora, ni a dónde debía dirigirse para poder abordar el vuelo que la llevaría a su destino, pero de todos modos actuaba con naturalidad, como si esta no fuese la primera vez que subiría a un avión. Ya habían sido suficiente ajetreo las doce horas de viaje en aquel micro destartalado que la habían traído desde aquel tinglado de chapas, que hacía las veces de estación de ómnibus en su pueblo natal, hasta la enorme y peligrosa ciudad de Buenos Aires.

Al llegar a Buenos Aires, el micro la dejó en la estación de Retiro, y ahí había tomado un taxi hacia el aeropuerto de Ezeiza, donde recluida en el asiento trasero del auto, y sin quitarle los ojos al chofer que en cualquier momento podría darse vuelta para querer atacarla, atravesó la ciudad con la sensación de que todos esos monstruosos edificios se les derrumbarían encima. Ahora caminaba por el aeropuerto de Ezeiza, estoy en Buenos Aires, en el aeropuerto en Buenos Aires se repetía para sí misma, tengo que esperar un poco y ya no voy a estar nunca más acá. Y a pesar de todo, Mariana no se dejaba amedrentar, de algún modo lograba mantener a raya sus impulsos, como si se trataran de un león enjaulado aquellos nervios, y ella lograra controlarlos látigo en mano. Pero no podía fiarse demasiado, bien sabía que no podía descomponerse ni perder el control, tampoco había chances de dar marcha atrás con su plan, ya no, como si el hecho de alejarse del pueblo donde habían transcurrido hasta el momento todos los días de su vida fuese algo imperdonable que no se podía remediar. 

A la empleada de la aerolínea le llamó la atención que la pasajera no despachara ninguna valija, que no abandonara nunca esa sonrisa impostada, le llamó la atención también el modo en que esa mujer aferraba su cartera, como si llevara ahí dentro algo muy preciado o peligroso.

¿Hay algún problema? Preguntó Mariana al advertir la mirada de la empleada. Hablaba con la poca voz que le quedaba, por haber llorado tapándose la boca con las manos durante el viaje en micro, con ese hilo de voz desconocido que tenía ahora.

Necesito que me dé un minuto para chequear algunos datos, contestó la empleada sin sacar los ojos de la pantalla que tenía enfrente.

Entonces Mariana supo que no la iban a dejar subirse a ese avión, de algún modo habían adivinado sus intenciones.

Necesito llegar a Barcelona lo antes posible, dijo ella.

Lo dijo casi en un susurro, como si revelara un secreto, como si fuese un secreto también para ella misma




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.