El placer revelado (nuevos Capítulos)

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-Nos ha dejado todo.

Puedo notar, en los pliegues de su voz, el esfuerzo que hace al pronunciar estas palabras. Le pesa saber que después de tantos años de no saber nada de él, antes de morir, mi padre ha vuelto a pensar en nosotros. Y nos ha dejado todo, según dijo. Aunque no sé a ciencia cierta qué es lo que nos ha dejado. Intento recordar qué era lo que tenía mi padre para dejarnos en herencia, pero en mi mente no aparece nada, y en mis ojos va grabándose la forma de este techo blanco de mi habitación.

Cortamos. En realidad, es ella quien corta. Mi hermana presiona un botón en su teléfono inalámbrico y el hilo invisible que nos unía de pronto desaparece. Yo me quedo con mi teléfono en la mano, escuchando este pitido intermitente. Quiero volver a dormir, que llegue el sueño y que me proteja. Ahora ya no estoy seguro, puede que todo esto no sea más que el fragmento de un recuerdo desorganizado que no logro comprender, como si el pasado estuviese impreso en un cubo que rueda pero que muestra siempre la misma cara. Sucede así, a veces aparecen en mi mente conversaciones con personas que no conozco, lugares que no sé a qué sitio pertenecen, como una secuencia montada absurdamente imposible de entender. Yo dejo que estas imágenes sucedan dentro de mi cabeza, tampoco sabría cómo poder evitarlas, y que las voces llenen mis oídos. Todo eso es inútil; si por casualidad, o por cuestiones del destino, logro recordar algo durante algunas horas, al día siguiente vuelvo a olvidarlo. Ya estoy acostumbrado. Amnesia retrógrada, dijeron los médicos. Pérdida de la memoria a largo plazo. Incapacidad de acceder a los recuerdos. Yo lo llamo de otro modo. Vivo una vida fantasma. Todos mis años anteriores borrados de repente.

Ahora que el sueño ha vuelto, creo poder quedarme dormido. Sé que mi hermana acaba de llamarme en medio de la noche, y sé muy bien que esto no es parte de un recuerdo desorganizado, como suelen decirle en la clínica a estos eventos que aparecen de pronto para sobresaltarme. Ella ha llamado para decirme que ese hombre ha muerto. Lo sé muy bien. Y sé también que mañana voy a olvidarlo, para volver a recordarlo días después, como si la noticia me asaltara de golpe. Y otra vez volveré a olvidar las palabras de mi hermana, hasta que la noticia de mi último padre termine por formar parte de mi vida, y se vuelva cotidiana su muerte. Es por eso que en voz alta me digo ha llamado mi hermana, y así lo repito varias veces, con los ojos cerrados, boca arriba acostado en mi cama, con los brazos cruzados sobre el pecho. Lentamente, palabra por palabra. Momia en pijamas que intenta fijar de manera indeleble lo que su boca dice una y otra vez, como si de este modo pudiera grabarse en alguna parte de mi mente, en alguno de los lados del cubo de mi memoria, para que yo pueda ver estas palabras escritas y saber qué ha ocurrido de veras y qué no.

Y en el esfuerzo de fijar estas palabras siento llegar el sueño en las piernas, y en los brazos, pierdo la voluntad de moverme, se acalora el pecho, la sangre se expande por todo el cuerpo; es cuando aparece, detrás de los párpados, una puerta que está entornada, a la que nos acercamos mi hermana y yo, una puerta que terminamos de abrir, y es cuando entramos al cuarto y descubrimos con sorpresa lo que hay en su interior. No intento ubicar este recuerdo en ningún lado, no es necesario, no quiero hacerlo. Ya ni siquiera estoy seguro de tener una hermana, un padre vivo o un padre muerto. El sueño llega. Y el cubo de la memoria deja de girar, se desvanece. Ahora todo funde a negro.




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