Ella apoya un dedo sobre una tecla, y una nota se escucha en el piano. De pronto siento que regresar en el tiempo es posible, que bastaría con quedarse quieto, con cerrar los ojos y dejar que en la vibración del aire aparezca esa imagen temblorosa y efímera entre nosotros. Mi hermana ha quedado a mis espaldas, no puedo verla, y sin embargo sé que llora; puedo saberlo por la nota que ha tocado, en como el sonido ha viajado hasta mí. Resulta tan extraño estar dentro de esta habitación, en esta casa abandonada. La luz de la tarde comienza a declinar, a perderse tras los techos de otras casas. Ella toca otra vez una tecla, el martillo dormido choca de pronto, y un sonido grave se alza desde el vibrar de los bordones. Dejo mi mirada en la copa del árbol, en las hojas de sus ramas, en el tiempo que ha pasado. Estoy a punto de irme, ya no quiero estar acá. No quiero estar acá con ella. Pero mi hermana apoya sus manos sobre las teclas, al principio sus dedos apenas se deslizan, como recordando con cierto esfuerzo, lentamente comienza a tocar una melodía. Me resulta familiar, yo conozco la canción que toca. No estoy seguro, pero es una canción que solía cantarnos a veces nuestro último padre. Entonces una imagen parece llegar hasta mí, como si viniera desde un sueño, y con la música recuerdo esta habitación, la recuerdo como si no la hubiera olvidado nunca. Ahora puedo vernos jugando en aquel árbol, las notas se inflan y luego caen como perlas que repiquetean contra el suelo, detrás de la ventana felizmente somos nosotros siendo niños, cabe entero este recuerdo dentro de esta melodía. Cuando me vuelvo hacia ella, mi hermana se detiene. No ha regresado aún desde aquel sitio lejano al que se ha ido, y el silencio que queda entre nosotros parece traer las sombras con las que se llena el cuarto. Ella levanta su mirada de las teclas para verme. Ha vuelto para devolverme la memoria, puedo saberlo, se han caídos sus brazos a cada lado de su cuerpo de tanto que le pesa. Entonces por primera vez desde su regreso, de veras volvemos a encontrarnos. Ella y yo, en este instante, después de tantos años, en esta casa que nos heredan. Mi hermana rodea el piano, se acerca hasta mí. Me abraza, me aprieta con fuerza, escucho su respiración agitada sobre mi rostro, en un mismo aire que respiramos. Tanto que la vida que he olvidado deja su cuerpo y se acomoda otra vez dentro del mío. Un cansancio de años se nos quita a los dos de encima, y nos llenamos con algo nuevo que todavía no logramos comprender. La música brota con fuerza ahora, no del piano, sino de algún rincón oculto de la casa. Y esta música viene, sube por las escaleras, se nos acerca, también nos abraza.