El plan de Lilly

Capítulo 3 — El lugar de una esposa

La noche había caído cuando Lilly regresó a casa.

Dejó el abrigo sobre el sofá y permaneció de pie en la penumbra del salón, escuchando el reloj marcar las nueve.

Cada sonido era una repetición del mismo pensamiento: “Te casaste por un acuerdo, no por amor.”

Subió despacio al vestidor.

Ethan estaba frente al espejo, ajustándose la chaqueta del traje.

El reflejo lo mostraba perfecto, como siempre: cabello oscuro, postura impecable, ese aire de éxito que solo parecía existir cuando ella no estaba.

—Llegas tarde —dijo sin volverse.

—Fui a ver a papá. Quería hablar conmigo.

—¿Y qué te recordó esta vez? ¿Qué le debo haber salvado la empresa? —preguntó con una sonrisa irónica.

Lilly apretó los labios.

—No. Dijo que yo debería hacerte sentir orgulloso.

—Deberías escucharlo más seguido —replicó él, tomando los gemelos de su camisa—. Tiene razón.

Ella lo observó en silencio.

—Nunca hablas de él sin desprecio.

—Porque tu padre me compró. —Se giró hacia ella—. Así de simple.

—No te compró. Te ayudó.

—¿Ayudar? —Ethan soltó una risa breve, sin alegría—. Pagar mis deudas, rescatar mi empresa y exigir mi matrimonio con su hija no es ayuda, Lilly. Es un negocio. Y, sinceramente, uno que no me ha salido rentable.

El corazón de ella se encogió.

—No tienes que recordármelo.

—Claro que sí. —Su voz bajó, más peligrosa—. Porque parece que lo olvidas cada vez que intentas acercarte a mí.

Lilly dio un paso hacia atrás, con la garganta cerrada.

—Solo quiero que estemos bien.

—¿Bien? —Ethan la miró con una mezcla de hastío y frialdad—. Tú y yo nunca estuvimos bien. Este matrimonio fue un trato, y yo cumplo los míos. Nada más.

Ella intentó sostener la mirada, pero la suya tembló.

—¿Por eso llevas a Clara a tus cenas? ¿También es parte del trato?

—Clara sabe comportarse. No me hace quedar mal.

—Ni siquiera intenta ocultar cómo te mira.

—Y tú deberías dejar de hablar como si te importara.

Lilly se quedó quieta.

El silencio entre ellos era tan afilado que dolía respirar.

Ethan tomó las llaves, pasó junto a ella sin mirarla.

—No te quedes despierta —dijo al llegar a la puerta—. No tengo idea de a qué hora volveré.

Cuando el sonido del motor se perdió en la distancia, Lilly se quedó frente al espejo.

El reflejo mostraba una mujer con la mirada cansada y el alma en ruinas.

Su padre le había conseguido un esposo, sí.

Pero nadie le había dicho que ese sería el precio de perderse a sí misma.

Apagó las luces.

Por primera vez, no le tuvo miedo a la oscuridad.

Era el único lugar donde no tenía que fingir que todo seguía bien.




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