Celos.
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—No puedo creer que apenas caí en cuenta que Osvald nos acomodó una habitación para los dos —Dios... Osvald creyó que Jaden y yo éramos pareja, quizás para nuestros compañeros sea así pero ambos sabemos la verdad.
La única vez que dormí con Jaden ambos estábamos borrachos así que no cuenta.
Ahora mismo los dos estamos demasiado sobrios. Aunque agradezco la hospitalidad de Osvald, nos dio unos bocadillos para que no nos cayera tan pesado ya que era pasada la media noche, luego nos contó sus anécdotas de los chicos que entraban a su casa buscando un fantasma y cómo se divertía asustándolos.
Seguimos con la misma ropa de esta mañana porque mi mochila y la de Jaden están en la carpa y es claro que no podemos ir a cambiarnos.
—Relájate conejita, somos unos adultos maduros capaces de dormir en una misma cama sin ningún problema —suena relajado, hasta podría decir que se está riendo si pudiera verle la cara ya que está de espaldas acomodando la cama.
Sí, "adultos maduros".
Que lo diga por él.
Vamos a ver que tan maduro es.
Me pongo de espaldas a él cuando lo veo voltearse hacia mí, finjo que no me he dado cuenta que mira mi espalda y comienzo a quitarme el sostén sin necesidad de quitarme la camisa.
Sonrío al notar el ambiente tan silencioso.
Cuando al fin tengo el sostén purpura de encaje en mis manos me giro de nuevo y su vista cae en la prenda que sostengo en mi mano. Observo como pasa saliva duramente y reprimo las ganas de reírme.
Me acerco a su cuerpo notando sus ojos oscurecidos, si no hago esto rápido voy a caer también.
Tiro el sostén al pequeño mueble que hay a un costado de la puerta mientras él sigue el movimiento sin poder articular ninguna palabra. Paso por su lado y antes de acostarme susurro cerca de su oreja.
—Después de todo somos unos adultos maduros —casi puedo apreciar su sonrisa encantada.
Me acuesto en la cama lo más alejada que puedo de Jaden, tomo los bordes de la cobija y me cubro con ella porque mi cuerpo ya está sintiendo el frío que se cuela por la ventana.
Jaden se quita su camisa y me obligo a mí misma a mirar el techo. Siento su peso cuando se recuesta, y después comienza a jalar la cobija para también arroparse, apaga la lámpara que está a su lado y después de otros movimientos se calma. Pasan unos segundos donde yo escucho su respiración acompasada al igual que la mía.
—Dulces sueños conejita —suelto un gritito cuando se gira con brusquedad y me aprieta contra él apresándome con sus piernas. No sé en qué jodido momento nos acomodó en cucharita. Quisiera decir que no siento nada pero el maldito de Jaden está excitado, este pervertido.
—Jaden, suéltame ya mismo —le ordeno, pero no vale de nada porque me ignora.
De hecho se aprieta más contra mi cuerpo, específicamente esa zona que ahora está más familiarizada con mi trasero. Jadeo y siento su respiración en mi cuello al igual que un ligero suspiro.
—¿Por qué lo haría conejita? Estoy muy cómodo —para remarcar su punto vuelve a restregarse y me toca morder mi labio para no gemir.
No lo quiero admitir pero yo también lo estoy, aunque algo me dice que eso él ya lo sabe.
»Ahora sí, buenas noches, o mejor dicho días.
Después de eso ambos caemos rendidos.
☀︎ ☀︎ ☀︎
Soñé algo estupendo, había mucha comida deliciosa para variar. Mi cabeza se siente en las nubes al igual que mi cuerpo, esta almohada es mágica, aunque no me explico la calidez que transmite. Aún así me acurruco contra esa calidez pero de repente me asusto cuando la almohada comienza a reír ¿Qué...?
—¡Mierda! —me incorporo de un tirón al recordar dónde estoy y con quién.
Reparo en su cuerpo sobre la cama con los brazos cruzados detrás de la cabeza, el perfecto torso al aire y su sonrisa divertida y picara mirándome.
—¿Por qué te fuiste conejita? Estábamos tan cómodos, tú más que todo. Parecías un cachorrito.
Alcanzo una de las almohadas y se la lanzo a su perfecto rostro tomándolo desprevenido, cosa que hace que no reaccione a tiempo y la almohada da con todo sobre su cara. Su pose divertida y relajada queda a un lado, sus ojos serios me observan con una venganza escondida.
Los míos se abren comprendiendo y corro por toda la habitación para así evitar que la almohada que ahora piensa tirar contra mí me alcance.
Jaden gruñe pero puedo ver que se está divirtiendo mientras falla en sus intentos de pegarme con la almohada.
»Quédate quieta conejita.
Le saco la lengua y comienzo a corretear por toda la habitación tratando de evitar que él me agarre. La almohada quedó de lado.
—Eso le quita toda la diversión —opino, y suelto un grito cuando siento sus fuertes brazos rodeándome y lanzándome sobre la cama con su cuerpo encima del mío.
Forcejeo como loca pero no logro moverlo un solo centímetro, sonríe malicioso y coge mis muñecas colocando mis brazos por encima de mi cabeza dejándome a su completa merced.
—Tenías razón, me divertí mucho más acechándote.
Río por su intento de voz sensual.
—Deberías cepillarte los dientes —hago una mueca aunque le estoy mintiendo, no huele mal, lo cuál me extraña mucho.
Curva sus labios burlón.
—Hace horas lavé mis dientes conejita. La que debería cepillarse es otra —me sonrojo. Admito que logró avergonzarme porque bueno, no es bonito que te digan que la boca te apesta y peor cuando sabes que es así.
No sé de dónde saco la súper fuerza pero logro zafarme de su agarre, empujo su cuerpo hacia un lado haciendo que caiga en el suelo y suelte un quejido que me hace reír.